García de Castro, José: La voz de tu saludo. Acompañar, conversar, discernir. Sal Terrae, Santander, 2019. 287 páginas. Comentario realizado por José A. García.
A quien se disponga a leer este libro puede sucederle lo mismo que a mí: que en un primer momento, y movido por intereses prácticos, su mirada se fije más en el subtítulo que en el título. Más en “acompañar, conversar, discernir” que en “la voz de tu saludo”. Y sin embargo, si guiados por ese solo interés nos saltáramos los primeros capítulos para aterrizar cuanto antes en los temas prácticos, aquellos que más nos interesan en función tal vez de nuestro ministerio más inmediato, cometeríamos un gran error.
Para justificar tal afirmación quisiera decir que nunca he leído páginas tan profundas y tan bellas, tan inspiradas, sobre la maravilla que supone el lenguaje, las palabras en sí, la comunicación y conversación entre humanos, como las que contienen los tres primeros capítulos de este libro. Quien los escribe, José García de Castro, además de filólogo de profesión aparece en ellos como un poeta, un poeta del lenguaje. Y por supuesto como un creyente. “El mundo es ya por sí mismo un locus comunicationis, un lugar habitado por su Palabra; Dios es Presencia dialogal que nos precede”. Y el hombre, imagen y semejanza de Dios, es sed y deseo de comunicación: “homo linguisticus, para quien vivir es estar en permanente e incesante relación con el lenguaje”. “Hemos de reconocer que la comunicación y el lenguaje nos habitan, o, tal vez más apropiado, ¿habitamos nosotros en una estructura comunicativa que nos precede? El filósofo (Heidegger) tenía razón: el lenguaje es la casa, el hogar del ser”.
Estos tres capítulos primeros contienen en sí tanta densidad y riqueza que podrían constituir por sí mismos un libro entero. Al comparar esta primera parte con el resto del libro que, como hemos insinuado ya, aborda los temas concretos del acompañamiento y la conversación espiritual, el discernimiento, etc., alguien podría pensar incluso que estamos ante dos libros distintos en vez de uno. Y la verdad es que no es así. En absoluto. Creo que la intención del autor apunta a que esas actividades pastorales concretas se vivan desde la maravilla y la hondura que nos descubre esa primera parte. Si el sujeto que ejerce esos ministerios pastorales ha quedado impregnado por la sabiduría que emana de ella, entonces se dará cuenta de la conexión interna entre las dos partes y del error que hubiera supuesto saltarse la primera.
Antes de abordar cada una de las actividades prácticas citadas, García de Castro introduce un capítulo intermedio que hace de puente entre ellas. Se titula “Ignacio y las palabras”. Muy oportuno. Porque si el humus espiritual desde el que el autor piensa abordar esas actividades pastorales es el “ignaciano”, parece lógico saber cómo se manejó Ignacio en ellas, lo cual no impide, sino todo lo contrario, que a esa sabiduría suya puedan añadirse otras posteriores. Lo que sí sabemos es que para san Ignacio la conversación ocupó un lugar privilegiado en su actividad apostólica; que fue a través de ella como ganó progresivamente a sus primeros compañeros; que la conversación entre quien da y quien recibe los Ejercicios forma parte esencial de los mismos; y que ese modo de proceder pasó a la Compañía de Jesús por él fundada como uno de sus ministerios fundamentales.
Con ese trasfondo por delante, el autor puede ya dar el paso a la tercera parte del libro, “La palabra en ejercicio”, en la que aborda las distintas formas que puede tomar la conversación: conversación espiritual, acompañamiento, conversar para discernir, las tentaciones del acompañante, etc. Estamos, digámoslo así, ante la parte práctica del libro que, como dijimos anteriormente, no debería leerse aisladamente de la anterior.
Sobre estos temas se ha escrito mucho últimamente y con un valor desigual. Lo que sí puede afirmarse es que el autor ha sintetizado muy bien en esta última parte lo mejor de toda esa literatura hasta convertir cada modalidad de conversación en un pequeño tratado sobre el tema. Lleno de matices, lleno de sabidurías prácticas (¿excesivas alguna vez?) en las que inspirarse.
No queda más que felicitar al autor por este libro “sabio” y recomendar su lectura a todos aquellos que estén implicados, o deseen estarlo, en este ministerio pastoral.
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