Boff, Leonardo: El águila y la gallina. Una metáfora de la condición humana. Trotta, Madrid, 1998. Colección Estructuras y Procesos. Serie Religión. 118 páginas. Traducción de José Luis Castañeda, revisada por María José Gavito Milano. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.
En una de las múltiples visitas que suelo hacer de vez en cuando a la librería Pasajes, en la calle Génova de Madrid, librería internacional que pertenece a la editorial Trotta, me encontré hace tiempo un libro que hoy quiero comentar: El águila y la gallina, de Leonardo Boff. El título me llamó poderosamente la atención y, por supuesto, el autor. La metáfora del águila y la gallina ya la conocía desde hacía mucho tiempo, desde la publicación del libro de Anthony de Mello: El canto del pájaro. Este libro de Mello se lo regalaron a Cristina allá por el año 1984, cuando se confirmó en el colegio, y poco tiempo después me lo recomendaba ella a mí. Así pues, me sorprendía que Leonardo Boff, baluarte de la teología de la liberación, utilizara esta metáfora para exponer sus puntos de vista sobre la realidad latinoamericana. ¿Por qué? Pues porque la historia del águila y la gallina en Anthony de Mello terminaba muy mal. Os la transcribo.
"Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.
Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.
La vieja águila miraba asombrada hacia arriba.
-¿Qué es eso?, preguntó a una gallina que estaba junto a ella.
-Es el águila, el rey de las aves, respondió la gallina. Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a ella.
De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral". (El canto del pájaro, págs. 129-130.)
En una de las múltiples visitas que suelo hacer de vez en cuando a la librería Pasajes, en la calle Génova de Madrid, librería internacional que pertenece a la editorial Trotta, me encontré hace tiempo un libro que hoy quiero comentar: El águila y la gallina, de Leonardo Boff. El título me llamó poderosamente la atención y, por supuesto, el autor. La metáfora del águila y la gallina ya la conocía desde hacía mucho tiempo, desde la publicación del libro de Anthony de Mello: El canto del pájaro. Este libro de Mello se lo regalaron a Cristina allá por el año 1984, cuando se confirmó en el colegio, y poco tiempo después me lo recomendaba ella a mí. Así pues, me sorprendía que Leonardo Boff, baluarte de la teología de la liberación, utilizara esta metáfora para exponer sus puntos de vista sobre la realidad latinoamericana. ¿Por qué? Pues porque la historia del águila y la gallina en Anthony de Mello terminaba muy mal. Os la transcribo.
"Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.
Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.
La vieja águila miraba asombrada hacia arriba.
-¿Qué es eso?, preguntó a una gallina que estaba junto a ella.
-Es el águila, el rey de las aves, respondió la gallina. Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a ella.
De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral". (El canto del pájaro, págs. 129-130.)