Villacañas, José Luis: Teología política imperial y comunidad de salvación cristiana. Una genealogía de la división de poderes. Trotta, Madrid, 2016. 718 páginas. Comentario realizado por Daniel Izuzquiza (Director de la revista Razón y Fe).
Tiene el autor la delicadeza de formular con nitidez, ya en la primera página, las dos tesis de fondo que defiende en este libro: que Carl Schmitt no es un hijo intelectual de Max Weber y que no es posible una teología política católica, porque no existe una teoría católica (occidental, pues en Oriente la cosa es distinta) que reunifique poder temporal y poder religioso. Ahora bien, José Luis Villacañas es profesor de Historia de la Filosofía y como tal aborda la cuestión. El resultado es un largo, y no siempre fácil, recorrido por la historia de las ideas teológico-políticas durante los primeros siglos del cristianismo.
Los títulos de sus siete capítulos dan una idea del contenido y del itinerario seguido:
1. Genealogía y lógica de la ratio imperial romana.
2. Racionalización ética judía y religión de salvación cristiana.
3. La revolución teológica de Pablo y sus consecuencias.
4. Teología política imperial y militancia cristiana.
5. La teología trinitaria y el destino de la teología imperial.
6. Hilario, Ambrosio y el camino del catolicismo en Occidente.
7. Mal y salvación: Agustín de Hipona.
Con esto, se ve que el detour para abordar las cuestiones planteadas por Carl Schmitt, Erik Peterson o Hans Blumenberg (con Giorgio Agamben en el trasfondo) resulta bastante sinuoso. Una clave la encontramos, según el autor, en el hecho de que «una religión de salvación es justo aquella que se produce en los márgenes de la comunidad política oficial» (p. 14) y eso es, precisamente, el cristianismo. Por lo tanto, resulta imposible que se dé una teología política como tal, y mucho menos una teología imperial. De hecho, cuando el cristianismo se mantuvo fiel a la división de poderes, logró ofrecer exitosamente las respuestas de una religión de salvación; cuando esa división no se dio, apareció su decadencia. Otra cuestión es cómo se articule la oferta cristiana de deificación global, concretada para cada ser humano, y cómo se evite la propia deificación eclesial.
Los títulos de sus siete capítulos dan una idea del contenido y del itinerario seguido:
1. Genealogía y lógica de la ratio imperial romana.
2. Racionalización ética judía y religión de salvación cristiana.
3. La revolución teológica de Pablo y sus consecuencias.
4. Teología política imperial y militancia cristiana.
5. La teología trinitaria y el destino de la teología imperial.
6. Hilario, Ambrosio y el camino del catolicismo en Occidente.
7. Mal y salvación: Agustín de Hipona.
Con esto, se ve que el detour para abordar las cuestiones planteadas por Carl Schmitt, Erik Peterson o Hans Blumenberg (con Giorgio Agamben en el trasfondo) resulta bastante sinuoso. Una clave la encontramos, según el autor, en el hecho de que «una religión de salvación es justo aquella que se produce en los márgenes de la comunidad política oficial» (p. 14) y eso es, precisamente, el cristianismo. Por lo tanto, resulta imposible que se dé una teología política como tal, y mucho menos una teología imperial. De hecho, cuando el cristianismo se mantuvo fiel a la división de poderes, logró ofrecer exitosamente las respuestas de una religión de salvación; cuando esa división no se dio, apareció su decadencia. Otra cuestión es cómo se articule la oferta cristiana de deificación global, concretada para cada ser humano, y cómo se evite la propia deificación eclesial.
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