Rodríguez Olaizola, José María: Contemplaciones de papel. Sal Terrae, Santander, 2009. 224 páginas. Comentario realizado por Tamara Murillo Llorente.
Pretender presentar a José María Rodríguez Olaizola en esta recensión sería como presentar a alguien a su propia familia. Así pues, más allá del autor, lo primero que cabe resaltar en relación con este libro es la expresividad de su título: tal y como indica, Contemplaciones de papel es una invitación a contemplar las escenas pintadas, no con formas y colores sobre lienzo, sino con palabras sobre el papel, que esbozan con acierto y gran humanidad las distintas escenas evangélicas escogidas.
Se trata de quince escenas que sirven de punto de partida en cada uno de los quince capítulos de la obra, estructurados en torno a tres partes que siguen un único esquema.
Primero, un sugerente relato de una escena citada al inicio. En él se recrean los ambientes y las costumbres y mentalidad del mundo judío en la época de Jesús. Pero, sobre todo, en medio de los escenarios que nos trasladan a contemplar como si presentes nos halláramos, se despliega la experiencia honda de los personajes. Su experiencia interna, esbozada con delicadeza por un narrador en tercera persona, pero que opta por la perspectiva de un personaje concreto, ya sea la de un amigo cercano de Jesús, la de José, la de la mujer sorprendida en adulterio, la de Marta, o la de la madre de los Zebedeos..., lo cual resulta sugerente y permite que el lector conecte desde lo hondo con su propia experiencia y proceso interior.
En segundo lugar, una reflexión más conceptual, pero nunca desarraigada de la realidad actual, sobre actitudes o experiencias antropológicas de las que el personaje de la escena bíblica se adivina como prototipo, y que afectan igualmente al ciudadano y creyente del siglo XXI. Aborda en ellas actitudes como la confianza, el perdón, la gratitud, el servicio..., así como distintas vetas de crecimiento, desde la integración de las heridas, pasando por la toma de conciencia y la superación de los prejuicios, hasta la experiencia del miedo como posibilidad.
En tercer lugar, una breve oración que no pretende resumir, sino integrar de algún modo lo contemplado y reflexionado en relación con Dios. Peticiones, agradecimientos o profundos pensamientos expresados en un sencillo «tú a tú».
En su globalidad, nos encontramos ante un libro no sólo fácil de leer, sino sugerente y profundo en muchos de sus planteamientos. Tras la aparente sencillez se puede reconocer el ojo lúcido de alguien que conoce la sociedad de hoy y que, siendo consciente de sus puntos débiles, se revela como un amante de lo real y, más concretamente, del ser humano real y contradictorio, buscador y timorato, confiado y traidor... En este sentido, la condición humana, en sus claroscuros, se va desplegando a través de los capítulos con una empatía y una esperanza muy jesuánicas.
Los quince capítulos presentan otras tantas situaciones, con el acierto de situarnos a un tiempo en la época de Jesús y en lo profundo de la experiencia humana de los personajes. Sin duda, a veces la imaginación del autor fuerza al lector –lectora, en nuestro caso– a ir por derroteros distintos a los que su propia lectura le había llevado. Pero, aun así, la pluma de Olaizola tiene la capacidad de adentrarnos de nuevo en la escena tal y como él la traza, con una ternura y un respeto muy especiales.
Tal como presenta las distintas figuras del evangelio, nos permite acercarnos al misterio de la persona del Jesús histórico, a sus gestos y miradas y a su posible experiencia interior. Al mismo tiempo, sugiere lo que supone para esas mujeres y hombres como experiencia de encuentro, de sanación, de perdón, de elección, de conversión, de iluminación interior... Así, desde Simeón hasta aquella viuda anónima que dio todo lo que tenía, pasando por Leví, las mujeres reconstruidas, Marta, el joven rico o Zaqueo, (además de otros «espectadores» más o menos anónimos), van desfilando posibles posturas ante el encuentro con Jesús y su Reino, lo cual lleva también al lector, casi sin darse cuenta, a posicionarse, a plantearse su vida y sus actitudes, a repasar en la memoria sus propias experiencias de encuentro.
En resumen, un libro fresco y actual, que enlaza con acierto y finura –como ya viene siendo habitual en este autor– la Palabra de Dios y la experiencia del ciudadano del siglo XXI. Es de agradecer la posibilidad de palpar tan de cerca que el diálogo con la mentalidad actual es posible, que el Evangelio es una respuesta humana y humanizadora para las personas que viven hoy en el mundo occidental. Un libro que transmite una imagen del Dios de la gracia y la ternura a través de un lenguaje narrativo que lo hace asequible a cualquier tipo de lector.
Es uno de mis preferidos
ResponderEliminarSí, verdaderamente es genial. Muy inspirado en todo lo que hace
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