jueves, 23 de enero de 2014

Arturo Pérez-Reverte: El francotirador paciente. Por Javier Sánchez Villegas

Pérez-Reverte, Arturo: El francotirador paciente. Alfaguara, Madrid, 2013. 302 páginas. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.

De reportero de guerra a académico de la lengua española, Pérez-Reverte ha vivido muchas vidas en una sola. Y no sé cuál de ellas considerará más plena. Yo, como mero espectador que ha leído todo lo que Pérez-Reverte ha escrito, no sabría con cuál quedarme. Hace años, su imagen la tenía asociada a todos los conflictos bélicos que se han producido a lo largo y ancho de este mundo. Encendías las noticias y allí estaba él a pie de trinchera contándote lo que estaba sucediendo. Supongo que le pagaban por ello, pero se arriesgaba a entrar en los lugares en los que el dinero no cuenta ni tiene sentido. Se jugaba la vida día a día, y eso le daba credibilidad en todo lo que narraba. Tengo entendido que le echaron de televisión a raíz de su novela Territorio Comanche, en la que criticaba a todos aquellos que iban a una zona de conflicto para quedarse en el hotel un par de días y luego volver a Madrid a dar conferencias como si fueran expertos. Como diría él mismo, con dos cojones... Sí, has leído bien. Pero les salió mal la jugada a los profesionales de los medios, pues consiguieron que Pérez-Reverte se dedicara a lo que le gusta: la literatura, cosa que muchos hemos agradecido durante estos años. A pocos autores conozco que dominen todos los registros de la lengua española, desde el cheli de la calle (fantástica su novela Un día de cólera) hasta el más clásico (no tenéis más que leer cualquier novela de la serie Las aventuras del capitán Alatriste). Pérez-Reverte ha conseguido que muchos lectores hayamos ampliado nuestro vocabulario, cosa que agradezco, pues aunque no hace alarde de ello, posee una erudición genial que pone de manifiesto en todos los temas que toca (náutico, militar, etc.). Nadie puede poner en duda que se documenta que da gusto, y que se deja la piel en cada novela que publica. ¿Con cuáles me quedo yo? Por los recuerdos que me suscitan, me quedo con las primeras: El maestro de esgrima, La tabla de Flandes, El club Dumas..., aunque el resto (La piel del tambor, La carta esférica, El pintor de batallas, etc.) también me ha encantado.

En fin, como ves, no soy nada imparcial a la hora de hablar de Arturo Pérez-Reverte (1951), murciano que ha conseguido ganarse a pulso un sillón en la Real Academia Española de la Lengua, después de colgar los cuadernos de campo de los conflictos bélicos a los que ha asistido junto con la cámara.

Arturo Pérez-Reverte
El libro que os quiero presentar es el último que ha publicado: El francotirador paciente. La novela tiene como protagonista a Lex (Alejandra Varela), joven especialista en arte urbano, a la que le hacen un encargo muy específico: localizar a Sniper (el grafitero español más conocido y valorado en los últimos años tanto por sus trabajos como por el riesgo que corre en su ejecución) y ofrecerle la posibilidad de elaborar un catálogo de sus obras con proyección internacional (sobre todo Estados Unidos). Lo que en principio parece sencillo, en absoluto lo es, fundamentalmente porque nadie conoce quién es Sniper o, si lo sabe, no lo dice, casi como consecuencia de un pacto implícito. Así, siguiendo las pocas pistas que tiene, Lex comienza un periplo que la lleva desde Madrid a Lisboa, y desde ahí a Verona y Nápoles. Será allí donde descubra que está siendo utilizada por un rico empresario español que tiene como objetivo acabar con la vida de Sniper. No te cuento más porque no quiero destriparte la novela. Sí te puedo decir que nada es como parece y que el final te pillará desprevenido, pues da una vuelta increíble, al más puro estilo Pérez-Reverte.

En fin, novela delirante, con ritmo, con suspense, con idas y venidas, con situaciones realmente increíbles. Pérez-Reverte no te dejará indiferente. Yo confieso que, desde que he leído la novela, no hago más que ver grafitis por toda la ciudad. Y me he pillado a mí mismo reconociendo que algunos son verdaderas obras de arte. Porque lo son, ¿no? Ya tenemos el debate asegurado. Hasta la próxima.


Érase una vez una raza especial de personas
llamadas escritores de grafiti.
Pelearon una fiera batalla contra la sociedad.
El resultado todavía se desconoce.

Ken, grafitero
En una pared de Nueva York, 1986.



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