Guijarro, Santiago: La primera evangelización. En los orígenes del cristianismo. Sígueme, Salamanca, 2013. 237 páginas. Colección "Biblioteca de Estudios Bíblicos 138". Comentario realizado por Pedro Barrado Fernández.
La motivación para este libro, según reconoce su autor —Santiago Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento en la Universidad Pontificia de Salamanca y actual director de la Asociación Bíblica Española—, es doble y en cierta manera complementaria. Por una parte, la invitación para una nueva evangelización hace que sea conveniente revisar el vínculo entre los acontecimientos del pasado y la situación presente, recuperando históricamente un hecho fundacional de la primera Iglesia relevante para nuestro contexto cultural y social. Por otra, en una situación de crisis de fe y de adhesión eclesial, «los grupos vuelven instintivamente su mirada hacia los orígenes, esperando encontrar en ellos las claves que les permitan discernir el presente y proyectar el futuro, así como las pautas que les ayuden a redefinir los rasgos más genuinos de su identidad como grupo» (p. 19).
Para todo ello, el profesor Guijarro comienza poniendo de relieve lo que llama el «relato normativo» de la primera evangelización —que se fue estableciendo durante los primeros siglos—, es decir, aquel relato «oficial» que forma parte de la memoria del grupo y que incluye una interpretación de los acontecimientos recordados, contribuyendo así a definir la propia identidad grupal. En este relato normativo se subrayaría la continuidad entre la misión de Jesús y la de sus discípulos, y el hecho de que esa misión habría sido única, acabando en la fundación de diversas comunidades cristianas. La tarea del historiador —y el contenido fundamental de esta obra— consistiría, pues, en valorar críticamente los elementos de este relato normativo para elaborar una narración contrastada de lo sucedido.
Así, los siete capítulos que componen el libro comienzan con un ejemplo, el de Áquila y Prisca —colaboradores de Pablo—, que ilustra cómo fue y cómo se llevó a cabo aquella primera evangelización. La reconstrucción histórica que se lee en estas páginas resulta sencillamente fascinante.
El segundo capítulo se ocupa de establecer un elenco y de valorar las fuentes que proporcionan información: cartas de Pablo, Hechos de los Apóstoles, evangelios canónicos, etc.
El capítulo 3 se titula «El impulso del primer envío», y en él se estudia «la relación entre la misión prepascual de Jesús y sus enviados, y la que estos y otros discípulos llevaron a cabo después de su resurrección» (p. 85). La conclusión, quizá sorprendente, es que el auténtico origen de la misión de la Iglesia está en el encuentro con el Resucitado, y que solo en un segundo momento se recurre al ministerio del Jesús prepascual y su envío misionero, recuperado e interpretado creativamente.
Los capítulos 4 y 5 abordan respectivamente la evangelización en la tierra de Israel y en la diáspora. En el primero de ellos se pone de relieve la distinción geográfica entre Jerusalén y Galilea, como escenarios donde actúan grupos diversos de discípulos. En el segundo se ve que también la diáspora fue lugar de misiones variadas entre públicos distintos (judíos y paganos).
El capítulo 6 se ocupa del «proceso de conversión» (con destacada ayuda de las ciencias sociales). En él se concluye que la evangelización fue un proceso más lento y progresivo de lo que suelen transmitir las fuentes, y que este proceso se llevó a cabo fundamentalmente por medio de comunidades vivas animadas por la práctica del amor mutuo.
Por último, el capítulo 7 trata de desgranar cómo fue aquel primer anuncio: sus agentes, sus destinatarios, los contextos, su contenido y su acogida. La obra acaba con un epílogo —con el significativo título de «Una memoria enriquecida»— a modo de recopilación de los temas tratados.
En resumen, un libro necesario que sin duda ayudará en nuestra actual situación eclesial.
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