miércoles, 8 de septiembre de 2021

Ignacio del Villar: Sacerdotes y científicos. Por Leandro Sequeiros

Del Villar, Ignacio: Sacerdotes y científicos. De Nicolás Copérnico a Georges Lemaître. Digital Reasons, Madrid, 2019. 203 páginas. Comentario realizado por Leandro Sequeiros (Doctor en Ciencias Geológicas y colaborador de la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión, de Comillas. Madrid).

Nos encontramos aquí con un sugerente ensayo dirigido al gran público. Su autor, Ignacio del Villar, Doctor en Ingeniería de Telecomunicaciones y profesor de la Universidad Pública de Navarra, muestra cómo a lo largo de la historia de las ciencias no solo ha habido científicos que creían en Dios, sino que incluso hay un grupo de sacerdotes que han aportado mucho al desarrollo del conocimiento de la realidad natural. De ellos, como veremos, ha elegido a cinco como más significativos: Copérnico, Steno, Spallanzani, Mendel y Lemaître.

Este volumen trata de pasar revista a las aportaciones al pensamiento científico de estos cinco científicos, que además eran sacerdotes católicos. Es sabido que en el siglo XXI prosigue en muchos ambientes intelectuales la convicción de que entre la cosmovisión de la ciencia y la cosmovisión de las religiones no puede haber diálogo y menos aún encuentro, pues son incompatibles.

Para situar en un contexto adecuado este libro, retrocedamos más de un siglo. En el año 1875, el químico e historiador norteamericano John W. Draper publicó un libro que sembró la polémica en Europa y América: History of the conflicts between Religion and Science. Este volumen pretendía describir los conflictos irresolubles y la incompatibilidad entre la ciencia y las tradiciones religiosas. Traducido pronto al español como Historia de los conflictos entre religión y ciencia, con un prólogo de Nicolás Salmerón, fue publicado en 1876. Esta premura muestra que también en España los debates políticos e intelectuales generaron una polarización apasionada entre dos concepciones del mundo. Para Draper, el conflicto se establecía entre dos poderes irreconciliables: la fuerza expansiva y progresista del saber humano, por un lado, y la fe tradicional religiosa reaccionaria, por otro. Unos años más tarde, en 1895, vio la luz A history of the warfare of science with theology in Christendom, de A.D. White. Este libro fue traducido al español en el año 1910 como Historia de la lucha entre la ciencia y la teología judeo-católica. White relata de forma apasionada el “antagonismo entre la visión teológica y la científica del universo y de la enseñanza sobre el tema”, plagada de “comentarios necios de sacerdotes ignorantes” (sic).

Sin embargo, a lo largo de la historia de las ciencias, desde Copérnico a la actualidad, encontramos muchos científicos creyentes (como Galileo, Roger Bacon, Descartes, Leibniz, Pascal, Newton...). Es más: entre los científicos creyentes encontramos un número significativo de científicos que eran además sacerdotes, y no precisamente “ignorantes” como apuntaba White.

Para entender el importante papel que jugaron en el desarrollo de las ciencias no solo personas creyentes, sino también muchos sacerdotes, el autor ha elegido cinco personajes estelares de los siglos XVI al XX: Nicolás Copérnico, Nicolás Steno, Lazzaro Spallanzani, Gregor Mendel y Georges Lemaître, que respectivamente fueron responsables del nacimiento del heliocentrismo, la geología, la inseminación artificial, la genética y la teoría del Big Bang.

Como señala Del Villar en el prólogo, “Confeccionar esta lista no fue una tarea fácil —escribe—. Me vi obligado a dejar en el banquillo a insignes figuras. Por un lado, se encuentran los clérigos pertenecientes a la orden de los jesuitas: Ruđer Bošković, que con su teoría atómica inspiró a numerosos físicos que posteriormente trataron de comprender la organización de la materia; Christopher Clavius, el astrónomo alemán que hizo posible que bajo el papado de Gregorio XIII se reformara el calendario juliano para convertirlo en el que aún se usa hoy (…); Athanasius Kircher, considerado como uno de los precursores de la egiptología y al mismo tiempo de la microbiología, al hallar la presencia de animalículos en la sangre de los infectados por peste y concluir que la enfermedad estaba causada por microorganismos; o Pierre Teilhard de Chardin, paleontólogo que participó en el descubrimiento del hombre de Pekín y desarrolló una original visión de la evolución en la que acuñó el término «punto omega», referido al nivel más alto de evolución de la consciencia”. Y, por otro lado, se encuentran grandes científicos que siendo sacerdotes aportaron mucho al desarrollo de las ciencias. Evidentemente ha habido también célebres sacerdotes científicos no jesuitas como los físicos Marin Mersenne y Jean Antoine Nollet; Giovanni Battista Venturi (“efecto Venturi”), Pierre Gassendi, Just Haüy (fundador de la cristalografía), y otros más.

El autor divide el libro en cinco capítulos, utilizando una estructura clara, que facilita la lectura. Cada capítulo se dedica a presentar la trayectoria vital y científica de un sacerdote especialmente ilustre en el campo de las ciencias. Así, el libro comienza con un repaso biográfico de la vida del matemático y astrónomo polaco Nicolás Copérnico, creador del sistema heliocéntrico. Se narran su infancia, su madurez y su vejez, se describe su trayectoria intelectual, se presentan sus grandes maestros y discípulos y, finalmente, se introducen sus revolucionarias ideas sobre el universo.

El mismo esquema se sigue en la descripción de la vida y las ideas de los otros cuatro sacerdotes: Nicolás Steno, anatomista danés, converso al catolicismo y que estableció los principios básicos de una nueva ciencia: la Geología. Le sigue Lazzaro Spallanzani, primer científico que, entre otras cosas, practicó la fecundación in vitro. Otro capítulo se dedica al monje agustino, Gregor Mendel, creador de las leyes de la genética. Y cierra este grupo de científicos y sacerdotes el físico belga Georges Lemaître, al que se considera el padre de la teoría del Big Bang.

Mediante la presentación de estas cinco increíbles personalidades, el autor demuestra cómo la ciencia y la fe son perfectamente compatibles. Nos encontramos, en definitiva, frente a una obra destinada a desmontar los grandes prejuicios de la sociedad moderna en torno a la ciencia, la religión y la Iglesia. Se trata por tanto de un libro muy recomendable para todos aquellos que quieran adentrarse en el estudio de las relaciones entre ciencia y fe.


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