Straub, Jacqueline: Joven, católica y mujer. Por qué quiero ser sacerdote. PPC, Madrid, 2022. 101 páginas. Traducción de María Jesús García González. Comentario realizado por Marta Medina Balguerías.
La vocación femenina al sacerdocio existe. Prueba de ello son los testimonios de algunas mujeres que han sentido y discernido esta llamada. Uno de ellos es el que tenemos en este librito en el que Jacqueline Straub cuenta su experiencia y manifiesta el deseo de poder realizar su vocación algún día en la Iglesia católica.
No estamos ante una obra teológica. En Joven, católica y mujer no vamos a encontrar una discusión teológica pormenorizada sobre por qué, en opinión de la autora, se debe aceptar el sacerdocio femenino en la Iglesia católica. Es algo que ella cree profundamente y que menciona con naturalidad, pero la intención aquí es otra, y la enuncia precisamente el subtítulo del libro: Por qué quiero ser sacerdote. Straub nos regala su testimonio de vida con una sinceridad y un deseo de diálogo que desarman. Quiere mostrar que la llamada al sacerdocio es real para algunas mujeres, entre las que se encuentra ella, e intenta hacernos ver a través de sus palabras que no se trata de un “capricho” personal, sino de una verdadera vocación que ha sido probada, discernida y que se ha mantenido a lo largo del tiempo.
En palabras de Straub, “el cambio puede producirse sin usar la fuerza y sin discursos de odio, tan solo a través de una revolución del corazón” (p. 11). Su texto rezuma apertura, dulzura, deseo de diálogo; pero eso no quita que se muestre firme y clara al mismo tiempo acerca de la convicción que quiere transmitir y que desea que pueda llegar a hacerse realidad.
Al hilo de la narración de su propia historia, Straub invita a cultivar un pensamiento holístico en la Iglesia (que solo se alcanzará con la contribución tanto de hombres como de mujeres) y a preservar la tradición, pero entendiendo que es un fuego que debe encender a otros y que para mantenerse vivo debe poder cambiarse cuando sea necesario. En este sentido incide especialmente en el avance que debe hacer la Iglesia católica para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres.
Otra fortaleza del libro es la convicción de que hay que incorporar a todos en el diálogo, también quienes no están tan abiertos al cambio. Con todo, hay ciertos límites que separan lo que es evangélico de lo que no lo es. Una reflexión que da mucho que pensar.
En suma, se trata de un texto ágil, fresco, fácil de leer, directo y personal, que nos asoma a la historia de Straub pero también nos deja interesantes intuiciones para pensar y, sobre todo, nos invita a transmitir la llama de la fe y a estar dispuestos a los cambios que sean necesarios para ello.
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