viernes, 17 de enero de 2020

Rowan Williams: Ser discípulo. Por Ramón Gómez Ruiz

Williams, Rowan: Ser discípulo. Rasgos esenciales de la vida cristiana. Sígueme, Salamanca, 2019. 126 págs. Traducción de José Ángel Velasco García. Comentario realizado por Ramón Gómez Ruiz (Seminario de Monte Corbán, Cantabria).

Se discute mucho sobre cuál es la esencia o la característica fundamental de la vida cristiana. Y no es otra que “vivir de tal forma que permita manifestar a Jesús allí donde estemos” (pág. 9), es decir, ser espejos que reflejan la vida de Cristo. En Ser discípulo. Rasgos esenciales de la vida cristiana, del emérito arzobispo anglicano de Canterbury, Rowan Williams, se aborda y profundiza en la cuestión de cómo ser discípulos de Cristo, cómo hacer de la condición discipular uno de los rasgos esenciales de la vida del cristiano.

Esta breve obra de 126 páginas nace como la recopilación de unas conferencias que fueron pronunciadas por el autor en varias reuniones de laicos de la comunión anglicana. Rowan Williams nace en 1950 en Swansea (Gales). Se forma en Cambridge y Oxford ejerciendo, tras presentar su doctorado en teología, la docencia. En 1992 es ordenado obispo, siendo promovido en 2002 al arzobispado de Canterbury. Se jubila como arzobispo en 2012 dando paso al actual y centésimo quinto arzobispo de Canterbury, Justin Welby. 

El libro consta de seis capítulos en los cuales se presentan estos rasgos que configuran la esencia de la praxis cristiana. 
El primer capítulo, ser discípulo, comienza haciendo referencia al pasaje evangélico en el que Jesús invita a los discípulos del Bautista a ver dónde vive tras su pregunta (Cf. Jn 1, 35-39). El discipulado es presentado como un quedarse con Jesús, una forma de ser (pág. 13), llamada a permanecer atentos y conscientes para estar con él y en él con el Padre, fundamento del ser y actuar del creyente.
El segundo capítulo aborda las virtudes teologales (fe, esperanza y amor) recurriendo a ese pasaje en el que Pablo, hablando del amor, nos recuerda que cuando uno es niño, piensa como niño; pero cuando uno crece tiene que dejar atrás las cosas de niño (Cf. 1 Cor 13, 8-13). La fe es la encargada de iluminar el entendimiento, la esperanza vive y purifica la memoria, el amor enciende el deseo. Así lo muestran claramente los místicos castellanos a los que se cita en estas páginas. 
El capítulo tercero aborda una de las cuestiones más radicales y más costosas, a la vez, del cristianismo: el perdón. El perdón debe ser pan cotidiano y del futuro. Es uno de esos rasgos esenciales en los que un discípulo de Cristo puede imitarle radicalmente y hacer presente la bondad de Dios (Cf. Mt 7, 7-9). 
El cuarto capítulo aborda la llamada a la santidad como manifestación del “conocimiento de la gloria de Dios, que está reflejada en Cristo” (Cf. 2 Cor 3, 17-4,6). R. Williams se aproxima a la idea de santidad que se halla en el AT y en NT siendo el espejo en el que se refleja esta llamada a la santidad en nuestra vida y en la vida eclesial. 
El lugar de la fe en la sociedad es abordado en el capítulo quinto. Por medio de la contemplación de la “teología de los carismas” de san Pablo (Cf. 1 Cor 12, 12-26) el autor nos invita a que nuestra condición de discípulos de Jesús ilumine y recuerde que todos somos iguales a los ojos de Dios, que somos seres sociales y nos necesitamos unos a otros y que el cristianismo puede aportar valores y modos dignos de vivir en la sociedad.
Finalmente, en el último capítulo reflexiona sobre la espiritualidad del discípulo, la vida en el Espíritu y cómo esta dimensión de la vida cristiana se vuelve esencial, pues fructifica en autoconocimiento, quietud, crecimiento y alegría. Cada capítulo es finalizado con dos o tres preguntas que ayudan a la reflexión personal o grupal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario