Polkinghorne, John: Explorar la realidad. La interrelación entre ciencia y religión. Sal Terrae, Santander, 2007. 199 páginas. Traducción de José Manuel Lozano Gotor. Comentario realizado por Miguel Lorente Páramo.
El autor, pionero en el diálogo actual entre ciencia y religión, fue profesor de física teórica en la Universidad de Cambridge hasta que en el año 1979 decidió abandonar la cátedra, estudiar teología y ordenarse sacerdote dentro de la Iglesia anglicana. Desde entonces cultiva la enseñanza y la investigación en temas relacionados entre la ciencia y la religión con gran reconocimiento: en 2002 recibió el Premio Templeton. Ha escrito numerosos artículos y más de 20 libros en los que ha ido recogiendo temas tales como el realismo crítico, el diseño biológico, el principio antrópico, el pan–enteísmo, el monismo de doble aspecto, la naturaleza y temporalidad de la acción divina, y una mínima aportación a la kénosis. En todos ellos manifiesta una postura más tradicional que otros pensadores del diálogo fe y ciencia tales como Ian G. Barbour y Arthur Peacocke, autores éstos que han introducido la teología del proceso.
El hilo conductor del libro es que entre el mundo de la ciencia y el de la religión, aparentemente tan distantes el uno del otro, tanto por su método como por su contenido, existe un puente capaz de unirlos. Precisamente, la palabra intertwining, que aparece en el título original, está sacado del lenguaje matemático y se aplica a los operadores que se pueden transformar uno en el otro. Aunque el título principal del libro es apologético, pues pretende ayudar a los científicos a profundizar su fe con ayuda de las herramientas intelectuales que le ofrece la ciencia, en el desarrollo de los temas se hace una presentación por separado, como lo harían un especialista en física y otro en teología.
A un nivel puramente expositorio, sin la pretensión de ser una prueba filosófica, comienza el primer capítulo presentado su postura epistemológica, de realismo crítico «a la Popper».
Presentada esta postura, en el mismo capítulo hace una aplicación general tanto a las ciencias experimentales como a la teología, reservándose los capítulos siguientes, 2 y 3, para hacer aplicaciones particulares en los capítulos: el nexo causal en el mundo y la evolución.
Siguen a estos primeros capítulos otros de alta divulgación teológica, uno sobre el Jesús histórico y otro sobre la realidad divina de la Trinidad.
Aunque el objeto sea poner al científico ante la realidad que se le presenta inmediata y le asegura en su fe, no parece que exista continuidad con los tres temas anteriores, ya que el concepto de realidad que se utiliza y el método de acercarse a ella es diferente en los dos mundos. No se puede objetar que los argumentos de la teología son los mismos que los de la ciencia, porque ambos usan diferentes ámbitos de conocimiento.
Sigue un capítulo dedicado al tiempo, primero en su dimensión filosófica —Parménides y Heráclito— que ayuda a comprender la acción de Dios en el mundo, y es, a mi entender, el capítulo que mejor cumple el ser intertwiner entre la ciencia y la religión.
Los tres últimos capítulos están dedicados a temas teológicos y éticos: el Espíritu y las religiones, y sobre el problema del mal, este último que debe ser respondido desde una perspectiva de la kénosis y de participación de Dios en la vida del hombre.
Finalmente, se aborda el problema de la bioética en el que el autor, además de exponer con dominio los rasgos fundamentales de los problemas que suscita la genética, desarrolla también algunos aspectos tales como los del uso de las células madre con fines terapéuticos, exponiendo los principios que se aducen para dar una u otra respuesta y abordando además la postura de la Iglesia católica sobre el comienzo de la vida humana en el momento de su concepción.
En resumen, a pesar de ser un libro repetitivo en su contenido, se lee todo él con gusto, especialmente los capítulos dedicados a la física o a la teología. En conjunto cumple bien con el objetivo que se propone: construir un puente que facilite a los científicos acercarse al misterio de la fe con más herramientas intelectuales y a los teólogos a ampliar su problemática a temas que no se conocían en el pasado.
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