Küng, Hans: Verdad controvertida. Memorias. Trotta, Madrid, 2009. 764 páginas. Comentario realizado por Javier de la Torre.
Hay autobiografías fascinantes, y sin duda la vida del teólogo católico Hans Küng (1928-2021) lo es. Tras su primer volumen de memorias, Libertad conquistada (2007), aparece esta segunda parte, en la que sigue haciéndose patente su compromiso por la reforma de la Iglesia católica como uno de los puntos neurálgicos de su autobiografía. En el primer volumen descubrimos cómo su pensamiento se fue labrando en los años de la Universidad Gregoriana (años 50), cuando se resiste a aceptar las sanciones a la nueva teología francesa (a Congar), la supresión de los sacerdotes obreros, la inflación del magisterio o el método escolástico ajeno a la realidad. También en los comienzos de los años 60 su espíritu de reforma y su actividad desbordante en torno al Concilio Vaticano II se hacen presentes. Küng tiene un amplio programa de reformas para acercarse más al evangelio: primado pastoral, laicos, liturgia, Escritura, ministerios, infalibilidad, etc.
Este segundo volumen de memorias comienza con el postconcilio, y más en concreto con la llegada de Joseph Ratzinger a Tubinga en 1966. De fondo plantea, comparando su trayectoria vital con la de su compañero de claustro y actual pontífice, los diversos caminos de ser católico después del concilio. Küng va mostrando sus dificultades para encarnar muchas de las ideas reformistas del concilio en la Iglesia del postconcilio. Las «provocaciones» de Pablo VI (celibato, píldora...), las revueltas «eclesiales» del 68 y las primeras reacciones de algunos teólogos, las discusiones sobre la infalibilidad papal, los problemas con su libro La Iglesia en la Congregación para la Doctrina de la Fe, la «reductiva» manera de integrar la hermenéutica bíblica y los nombramientos de los obispos... son algunos ejemplos.
En los años setenta comienza su época cristológica, en la que profundiza su metodología teológica y elabora una presentación del Nazareno «desde abajo» que culmina en su libro Ser cristiano. Esta década termina con la dramática retirada de la «missio canonica» para enseñar en Facultades de teología católicas (1980). Estos años (1966-1980) ocupan todo este segundo volumen de memorias. Küng ha seguido con sus proyectos abriéndose al diálogo con las otras religiones (década de los 80) y trabajando por la elaboración de una ética mundial (años 90), convencido, desde su fe católica, de que es posible encontrar un mínimo común de valores, actitudes y normas entre las religiones y para todos los seres humanos.
Cuatro, a mi juicio, son los valores de fondo de la biografía que presentamos de Hans Küng. El primero es su enorme coraje público para decir la verdad, no callar, no ocultar, ser sincero, no resignarse ni amoldarse cínicamente. Además, tiene impaciencia por discutir los problemas que creíamos haber superado hace tiempo y por exigir unas reformas en la Iglesia (moral sexual, ordenación de casados y de mujeres, elección de obispos, papado, etc.).
Otro valor es su profundo amor por el mundo, que le lleva a trabajar desde muy temprano sobre la encarnación (cristología de Hegel), a escribir un libro sobre un cristiano en el mundo como Tomás Moro, a publicar libros sobre poetas y músicos, a viajar a diferentes países y aprender idiomas, a disfrutar del deporte, las tertulias y la música, a tener amigos de diversas religiones y confesiones cristianas... Küng está siempre preocupado por que su teología sea para los hombres y mujeres de hoy, para el pueblo de Dios, y en un lenguaje comprensible a sus contemporáneos.
Un tercer valor es su apasionada búsqueda de la verdad, que le lleva hacia lo originario, lo auténtico y lo central. Su tesis doctoral sobre la doctrina de la justificación es muy esclarecedora. Küng cree poder siempre encontrar un núcleo esencial común entre protestantes y católicos en la justificación, una determinada eclesiología ecuménica entre las confesiones cristianas, una determinada cristología para creyentes y no creyentes de nuestro tiempo, una ética mundial entre las diferentes religiones. En sus obras se pregunta por la esencia, el centro, los orígenes, el núcleo, los elementos estructurales centrales.
El cuarto valor es la «libertad» conquistada. La pasión por lo originario le hace desprenderse con libertad o minusvalorar lo que se considera derivado, secundario, no-esencial, tradicional. Para Küng no hay áreas irreformables en la Iglesia, la tradición es norma normata, los dogmas pueden ser abandonados en algunas ocasiones, las adherencias culturales tienen que ser revisadas para ver si son conformes (secundum) al Evangelio. En el fondo late una pasión por lo genuino que le proporciona gran libertad. Ese núcleo puede desarrollarse de diversos modos: formas de convocar concilios, variedad de ministerios y carismas, diferentes teologías, diversos paradigmas... Y en esa pluralidad de desarrollos es menester dejar libertad al individuo para escoger, respetar la diversidad, pues estas esferas no son parte del núcleo esencial de la revelación, y sólo se requiere unidad en lo esencial y variedad en lo secundario.
En fin, lo que esta autobiografía nos ofrece es un testimonio de coraje por reformar la Iglesia, de amor al mundo, de pasión por la verdad más originaria y central y de una libertad conquistada. Estos son, a mi juicio, los valores de este teólogo «ochentón» que sigue haciéndonos pensar.
FELICIDADES POR ESTE EXCELENTE COMENTARIO SOBRE HANS KUNG...CUANTOS KUNGS NECESITA SIEMPRE ESTA IGLESIA PARA SER MAS FIEL AL EVANGELIO DE JESUS
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