Rubia, Francisco J.: El cerebro espiritual. Fragmenta, Barcelona, 2015. 222 páginas. Comentario realizado por Daniel Izuzquiza.
El desarrollo de las neurociencias abre un amplio y apasionante campo para el diálogo con la espiritualidad y la religión, que a veces se realiza con seriedad y, otras veces, como mero producto de la moda. Este libro, escrito por un reconocido especialista en la fisiología del sistema nervioso, corresponde al primer tipo de publicaciones, lo cual no evita algunas limitaciones. El autor define la espiritualidad como la impresión subjetiva de acceder a una “segunda realidad”, producida por una “hiperactividad de estructuras del cerebro emocional” (p. 26) y defiende la noción del cerebro como espiriteia, realidad que abarca tanto materia como espíritu.
El libro resulta interesante y documentado, pero deja una cierta sensación de incomodidad, como si el autor no acabase de comprender la realidad que estudia. Hay un cierto reduccionismo en el método, sí, pero también en el fondo, ligado a un excesivo fisicalismo en su planteamiento. El debate, pues, nos lleva al campo de la filosofía de la ciencia. Una cosa es decir que la experiencia mística active determinadas estructuras cerebrales o provoque estados alterados de conciencia y otra muy distinta es reducir la experiencia espiritual a ese aspecto, identificándolo sin más. En este sentido, la importancia atribuida a las sustancias enteógeneas nos resulta excesiva pues contribuye a desenfocar la cuestión, más que a aclararla. En todo caso, es un texto recomendable que ilustrará y no dejará indiferente al lector.
El libro resulta interesante y documentado, pero deja una cierta sensación de incomodidad, como si el autor no acabase de comprender la realidad que estudia. Hay un cierto reduccionismo en el método, sí, pero también en el fondo, ligado a un excesivo fisicalismo en su planteamiento. El debate, pues, nos lleva al campo de la filosofía de la ciencia. Una cosa es decir que la experiencia mística active determinadas estructuras cerebrales o provoque estados alterados de conciencia y otra muy distinta es reducir la experiencia espiritual a ese aspecto, identificándolo sin más. En este sentido, la importancia atribuida a las sustancias enteógeneas nos resulta excesiva pues contribuye a desenfocar la cuestión, más que a aclararla. En todo caso, es un texto recomendable que ilustrará y no dejará indiferente al lector.
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