Vallespín, Fernando y Bascuñán, Máriam M.: Populismos. Alianza, Madrid, 2017. 304 páginas. Comentario realizado por Mustapha M-Lamin Ahmed (Servicio Jesuita a Migrantes - Valencia).
Desde la irrupción de los movimientos de los indignados en diferentes partes del mundo, al inicio de la década de 2010, y al albor de las protestas por la situación económica en España como consecuencia de la crisis del año 2008, el término “populismo” (y sus derivados) recobró especial protagonismo y ha estado en disputa hasta nuestros días, bien para minimizar las propuestas de quienes se sumaron a la indignación, bien como arma usada por los partidos políticos o bien para definir un fenómeno que, sin ser del todo novedoso, sorprendió por su irrupción y fulgurante ascenso en los países desarrollados de occidente, especialmente en Europa. Esta última es la tarea que se han propuesto, con el celo analítico del estudioso de las ciencias políticas, Fernando Vallespín y Máriam M. Bascuñán, autores del extenso ensayo Populismos.
Desde la introducción tratan de radiografiar los actos que dieron origen a la nueva oleada del populismo: el triunfo del sí en el referéndum sobre el Brexit y, apenas meses más tarde, el inesperado aterrizaje de Trump en la Casa Blanca (pp. 11-12), a lo que hay que sumar los movimientos populistas de la ultraderecha que temerariamente siguen ascendiendo en la política europea (p. 13). Como el fenómeno que se analiza adopta múltiples formas, el debate tradicional e ideológico “izquierda/derecha está dando paso a esta nueva polarización entre los partidos del establishment y quienes les retan desde la nueva trinchera” (p. 15), lo que hace difícil que haya una definición clara y unívoca del término, que se resiste “a objetivarse de forma meridiana” (p. 17); por eso los autores afirman que “uno de los principales objetivos de este libro va a consistir en tratar de emprender una definición de este fenómeno tan plural y multifacético” (p. 17). Y a eso dedican el primer capítulo, “¿Qué es el populismo?” (pp. 41-87).
Con el propósito de ilustrar al lector sobre qué es este fenómeno, los autores hacen un recorrido pormenorizado, a través de una abundante bibliografía –a la que no hacen ninguna aportación novedosa–, por la historia del fenómeno desde que emitió sus primeros destellos en los años cincuenta del siglo XX, cuando en Europa “la primera señal populista se obtuvo del poujadismo francés”, pasando por los años noventa con el ascenso de Berlusconi y Bossi en Italia (p. 49) y acabando en América Latina con lo que los autores denominan “la simplificación del discurso” (p. 50). En cuanto a una definición clara del hecho populista, no consiguen los autores ofrecer una respuesta que no sea la célebre definición por negación cuando sostienen que el “populismo no es en realidad una ideología política; se trata más bien de una ‘lógica de acción política’” (p. 55), y pasan a describir a qué se dedica el populismo: que trata de responder a “procesos de brusco cambio social (…) frente a los que se reacciona invocando la necesidad perentoria de revertir la situación”; que esa “reacción se expresa mediante una descripción con tintes dramáticos”; que lo hace “a través de una apelación al ‘pueblo’, su concepto central” (p. 55); que al ser “dicho sujeto político totalizador es necesario buscar un antagonista”; que utiliza un discurso “profundamente simplificador” (p. 56), rasgo al que los autores dedican un epígrafe aparte (p. 83); y que, entre otros, esos rasgos “ponen en riesgo la tradicional comprensión de la democracia liberal” (p. 57).
En el capítulo “¿Por qué el populismo?” desgranan todas las causas que lo han hecho surgir, tales como la “crisis de representación” (p. 90) del sistema democrático, los “factores socioeconómicos” (p. 91), los “factores culturales y psicosociales” (p. 104) de los que se alimenta la “recurrente promesa de Trump de construir un muro (…) en la línea fronteriza que separa Estados Unidos de México” (p. 109), el “factor político” con una “recesión democrática” (p. 117) y la crisis de representación política que ha hecho “indistinguibles ideológicamente entre sí” a los partidos políticos (p. 126), o los “mercados desregulados de la globalización” que “restringen la capacidad económica y fiscal de los gobiernos y fortalecen el sector financiero” (p. 137). La consecuencia directa de todo ello es que la democracia liberal, por la que hacen una encendida defensa los autores a lo largo del ensayo, “ha dejado ya de ser el modelo único para los países en desarrollo que buscan una modernización acelerada” y vaticinan que “pronto puede ocurrir algo similar en nuestro entorno” (p. 141).
En los siguientes capítulos los autores centran su análisis en los comportamientos del sujeto analizado, sin abandonar la constante disputa entre el punto de partida de los autores, la democracia liberal, y los diferentes populismos ante los que mantienen una incauta equidistancia cuando analizan, a propósito del “momento iliberal” (p. 189), los diferentes movimientos populistas en las “democracias maduras” (p. 190), desde los EEUU (p. 195), pasando por Francia (p. 209), donde los autores, con cierta impudicia, se sitúan en la misma distancia de Le Pen que de Mélenchon (pp. 214-218), hasta los países nórdicos y escandinavos (p. 253), en los que el auge de la ultraderecha sigue siendo fulgurante. También dedican un extenso capítulo a España que, en el momento de publicarse la obra, solo cuenta, a juicio de los autores, con un solo movimiento populista: Podemos, “ejemplo emblemático del populismo de izquierdas” (p. 227); cuyos votantes, al decir de los autores, cuentan con el perfil de “joven, urbanita y de estudios superiores” (p. 237), seducidos por una “retórica antiestablishment” (p. 239) y “extremadamente emocional” (p. 257). Y concluyen su libro con una suerte de loa a un modelo en el que no se represente “la voluntad popular” sino que se “filtre” y “depure”, porque es “una de las características de la democracia liberal” (p. 263). ¡Vox todavía no había aparecido!
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