lunes, 18 de septiembre de 2023

Thomas M. McCoog: Mercuriano. Por Urbano Valero Agúndez

McCoog, Thomas M. (ed.): Mercuriano. La cultura jesuítica (1573-1580). Mensajero-Sal Terrae-UPCo,  Bilbao-Santander-Madrid, 2017. 358 páginas. Colección “Manresa" nº 61. Comentario realizado por Urbano Valero Agúndez.

Everardo Mercuriano, jesuita belga nacido en Marcourt (de ahí el topónimo de su apellido) en 1514 y fallecido en Roma el 1 de agosto de 1580, fue el cuarto Prepósito General de la Compañía de Jesús desde el 22 de abril de 1573 hasta su muerte. A él, como el último de ellos que convivió todavía con el fundador de la Compañía y varios de sus primeros compañeros, le correspondió el privilegio y la responsabilidad de promover su cultura institucional (espíritu y modo de proceder de él derivado), todavía no suficientemente definida y asentada, y asegurar su autenticidad al transmitirla a las futuras generaciones de jesuitas en un momento tan crucial de su historia, su paso a la tercera generación. (Al estudio de la “Cultura jesuítica” e “Identidad corporativa” de la Compañía de Jesús estuvo dedicado el nº 300 [2004] de esta revista Manresa, con artículos de B. González Buelta, I. Iglesias, F. Meures, J. Mª Fernández-Martos y J. Díaz Baizán). Es esta la perspectiva, en que la obra original sobre él The Mercurian Project. Forming Jesuit Culture (1573-1580), Roma - St. Louis 2004  y, en su reducida proporción, el libro que recensionamos, tratan de presentarlo. A ello contribuyen las treinta aportaciones de aquella, acertadamente definidas, de casi otros tantos especialistas, la gran mayoría de ellos jesuitas de diversos países con otros historiadores de talla, perfectamente coordinados por el editor T. M. McCoog. Traducir, en su integridad, aquella obra al español habría representado una empresa harto complicada, sobre todo, desde el punto de vista editorial y comercial. Por eso, el libro que ahora se presenta recoge solamente un tercio de aquellas aportaciones, las más afines a los intereses de potenciales lectores de lengua española. 

Las dos primeras (M. Fois, S.J.: “Everardo Mercuriano [1514-1580]” y J.W. Padberg, S.J.: “La Tercera Congregación General [12 de abril a 16 de junio de 1573]”), un resumen biográfico general del personaje y la narración de los azarosos episodios que rodearon su elección como General, ofrecen el marco adecuado para una mejor comprensión de cuanto viene después. Completan el marco histórico de referencia otros dos ensayos (A.D. Wright: “Los jesuitas y las órdenes religiosas más antiguas en España” y F. de B. Medina, S.J.: “Everardo Mercuriano y España. Algunos temas candentes”): el primero en aspectos externos a la Compañía de Jesús y sus conflictivas relaciones con dichas Órdenes, y el segundo también en aspectos internos a ella y a sus relaciones con el poder político y eclesial del tiempo. 

Como muestras específicas del empeño de Mercuriano en promover, depurar y garantizar la genuinidad de la “cultura jesuítica” en la vida y desarrollo de la Compañía, en su presente y de cara a su futuro, se presentan dos estudios de P. Endean, S.J.: “El ‘modo peregrino de la oración’. Mercuriano, Cordeses y Álvarez” y “‘Según la primera traça de nuestro Padre Ignacio’. Mercuriano y la espiritualidad de los Ejercicios”. En el primero se reconstruyen los esfuerzos de Mercuriano por reconducir a los cauces de los modos de oración de los Ejercicios de San Ignacio la práctica y la enseñanza de los dos jesuitas españoles mencionados en el título (Antonio Cordeses y Baltasar Álvarez), que practicaban y difundían entre los jesuitas modos de oración considerados más afectivos y pasivos, que el Prepósito General estimaba menos apropiados para personas de acción apostólica y menos conformes con el fin de la Compañía. En el segundo se estudian las contribuciones de Mercuriano al conocimiento y práctica de los Ejercicios de San Ignacio, sumamente estimados por él, que, de hecho, pudieron pasar más tarde al Directorio oficial de los mismos. Con estos dos ensayos se alinea el de M. Ruiz Jurado, S.J.: “La formación de los jesuitas durante el generalato de Mercuriano”. En él se presenta, entre otros detalles, la nueva organización, ideada por él, de los períodos del noviciado y de la tercera probación, que ha estado sustancialmente en vigor desde entonces hasta la renovación de la vida religiosa promovida y ordenada por el Concilio Vaticano II ya en nuestros tiempos. 

Tanto la obra original, como su edición española compendiada, concluyen, en Apéndice, con una Carta del padre Everardo Mercuriano sobre el buen gobierno de los superiores y un cumplido elenco de Avisos de N.R.P. Everardo Mercuriano sobre el modo de conducirse de los superiores con los padres y hermanos, que articulan, como propio de la Compañía, un modo de gobierno netamente espiritual, paterno, de alta consideración y estima de los subordinados, impregnado de confianza mutua, y guiado siempre por la dirección del Espíritu, descubierta a través de un discernimiento paciente, despojado del propio interés. 

Frutos de este estilo de gobierno, tan humano, pudo ser la reconciliación de la Compañía, efectuada por Mercuriano, con dos de los primeros compañeros de San Ignacio, Nicolás de Bobadilla (castellano) y Simão Rodrigues (portugués, fundador de la provincia portuguesa), que le causaron no pocos quebraderos de cabeza por sus peculiares y discordantes modos de proceder, y que durante algunos períodos de sus vidas vivieron al margen de sus hermanos. De las causas de ello y del malestar producido por ambos, así como de su respectiva rehabilitación, tratan las contribuciones de M.A. Lewis, S.J., y J.V. de Carvalho, S.J. 

La versión española abreviada de la obra original –a cargo de los jesuitas Ramón Gómez Martínez, Antonio Maldonado, Enrique Prieto, Luis Tomás Sánchez del Río y José María de Vera– participa de su alta calidad historiográfica y, en base a ella, permite apreciar la talla personal, humana y espiritual, del Prepósito Mercuriano y su valiosa contribución a la formación y preservación de la “cultura jesuítica”, en un momento particularmente delicado y complejo. “Mercuriano cultivó el terreno y la cultura jesuítica floreció en el generalato de su sucesor, Claudio Acquaviva” (McCoog). Así parece haberlo intuido él mismo, al afirmar certeramente que: “La Compañía está más ocupada en su forma que en su reforma, pues todavía no se ha sacado a la luz en plenitud la realidad de su Instituto”.

Destinatarios naturales de esta obra serían los jesuitas y otras personas que los acompañan en el desarrollo de la misión común, interesadas en conocer a fondo su historia. Pero su lectura y meditación puede iluminar también a otros que puedan encontrarse en procesos semejantes. Es, por ello, muy de agradecer a la colección “Manresa” la prueba de la misma que ofrece ahora al público de habla española.


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