González-Carvajal, Luis: Iglesia en el corazón del mundo. HOAC, Madrid, 2005. 158 páginas. Prólogo de Carlos Amigo Vallejo. Comentario realizado por Juan Antonio Irazabal.
Durante algo más de un siglo (de Pío IX a Pío XII) la jerarquía, cual vigía de una fortaleza acosada, mantuvo un enfrentamiento con el mundo y multiplicó las condenas, algunas necesarias (contra el comunismo estalinista y el nazismo), mientras que otras serían retiradas por el posterior magisterio eclesial. Como es bien sabido, fue el concilio Vaticano II el que inició el giro hacia un diálogo sin complejos con el conjunto de la humanidad.
Durante algo más de un siglo (de Pío IX a Pío XII) la jerarquía, cual vigía de una fortaleza acosada, mantuvo un enfrentamiento con el mundo y multiplicó las condenas, algunas necesarias (contra el comunismo estalinista y el nazismo), mientras que otras serían retiradas por el posterior magisterio eclesial. Como es bien sabido, fue el concilio Vaticano II el que inició el giro hacia un diálogo sin complejos con el conjunto de la humanidad.
El título del presente libro, dedicado a presentar la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual, más conocida por sus palabras iniciales Gaudium et spes (GS), fue el documento conciliar que más hizo por salvar la brecha que se había abierto entre la Iglesia y el mundo moderno. Es lo que quiere poner de relieve el título de este libro que comentamos del conocido profesor de Teología de la Universidad de Comillas.
Dicha Constitución (con este nombre se designa a los documentos de máximo valor magisterial), lejos de caer en un irenismo ingenuo, condenó también graves abusos de los tiempos actuales. Pero el tono general fue de escucha (de ahí su constante empleo del método inductivo) y de apertura a las esperanzas y sufrimientos de la humanidad. Por ello, tampoco se ahorró la autocrítica, por ejemplo cuando reconoció que, en parte, fue el comportamiento de los cristianos el que «veló más que reveló el genuino rostro de Dios y de la religión».
Dicha Constitución (con este nombre se designa a los documentos de máximo valor magisterial), lejos de caer en un irenismo ingenuo, condenó también graves abusos de los tiempos actuales. Pero el tono general fue de escucha (de ahí su constante empleo del método inductivo) y de apertura a las esperanzas y sufrimientos de la humanidad. Por ello, tampoco se ahorró la autocrítica, por ejemplo cuando reconoció que, en parte, fue el comportamiento de los cristianos el que «veló más que reveló el genuino rostro de Dios y de la religión».
Según González–Carvajal y otros teólogos, el tema central de GS es su capítulo 3 de la primera parte, que trata de «La actividad humana en el mundo». La Iglesia había sido acusada de negar al hombre para afirmar a Dios. Por eso, GS, desde la antropología bíblica, no duda en afirmar que «las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios». Reconoce la autonomía de la ciencia respecto a la religión (que todavía Pío XII no había admitido del todo), pero al mismo tiempo recuerda que ciencia y tecnología multiplican tanto las posibilidades de hacer el bien como de hacer el mal. De lo que se trata es de «transfigurar» el mundo, «preparando el material del Reino de los Cielos». Otros temas, como la persona, el bien común, los derechos humanos o la libertad giran en torno a este tema central.
El autor ha tenido el acierto de recordar, sin abrumar con excesivos datos, la historia de esta Constitución, pues ayuda a comprender mejor ciertos problemas. Efectivamente, uno de los esquemas previos, el de Ariccia, estaba impregnado por un optimismo progresista demasiado ingenuo que apenas tenía en cuenta la realidad del mal. La asamblea conciliar se encargó de destacar no sólo la grandeza sino también la miseria de la persona humana, y reconoció los derechos humanos (incluidos el de libertad de expresión y el de libertad religiosa, argumentando que el sujeto de los derechos no es la verdad, sino la persona).
Muy oportunamente, el autor recuerda también que la misma Gaudium et spes advirtió de que contenía «no sólo elementos permanentes, sino también algunos otros contingentes» o coyunturales. Característica ésta que es propia de todo el magisterio social de la Iglesia y que conviene tener presente a la hora de interpretar tales documentos.
El autor no oculta algunos defectos de la GS, como el haber sido elaborada, en su inmensa mayoría, por peritos occidentales y el que el análisis sociológico de los «signos de los tiempos» sea un tanto superficial; aunque, a la vez, anima a discernirlos con un método parecido al de la JOC: «ver, juzgar y actuar». En conjunto, sigue siendo «un texto muy actual».
González–Carvajal nos ha dejado en esta obra un comentario sumamente práctico por su claridad, abundancia de información y por una reflexión siempre contextualizada en la cultura moderna. Ayuda a ver la existencia humana a la luz del designio de Dios. Y no olvida que «quedan aún cosas por decir y muchas más por hacer».
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