Vélez, Iván: El mito de Cortés. De héroe universal a icono de la Leyenda Negra. Encuentro, Madrid, 2016. 335 páginas. Comentario realizado por Manuel Revuelta González (Historiador).
El autor se pregunta en el prólogo del libro si puede decirse algo nuevo sobre Cortés. Siempre resulta interesante el análisis de una figura histórica que se ha convertido en un mito elaborado por la fantasía o en un icono contradictorio según las ideologías. Este libro no es una biografía de Cortés. Iván Vélez se acerca al gran conquistador ofreciendo los retratos de su persona y carácter a lo largo de cinco siglos, hasta el momento presente. Es un recorrido inteligente y bien documentado. La galería de retratos cortesianos revela a un personaje controvertido, héroe para unos y villano para otros. El libro tiene 15 capítulos divididos en tres partes.
La primera parte se ocupa de “Cortés: el hombre y sus reliquias”. Se empieza por los “apuntes al natural” que el conquistador hace de sí mismo en sus cartas, y de las semblanzas que hicieron de él los cronistas que lo conocieron y trataron (F. Aguilar, A. de Tapia, López de Gómara y sobre todo Bernal Díaz del Castillo). Se estudian después “las reliquias de Cortés”, es decir, los traslados de sus restos en penosa peregrinación desde Castilleja de la Cuesta (Sevilla), donde falleció en 1550, hasta su discreto emplazamiento actual en el Hospital de Jesús de México, que él fundó. En estos traslados se refleja ya la controversia. Los restos de Cortés fueron enterrados con honor en Texcoco (1566), en la iglesia de los franciscanos de México (1629) y en el presbiterio del Hospital de Jesús de la misma ciudad (1794). Pero en 1823 se quisieron quemar los restos. En 1836, gracias al interés del historiador Lucas Alamán, se pusieron en un nicho en el muro del Hospital, donde ahora se encuentran. En 1946 se reenterraron y analizaron. El muralista Diego Rivera, basándose en los análisis de los huesos, pintó en el Palacio Nacional a un Cortés desmitificado y envilecido, atribuyéndole enanismo y sífilis.
La parte segunda se dedica a “la imagen de Cortés” en los historiadores y escritores. El autor menciona los escritos más importantes desde el siglo XVI hasta hoy. Las obras analizadas son abundantes y están bien contextuadas. A ello se suma el acierto de las citas textuales, numerosas y bien escogidas. Es interesante ver cómo la imagen de Cortés va variando progresivamente, pues se pasa de los juicios favorables a posturas cada vez más polémicas. El siglo XVI es “el siglo de Cortés”, pues los poemas o menciones reconocen los méritos políticos, militares y religiosos del conquistador. Estos ditirambos se generalizan en el siglo XVII: “Cortés heroico”. A un siglo de la conquista de México, su figura se sublima con elementos del mundo dramático y clásico, al gusto del barroco. Uno de los que más influyeron en la exaltación fue Baltasar Gracián, que alaba a Cortés como prototipo del “héroe”. El siglo XVIII nos ofrece un “Cortés dramático”, pues son varias las piezas teatrales que lo ponen en escena, aunque también es exaltado en otros géneros literarios, como el ensayo (José Cadalso en Las Cartas Persas) y la historia erudita e ilustrada del jesuita mexicano, Francisco Javier Clavijero, expulsado por Carlos III, que defiende, de manera equilibrada, los méritos del civilizador y cristianizador, al mismo tiempo que revaloriza el aprecio por el mundo indígena prehispánico. El siglo XIX ofrece unas imágenes de Cortés condicionadas por “el fin del imperio”. En las naciones independientes aparecen posturas encontradas: por un lado los que valoran a Cortés como símbolo de la obra civilizadora y cultural de España (Lucas Alamán, Pardo Bazán); por otra parte, quienes lo denigran por su despotismo y crueldad (C. M.ª Bustamante, Pi y Margall). En Estados Unidos el historiador W. Prescott escribió una Historia de la conquista en la que deja bien parado a Cortés. En el siglo XX, por último, “el indigenismo” imperante ha dejado su huella en la Leyenda Negra contra la civilización española en general y contra Cortés en particular, al que consideran como un intruso codicioso, que interrumpe la cultura de los pueblos indígenas. En el libro se mencionan los escritores más relevantes de las dos posturas. Conviene destacar a José Vasconcelos cuyas obran reivindican la obra de Cortés, “símbolo de unidad nacional, racial y religiosa”, creador de la identidad nacional mexicana. Esta línea historiográfica equilibrada aparece en las recientes biografías de Cortés de José Luis Martínez (2003) y Juan Miralles (2004). En el capítulo “Cortés representado” se recogen las pinturas y esculturas dedicadas a él. Las más importantes se reproducen en el libro.
La tercera parte, “Mitos cortesianos”, escoge los hechos históricos que han dado lugar a interpretaciones simbólicas. El autor acude a las fuentes primarias, explica las distorsiones de las mismas y corrige o matiza los tópicos. Entre los mitos se encuentran la quema de las naves, la rebeldía de Cortés, el supuesto asesinato de su primera mujer, el regreso del dios Quetzalcóatl, la gloria del evangelizador y del guerrero exaltado como nuevo Alejandro.
Estando próximas las celebraciones del V Centenario de la conquista de México (1517-1521) el libro que presentamos resulta muy oportuno «para contribuir al debate que sin duda se abrirá en torno al luminoso mito de Cortés» (p. 324).
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