Maggioni, Bruno: El Dios de Pablo. Y el Evangelio de la gracia. San Pablo, Madrid, 2008. 206 páginas. Comentario realizado por Marta Sánchez.
Bruno Maggioni, sacerdote y exegeta, escribe unas observaciones generales para profundizar en la figura de Pablo como apóstol y misionero. La originalidad de las cartas paulinas es doble. Por un lado, Pablo va a tomar un género literario (las epístolas) inusual en los textos veterotestamentarios. El segundo motivo es presentar el mensaje evangélico dando razones que ayuden a los corintios a superar su inmadurez teológica. Ésta es la idea central del autor: mostrar cómo Pablo descubre la novedad de Dios en el Crucificado-Resucitado. Para ello va a estructurar esta idea en cinco apartados.
El primer apartado versa sobre la figura del apóstol y su pensamiento. Pablo no es testigo ocular del Señor, pero el suceso de su conversión es narrado en tres momentos en los Hechos de los Apóstoles. ¿Cómo podemos explicar esas variaciones? Pablo recibe su misión por medio de Ananías. En sus cartas, el apóstol reiterará que la salvación es don de Dios y viene por la fe. Su testimonio es ser heraldo de la lógica en la historia de la salvación: el amor gratuito de Dios.
En un segundo capítulo, Bruno Maggioni señala las diferencias entre Pablo y Jesús. Jesús anuncia el Reino de Dios, que anticipa en su persona. Pablo predica sobre la fe en Jesucristo, verdadero Dios y Hombre. La suya es una cristología explícita; la de Jesús, en cambio, implícita.
En la tercera parte, Pablo y la tradición apostólica, B. Maggioni va a exponer el pensamiento paulino siguiendo la metodología propia del apóstol: leer las Escrituras. A diferencia de los Evangelios, que narran la vida de Jesús, Pablo va a escribir el Evangelio de la gracia. Éste es el principio arquitectónico de toda su teología. El apóstol toma la confesión más antigua y sintética de la fe cristiana, «Jesús es Señor», y desvela el espacio trinitario que hay en esta fórmula. Pero hay un matiz. El término «señor» sólo se usa para hablar del emperador de Roma. Y el Reino de Jesús es un reino de amor y servicio a los más pobres y necesitados, es un reino que Jesús anuncia y otorga con los últimos. Para el creyente actual, igual que para Pablo, es en la eucaristía donde recordamos, actualizamos y personalizamos que Cristo ha muerto y resucitado por nosotros.
El cuarto apartado es: Pablo y sus comunidades. Éste es el problema que afronta el apóstol en sus cartas. Si la novedad de la fe cristiana es conservar una armonía entre el pensar y el sentir (1 Co, 1,10), entonces ¿por qué hay discordias entre los miembros? Muchos problemas surgen al universalizar el mensaje de Jesús. Pablo tiene que solventar las dificultades que se originan en las comunidades donde conviven mentalidades judías, griegas, romanas... Pablo va a tratar de unificar a todos los creyentes llamándoles a la comunión con Dios, y desde el inicio de sus cartas unifica a todos los miembros. De este modo, la perspectiva local se amplía a un horizonte universal, la ekklêsía de Dios.
Para finalizar, B. Maggioni apunta algunos Fragmentos sobre la nueva condición del creyente, su libertad. La libertad es un don que Cristo nos ha revelado en la cruz. Y sólo contemplando al Crucificado se descubren los nuevos rasgos del rostro de Dios. Dios ha dejado de ser invisible y ha venido a nuestro encuentro.
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