Hawkins, Paula: La chica del tren. Planeta, Barcelona, 2015. 496 páginas. Traducción de Aleix Montoto. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.
De verdad, no. En serio. No acostumbro a leer bestsellers. Esta novela la he leído por casualidad. Ya sabes, un cumpleaños a finales de julio, regalos, un libro electrónico, trasteas por allí, por allá, y te encuentras con La chica del tren. Por los suplementos culturales de los periódicos, y porque me gusta ir de vez en cuando a librerías para ver novedades y qué se vende, me he topado con esta novela. De la autora no sabía nada, a excepción de lo que se dice en el libro: "Paula Hawkins, nacida y criada en Zimbabwe, se mudó a Londres en 1989, lugar en el que reside desde entonces. Ha trabajado como periodista más de quince años, colaborando con una gran variedad de publicaciones y medios de comunicación". Poca cosa, como veis. Sin embargo, es llamativo que se hayan vendido en el mundo más de cinco millones de ejemplares en pocos meses. Que en España se hayan agotado tres ediciones en un mes... En fin, daremos un voto de confianza a esos millones de personas que se me han adelantado. Si lo han hecho, por algo será.
La historia no puede empezar con más normalidad. Rachel es una joven alcohólica, con problemas afectivos tremendos, que ve cómo su vida se arruina: está divorciada, tras una experiencia traumática de matrimonio, la han echado del trabajo, carece de amigos (salvo Cathy, que la tiene acogida en su casa)... Todos los días coge el mismo tren de las 8.04 para ir a Londres y así hacer creer a los que la rodean que continúa trabajando. (Me viene a la cabeza la película La vida de nadie, de Eduard Cortés, protagonizada por José Coronado, del año 2002, en la que se narraba la vida de un economista que salía todos los días de su casa trajeado con su maletín para hacer creer a todos que seguía trabajando. Se trataba de una vida fundada en la mentira y el fracaso).