Arteta, Aurelio: Tantos tontos tópicos. Ariel, Barcelona, 2012. 237 páginas. Comentario realizado por Olga Belmonte García.
Aurelio Arteta, autor de referencia en el contexto filosófico español, sobre todo en el pensamiento ético contemporáneo, nos invita con la publicación de su último libro Tantos tontos tópicos a reflexionar sobre el sentido que tienen muchos de los tópicos que utilizamos de forma repetida en nuestras conversaciones cotidianas. Solemos recurrir a frases como «sé tú mismo», «todos tenemos alguna parte de verdad» o «condenamos la violencia, venga de donde venga», pero no siempre hemos pensado realmente en el significado de estos tópicos. Arteta se adentra en lo que llama «lugares comunes» de nuestra lengua, para mostrar que en ellos o a través de ellos, justificamos comportamientos y acciones que no siempre se avienen con lo que entendemos por una vida moralmente responsable.
Aurelio Arteta, autor de referencia en el contexto filosófico español, sobre todo en el pensamiento ético contemporáneo, nos invita con la publicación de su último libro Tantos tontos tópicos a reflexionar sobre el sentido que tienen muchos de los tópicos que utilizamos de forma repetida en nuestras conversaciones cotidianas. Solemos recurrir a frases como «sé tú mismo», «todos tenemos alguna parte de verdad» o «condenamos la violencia, venga de donde venga», pero no siempre hemos pensado realmente en el significado de estos tópicos. Arteta se adentra en lo que llama «lugares comunes» de nuestra lengua, para mostrar que en ellos o a través de ellos, justificamos comportamientos y acciones que no siempre se avienen con lo que entendemos por una vida moralmente responsable.
Tantos tontos tópicos se divide en dos grandes bloques. El primero, «Bajos de moral», analiza los lugares comunes (en forma de expresiones del lenguaje cotidiano) que nos eximen de asumir nuestra propia responsabilidad en cuestiones morales; el segundo, «Demócratas, pero no tanto», correlaciona los tópicos más vinculados con la noción de democracia que tenemos y con sus prácticas generalizadas en el contexto político. Ambas perspectivas nos ofrecen una radiografía crítica y sugerente de la sociedad actual, no con un ánimo desmoralizante, sino con la intención clara de despertar al lector.
Arteta considera que se recurre a los lugares comunes para evitar pensar por uno mismo, o bien por pereza, por cobardía (miedo al rechazo social) o por ignorancia. Pero no somos conscientes de que recorrer ciegamente el camino que traza la mayoría supone renunciar a nuestra libertad y, por ende, eludir nuestra propia responsabilidad en las decisiones y actitudes desde las que vivimos. Una sociedad que favorece el pensamiento en masa y hace casi imposible la reflexión personal y crítica está condenada a fracasar, al menos en cuanto a lo que se entiende por una sociedad democrática.
Un posible camino para que nuestras conciencias despierten y tomemos las riendas de nuestra vida, es mantenernos alerta: atentos a la realidad que nos rodea, de forma que podamos sentir indignación ante la injusticia, o podamos desenmascarar una mentira que se vende a sí misma como verdad. Nuestras convicciones y seguridades deben verse conmovidas por la situación del otro, pues de lo contrario nada nos llevará a cambiar la realidad dada, nada nos hará pensar que este mundo no es como debería ser.
El autor combina en esta obra la atención a la realidad cotidiana con la alusión a grandes pensadores de la filosofía contemporánea, como Hannah Arendt, que supieron detectar en la pasividad y la ceguera de los ciudadanos, el germen de una sociedad totalitaria. A través de sus textos aprendemos que el mal que no es denunciado y juzgado, no es finalmente considerado un mal. La indiferencia, la neutralidad, puede ser culpable, cuando no evita el mal. Hemos integrado los deberes negativos: vivir sin dañar al otro; pero la madurez en la vida moral exige poner en práctica los deberes positivos: vivir haciendo el bien.
Tras leer estas páginas, uno se siente menos seguro cuando le vienen a la cabeza estos tópicos y no puede evitar la reflexión: ¿realmente pienso esto que voy a decir? ¿Soy consciente de las consecuencias de esta afirmación? ¿Vivo de forma coherente con esta idea que sostengo? Estas son las preguntas que nos asaltarán en la medida en que hagamos nuestra esta llamada a la lucidez moral y a la responsabilidad ciudadana.
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