Mouffe, Chantal: La paradoja democrática. El peligro del consenso en la política contemporánea. Gedisa, Barcelona, 2016. 160 páginas. Prólogo de Jorge Alemán. Comentario realizado por Carlos Rico y Alberto Priego (Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Departamento de Relaciones Internacionales, Universidad Pontificia Comillas de Madrid).
Este trabajo, publicado por primera vez en el año 2000, constituye sin lugar a dudas una de las obras de referencia en la teoría política de los últimos quince años. Aquí y en El retorno de lo político se desarrolla el pensamiento de Chantal Mouffe de forma más clara y elaborada. Para contextualizar la aportación de Mouffe hay que tener presente que nos encontramos ante una destacada exponente de la teoría post-marxista que, a lo largo de su carrera, ha pretendido combinar reflexión y praxis en forma de activismo social y político. En esta tarea la pensadora belga ha contado con la colaboración de Ernesto Laclau —pareja intelectual y sentimental— con quien ha firmado obras como Hegemonía y Estrategia Socialista, de obligada referencia en los círculos situados a la izquierda de la socialdemocracia.
Hay que señalar que no nos encontramos ante un trabajo elaborado de una sola vez, sino ante una recopilación de cinco artículos escritos en diferentes momentos de la actividad docente e investigadora de Mouffe. El libro plantea un objetivo muy conciso que no se oculta en ningún momento: criticar y superar lo que la autora considera la teoría democrática dominante, que no es otra que la de la democracia liberal. En este sentido se puede decir que la tesis fundamental del trabajo, esto es, la paradoja democrática, es la fraguada por la relación antagónica entre dos tradiciones que confluyen en un determinado momento histórico: el liberalismo y la democracia. En tanto que para Mouffe no se trata de realidades fácilmente conciliables, la tensión entre ambos conceptos se extiende desde el primer capítulo al resto de la obra. Así, la autora sostiene que esta relación perjudica a la democracia y critica los intentos de síntesis tanto en el plano moral (Rawls o Habermas) como en el práctico (Tercera Vía, Neue Mitte, entre otros).
El segundo capítulo está dedicado a analizar las tesis de Carl Schmitt. En particular Mouffe considera que la condición de homogeneidad que apunta Schmitt para que la democracia funcione, si bien no es incorrecta, necesita una redimensión. Para la autora belga habría que pasar del concepto homogeneidad al concepto “comunalidad” con el fin de superar falsas reconciliaciones en torno a lo que la autora considera el “consenso de centro”. Del pensador alemán rescata también la dicotomía “amigo-enemigo”, idea recurrente en Mouffe como una dualidad constitutiva de la política que solo puede ser reconducida a un esquema “amigoadversario” en el que el enfrentamiento ideológico no conlleva el cuestionamiento del derecho del oponente a existir.
El tercer capítulo se basa en los trabajos de Wittgenstein. Desde el primer momento la autora deja claro que no se trata de reinterpretar la obra de Wittgenstein sino de utilizarla para superar la lógica liberal racional de la teoría democrática, cuyo inicio sitúa en Hobbes. En ello puede apreciarse la importancia que Mouffe y Laclau conceden al lenguaje como generador de nuevas categorías e identidades políticas. Además, en este capítulo aparece ya el modelo alternativo que será desarrollado en los siguientes capítulos: la democracia agonista.
Es en el capítulo cuarto donde comienza a vislumbrarse la propuesta democrática de Mouffe, una alternativa en la cual el poder, el conflicto y la división deben ocupar un papel central. Ello resulta lógico si tenemos en cuenta que para esta autora el conflicto es un elemento constitutivo de la política y, como tal, no puede ser reducido ni erradicado bajo ningún consenso moral. Cualquier consenso, sostiene Mouffe, encierra una hegemonía impuesta que excluye de forma coactiva puntos de vista e intereses que dejan de ser atendidos. En esta tesitura, el objetivo más plausible pasa por encontrar un acomodo contingente al conflicto inherente a “lo político” en una fórmula que permita la máxima expresión del pluralismo social compatible con la convivencia pacífica. Esta fórmula es para Mouffe la de la “democracia agonista”, un proyecto de democracia radical, inclusiva y pluralista que desborda los márgenes del modelo liberal. Así, en este capítulo aparecen de nuevo duras críticas al racionalismo y universalismo de autores como Rawls o Habermas, al sostener la autora que las teorías políticas de ambos pensadores yerran cuando pretenden reducir el conflicto político mediante fórmulas consensuales basadas en la moral kantiana.
Por último, en el quinto capítulo Mouffe desarrolla una crítica a las prácticas políticas de centro que han tratado de superar la referida paradoja democrática. Aquí centra sus críticas en la Tercera Vía de Giddens y de Blair y la triangulación de Bill Clinton. La opción del Nuevo Laborismo británico recibe el grueso de sus invectivas, llegando a ser calificado como “Panfleto Fabiano” o “ejemplo de clintonización de la socialdemocracia europea”. Mouffe considera que estas opciones centristas justifican una dominación de la economía sobre la política bajo un consenso que sirve para legitimar situaciones de “dominación”. A su juicio, el intento de estas propuestas de superar la dicotomía entre izquierda y derecha deja huérfanos de protección a los intereses y necesidades de amplios colectivos sociales. Este empobrecimiento de la oferta política resulta especialmente peligroso porque genera un vacío que puede terminar siendo ocupado por formas de identificación de tipo religioso, nacionalista o étnico que ven al otro no ya como un adversario legítimo sino como un enemigo al que hay que destruir.
A modo de conclusión, la obra adolece de algunas carencias entre las que cabe destacar una alusión un tanto confusa a la democracia deliberativa. Así, sería de agradecer una mayor precisión de los elementos de este modelo que la autora considera válidos, por cuanto que, de otra forma, sus críticas al racionalismo de Habermas podrían entenderse extensivas al conjunto de su propuesta deliberativa. Además, a lo largo de los capítulos se percibe una cierta constricción dentro de un esquema analítico post-marxista que lleva a preguntarse si este trabajo no podría haber dado mucho más de sí de haberse liberado la autora de las propias ataduras ideológicas. En cualquier caso, aunque su parte propositiva pueda resultar un tanto insatisfactoria, encontramos en La Paradoja Democrática un interesante análisis crítico de la realidad y un claro exponente de cómo el pensamiento teórico sirve a veces de inspiración para movimientos políticos que, como el 15-M o Podemos, aspiran a transformar el statu quo.
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