Nouwen, Henri J. M.: Payasadas en Roma. Reflexiones sobre la soledad, el celibato, la oración y la contemplación. Lumen, Barcelona, 1998. 94 páginas. Traducido del original inglés (Clowning in Rome. Reflections on solitude, celibacy, prayer and contamplation - 1979) por Elsa Traccia. Comentario realizado por Ramón Gómez Ruiz.
A la hora de comprar un libro puede haber multitud de elementos que hagan que abramos la cartera o demos a “comprar” en la página web de una librería. Y está claro que la provocación de un título es un gran argumento en favor de la compra de un libro. Con Payasadas en Roma haremos un pequeño viaje hasta la ciudad eterna de la mano de Henri Nouwen, célebre sacerdote católico holandés autor de más de 40 libros sobre espiritualidad.
El libro está dividido en cuatro capítulos y surge como la recopilación de cuatro conferencias que Nouwen dirigió a los sacerdotes y seminaristas estadounidenses en el North American College de Roma y a las religiosas que atienden la casa. “Los cuatro capítulos no siguen un orden lógico. Pueden leerse de forma independiente (…) he resistido la tentación de cambiar el estilo coloquial por un estilo ensayista, o de adaptar el texto para los lectores en general” (pág. 12).
En la introducción se hace una bella alusión de los consagrados como payasos. Y no en un sentido despectivo. Aquí lo provocativo del título y del argumento: el payaso, en un circo, es el personaje simpático, frágil y humano que aparece entre las actuaciones fantásticas de los acróbatas, con el que podemos simpatizar porque somos débiles y frágiles, porque se nos hacen cercanos en nuestra humanidad. En medio de tanta cúpula como puebla el cielo romano que nos recuerda la solemnidad y suntuosidad de la gran ciudad sigue habiendo multitud de payasos que nos recuerdan la entrañable fragilidad humana querida y bendecida por Dios, la multitud de “santos de la puerta de al lado” (expresión atribuida al Papa Francisco).
El capítulo 1 nos pone de frente ante la soledad que experimentan los sacerdotes o consagrados en medio de sus comunidades. Esa soledad que no debe ser vivida como un elemento pernicioso o malicioso que quiere castrar las relaciones humanas sino como ese elemento posibilitante de la relación con Dios, con los otros, con la institución, con los ministerios asumidos, etc.
El capítulo 2 nos habla del celibato. Nouwen nos presenta el celibato como un estar vacío para estar lleno, es decir, un vaciarse de uno mismo para llenarse de Dios. El celibato es el “hueco divino” que puebla y preña nuestra existencia haciéndola fecunda y evangélica. Una tentación histórica de los célibes es creerse más que el resto de cristianos. El celibato no es para los excelsos y el matrimonio para la clase de tropa sino son dos carismas que se complementan mutuamente. Uno de los elementos más carismáticos del celibato es el recuerdo para todos de abrir y reservar un espacio vital para Dios. Y nos habla de las realidades futuras.
El capítulo 3 nos sitúa ante la oración y el pensamiento. Nouwen sabe que una de las dificultades más manidas en la vida de los sacerdotes y consagrados es la de lograr, en medio de tanta actividad ministerial, un tiempo de oración. Para hacer frente a esta cuestión Nouwen recurre a uno de sus pensamientos básicos: la oración constante y continua, permanente, como nos recuerda san Pablo. Nouwen nos ofrece una serie de pistas y consejos para convertir nuestros pensamientos, nuestras acciones… en una constante oración.
Finalmente, en el capítulo 4, viajamos hasta una de las dimensiones existenciales de la experiencia cristiana: la contemplación. Muchas veces se ha producido en la Iglesia un planteamiento dualista enfrentado: vida contemplativa frente a vida activa o ministerial. Nouwen nos recuerda en estas líneas que debemos deshacernos de muchas cosas, ideas, imágenes, tiempo… para vivir desde una apertura fundamental al Dios que se manifiesta en mí, los demás, la creación, la Iglesia… y que nos brinda, constantemente, oportunidades de un nuevo Kairós, un nuevo tiempo de gracia y bendición.
Aunque el libro se dirige a consagrados, sacerdotes y seminaristas fundamentalmente también puede servir para aquellos que quieran entender las entrañas de la vida solitaria, célibe, orante y contemplativa en el ejercicio ministerial cristiano para vivir, mejor aún, la complementariedad de todos los estados de la vida cristiana, como se apuntará al final de la obra. En palabras del propio Henri: “la soledad, el celibato, la oración y la contemplación son valores para toda la gente, pero algunos hombres y mujeres tienen la vocación única de hacer visibles estos valores de una forma especial y de custodiarlos con una solicitud singular. Siempre que estos valores sean vividos autentica y generosamente, lo que se hace visible no es un virtuosismo espiritual que sirve sólo a unos pocos elegidos, sino una forma de vida que les habla a muchos” (pág.94).
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