Friedman, Thomas: La Tierra es plana. Breve historia del mundo globalizado del siglo XXI. Martínez Roca, Madrid, 2005. 495 páginas. Traducción de Inés Belaustegui. Comentario realizado por Jesús Sanjosé del Campo.
Nadie duda de que Thomas Friedman es uno de los periodistas más prestigiosos del momento, no sólo en los EEUU, sino en el resto del mundo. Sus publicaciones, que comenzaron a ser premiadas en 1988 con el premio Pulitzer, se han mantenido en la cresta de la ola hasta la actualidad tanto por los temas que trata como por la forma de hacerlo. En cuanto a los temas enfoca habitualmente el de la globalización desde diferentes enfoques: acceso a la información, relaciones culturales que genera, etc. En cuanto a la forma tiene la agilidad, la cercanía a la situación inmediata y la buena pluma propia del periodista de oficio acostumbrado a lidiar diariamente con su columna, en la que tiene que decir mucho en pocas palabras.
Conocedor privilegiado de la cultura islámica por sus largas estancias como corresponsal de The New York Times primero en Beirut y luego en Jerusalén durante los años ochenta, consiguió ser leído por propios y ajenos. En su país fue capaz de crear interés y opinión informada sobre el conflicto judeoisraelí; en el mundo islámico generó fuertes polémicas por las posturas mantenidas ya que, como explica Fahd Al-Fanik, columnista jordano, «no es diplomático y revela nuestros defectos sin tomar en cuenta nuestros sentimientos», por eso «ofende a muchos cuando analiza la cultura y los regímenes árabes (…) pero eso no quiere decir que esté inventando los defectos: los defectos existen, y preferiríamos que no nos los recordaran».
Nadie duda de que Thomas Friedman es uno de los periodistas más prestigiosos del momento, no sólo en los EEUU, sino en el resto del mundo. Sus publicaciones, que comenzaron a ser premiadas en 1988 con el premio Pulitzer, se han mantenido en la cresta de la ola hasta la actualidad tanto por los temas que trata como por la forma de hacerlo. En cuanto a los temas enfoca habitualmente el de la globalización desde diferentes enfoques: acceso a la información, relaciones culturales que genera, etc. En cuanto a la forma tiene la agilidad, la cercanía a la situación inmediata y la buena pluma propia del periodista de oficio acostumbrado a lidiar diariamente con su columna, en la que tiene que decir mucho en pocas palabras.
Conocedor privilegiado de la cultura islámica por sus largas estancias como corresponsal de The New York Times primero en Beirut y luego en Jerusalén durante los años ochenta, consiguió ser leído por propios y ajenos. En su país fue capaz de crear interés y opinión informada sobre el conflicto judeoisraelí; en el mundo islámico generó fuertes polémicas por las posturas mantenidas ya que, como explica Fahd Al-Fanik, columnista jordano, «no es diplomático y revela nuestros defectos sin tomar en cuenta nuestros sentimientos», por eso «ofende a muchos cuando analiza la cultura y los regímenes árabes (…) pero eso no quiere decir que esté inventando los defectos: los defectos existen, y preferiríamos que no nos los recordaran».
Friedman dedica este libro a hacer una breve historia del mundo globalizado del siglo XXI, como indica en el subtítulo. Para ello se mete dentro del ámbito de la vida y del trabajo de las personas y de las corporaciones que viven y hacen sus negocios en el presente siglo, el XXI. Se trata de sacar a la luz la historia de los que se comunican por teléfono móvil, buscan información en las páginas www o lanzan sus mensajes mediante Internet. A éstos les explica la historia inmediata de los utensilios que usan, los tipos de protocolos que permiten que estos utensilios puedan usarse o los tipos de archivos que intercambian cuando se envían un correo, una canción o una foto. De ahí que la primera virtualidad del libro sea dar sentido —¡un sentido limitado claro!— a los acrónimos que manejamos en nuestra vida inmediata. Al finalizar el libro el lector será capaz de enterarse de qué es un archivo WAP, en qué se diferencia éste de un archivo MP3 y de cómo son necesarios determinados protocolos para que nuestros ordenadores personales se comuniquen entre si. Esto, que sin duda es un valor, alejará del libro a posibles lectores que o no usan estas tecnologías o que no están interesados nada más que en el puro uso de ellas.
Otra virtualidad es la del buen pedagogo: la sencillez. Es decir, Friedman es un periodista capaz de incluir al lector dentro de este conocimiento desconocido para él sin llamarle tonto y sin abrumarlo. Como buen pedagogo emplea una mayeútica en la que el objetivo principal no es demostrar lo mucho que sabe él, sino poner al lector ante lo poco que sabe, dándole la información básica para que siga investigando. Así, al finalizar un capítulo determinado, por ejemplo el de los diez aplanadores, el lector ya iniciado puede llegar a tener una visión bastante completa de la realidad y obtener un cierto sentido del cómo funciona la tecnología que usa habitualmente. En esto, Friedman es un verdadero maestro ya que es capaz de incluir cantidades grandes de ejemplos que lejos de interferir el texto lo completan y resumen.
En lo que no es un maestro Friedman es en la crítica del proceso de globalización tal y como se está llevando. Al describir el fenómeno de la globalización y no entrar en valoraciones éticas ni en alternativas posibles, el autor se convierte en un defensor del fenómeno tal y como se está dando en el mundo actual. Su perspectiva es ante todo economicista y liberal. Como los clásicos, entiende que la regulación económica que se hace desde el ámbito político es negativa, algo propio de otra época. Su trabajo se convierte así en un canto a la desregulación económica del mercado que gracias a la tecnología es cada vez más un mercado perfecto en el que, gracias a la información que posibilita la tecnología, se avanza de forma inexorable hacia un futuro mejor. A la vista del libro no queda mucho margen para la utopía, el mensaje es "esto es lo que hay y merece la pena conocerlo tal como es".
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