Wulf, Andrea: La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt. Debolsillo, Madrid, 2017. 578 páginas. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. Comentario realizado por Jaime Tatay.
Escrito con un estilo periodístico y dotado de una excelente base documental, el libro de Andrea Wulf, La invención de la naturaleza, nos introduce en la vida de uno de los últimos polímatas de la historia: Alexander von Humboldt (1769-1859). Eminente científico, formado en física, geología, astronomía, botánica y meteorología, el pensador alemán influyó enormemente en Charles Lyell, Charles Darwin o Ernst Haeckel, pudiendo en justicia ser considerado como el precursor de las disciplinas que posteriormente desarrollaron estos grandes científicos: la tectónica de placas, la biología evolutiva y la ciencia ecológica.
Pero su influjo no se limita al ámbito científico, alcanza también el ámbito cultural, filosófico y político dado que muchos de sus libros se convirtieron en lectura de cabecera de figuras tan variadas como Simón Bolívar, Johann Wolfgang von Goethe, Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson, George Perkins Marsh, John Muir o el presidente de los EE.UU. James Madison.
Según Wulf, el libro Ensayo sobre la geografía de las plantas (1806) “fue el primer libro ecologista del mundo” (p. 168) y las ideas allí expresadas las que sentaron las bases del moderno movimiento ecologista que verá la luz un siglo después de su muerte; Cuadros de naturaleza (1808), por otro lado, “estableció un modelo para gran parte de los escritos actuales sobre la naturaleza” (p. 174).
Otra de las genialidades de Humboldt —más allá de su significativa contribución al descubrimiento, descripción y catalogación de numerosas especies animales y vegetales, o la elaboración de las primeras caracterizaciones geológicas de Sudamérica— fue su pionero análisis de la geografía humana y natural. Como concluye Wulf: “La idea de Humboldt de que las cuestiones sociales, económicas y políticas están estrechamente relacionadas con los problemas medioambientales mantiene toda su actualidad” (p. 411).
También destaca su propuesta de un conocimiento interdisciplinar, holístico, y su visión de la ciencia como un método empírico de observación sistemática que no excluye una dimensión contemplativa e imaginativa. Para Humboldt, al igual que para muchos de los románticos prusianos de su época, como Schiller y Goethe, la contemplación de la naturaleza no es solo una fuente de placer estético, es también un camino para su comprensión.
Sin ser conscientes de ello, todos somos en gran medida Humboldtianos, porque vivimos en un mundo Humboldtiano, a pesar de que la figura de este gran alemán universal —mucho más recordada en Latinoamérica que en Norteamérica o en su Europa natal— haya caído en el olvido. El libro de la profesora Wulf refresca nuestra memoria, rellena una laguna en la historia de la ciencia y, además, lo hace de un modo riguroso, ágil e interesante.
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