martes, 6 de junio de 2023

José Calveras Santacana: Oración y discernimiento. Por Antonio Guillén

Calveras Santacana, José: Oración y discernimiento ignaciano. Estudios sobre los Ejercicios de San Ignacio. BAC, Madrid, 2017. 1.100 páginas. Comentario realizado por Antonio Guillén.

Se echaba en falta, entre los especialistas de la espiritualidad ignaciana, una recopilación medianamente completa de los estudios del P. Calveras sobre los Ejercicios ignacianos. Afortunadamente, ha decidido hacer dicha edición la BAC, aprovechando para ello los estudios de doctorado del sacerdote diocesano Jaime Pérez-Bocherini Stampa en 1978. ¡Lástima que los numerosos errores tipográficos no corregidos desmerezcan un poco tan excelente iniciativa! 

El recopilador ha reunido en este volumen básicamente los artículos del P. Calveras aparecidos en la revista Manresa desde su primer número en 1925 hasta el último suyo, aparecido en 1971, inédito y evidentemente póstumo. Recoge también algunos estudios publicados en AHSI, Estudios Eclesiásticos o Miscelánea Comillas. La edición resulta además bien orientada con las presentaciones o epílogos de los especialistas, también jesuitas, Cándido de Dalmases (el continuador de su obra), Josep Mª Rambla (discípulo y biógrafo) y Enrique Arredondo (“uno de los más fieles y lúcidos seguidores de Calveras”, al decir de Rambla). El conjunto no es exhaustivo, pero sí significativo. 

Conocer la obra del P. José Calveras S.J. (1890-1964) es imprescindible para poder entender la recuperación universal de los Ejercicios de San Ignacio en el siglo XX. Nadie antes, desde el siglo XVI, había iluminado tan profundamente el método ignaciano, que más bien había perdido en el transcurso de los años mucho de su sentido y frescor original. Junto a sus compañeros Ignacio Casanovas y Arturo Codina, Calveras fundó la revista Manresa con el objetivo claro de desentrañar a fondo el alma de los Ejercicios. Otros autores, como Cándido de Dalmases, Pedro Leturia e Ignacio Iparraguirre, continuaron ampliando la estela abierta por ellos. El mérito final corresponde al P. Arrupe que, como Superior General de la Compañía, tuvo el acierto de extender a toda ella la iluminación aportada por este grupo de estudiosos de los Ejercicios y consiguió recuperar así, para la Iglesia entera, este camino excepcional para “encontrar a Dios”. 

El acierto probablemente mayor de Calveras radica en no haber querido limitarse a ser sólo un estudioso erudito de los Ejercicios, sino en haber mantenido hasta el final de su vida una práctica extensa de darlos a toda clase de ejercitantes –incluso en tandas colectivas “a los más rudos”–, sacrificando por eso –en opinión de algunos– un estudio teórico mayor del libro. El hecho es que, deliberadamente, él prefirió siempre teñir de dimensión sapiencial toda su obra. Lo logró y nos abrió así los horizontes que hoy conocemos. 

Fruto de su experiencia práctica son casi todas sus aportaciones más importantes y universalmente reconocidas en la interpretación de los Ejercicios: la desmitificación de la elección como objetivo esencial del método ignaciano; la presentación más mística que ascética del conjunto de los Ejercicios; la negativa a considerar la “meditación con las tres potencias” como la forma de oración preferida por San Ignacio –como afirmaba el tratado clásico del P. Rodríguez (“su tratado sobre la oración ha hecho más daño a la Compañía que una granizada…”)–; la explicación de “los modos de orar”, más como ayudas para mover el afecto y cultivar la devoción que como técnicas particulares de oración; la centralidad de los sentimientos activados, y no de los “propósitos”, como fruto aparecido en cada ejercitante; el análisis riguroso de cada texto o parte del libro de los Ejercicios al compararlo –para entenderlo bien– con otras afirmaciones o partes del mismo; el papel del director de la experiencia como maestro espiritual y acompañante del discernimiento, algo muy diferente al de un predicador… 

Para muchos interesados no va a resultar fácil, ni comprensiva, la lectura –no siempre bien ordenada conceptualmente– de los textos del P. Calveras recopilados aquí. Hubiera sido de desear en los editores un conocimiento más actualizado de los estudios sobre los Ejercicios ignacianos, que no se han detenido sino que han crecido mucho en los 40 años que nos separan del trabajo reeditado en este volumen. Probablemente, otra distribución temática de los capítulos ofrecidos en él, y el uso más correcto de algunos términos, hubieran permitido entender mejor su contenido. 

En cualquier caso, es muy de agradecer el esfuerzo de recoger ahora la literalidad de los estudios sobre los Ejercicios de San Ignacio que nos legó el P. José Calveras; sin lugar a dudas, uno de sus mejores comentadores modernos.


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