viernes, 4 de octubre de 2019

José Antonio García: Ventanas que dan a Dios. Por Xavier Quinzá

García, José Antonio: Ventanas que dan a Dios. Experiencia humana y ejercicio espiritual. Sal Terrae, Santander, 2011. 272 páginas. Comentario realizado por Xavier Quinzá.

Quiero aprovechar que hoy me encuentro con un poco más de fuerza para comentarte, querido lector, que hace un mes tuve un accidente de moto que me ha tenido postrado durante este tiempo. Sin fuerza, sin energía, veía cómo iban pasando los días sin que saliera ningún libro nuevo en el blog. Bien, hoy quiero romper esa tendencia, presentando un libro muy especial para mí: Ventanas que dan a Dios. Simplemente, es un libro que inspira, anima y entusiasma; un libro que te llevará a aceptar la realidad tal y como es. En ocasiones no entiendes, no sabes por dónde van los tiros... No importa. Déjate llevar y conducir por aquel que todo lo alcanza. Confía. [Nota del administrador].
 
Toño García ha escrito un libro en el que nos aporta un enfoque puramente espiritual, pero desde un repertorio enorme de conocimientos culturales sobre el mundo de cada día. Un saber «espiritual» que se reconstruye cada día y se enraíza en la existencia desde su misma fragilidad cultural.

La fragilidad de la cultura en la que vivimos, respiramos y somos es la de la incertidumbre: sus conclusiones se nos presentan como «lo obvio», pero sabemos que nunca lo son del todo. Muestra una consistencia muy grande, pero sólo como un lugar para ejercitarnos en el discernimiento de las señales que nos envía. Los signos cotidianos indican siempre y en primer lugar dónde y junto a quién nos ocupamos en determinar cómo están las cosas.

Si se nos van abriendo las ventanas del corazón, por ellas podemos asomarnos a ver el mundo de otro modo. Pero a la vez, de afuera nos entra una nueva luz que ilumina lo que somos y nos capacita para ver y para vernos. La lente de contacto desde la que vemos está formada por ese cruce de miradas entre lo espiritual y lo cultural: los valores compartidos que promueven identidad.

El libro que comentamos nos viene a decir, muy «a lo san Ignacio», que en realidad, lo que abre o cierra ventanas es nuestra mirada. El otro (el mundo como alteridad constitutiva) se nos revela desde nuestros propios ojos. Y el problema es si tenemos los ojos «abiertos» para mirar desde una limpieza de corazón y si, en todo caso, necesitamos otra mirada que nos los abra.

A los discípulos descorazonados camino de Emaús «se les abrieron los ojos» (Lc 24,32) y pudieron ver y reconocer a Aquel a quien teniéndolo a su lado en el camino no habían visto. Era la decepción lo que les nublaba la mirada y desde ella en el corazón no podían «reconocerlo». Es la mirada, interesada o no, la que cautiva o libera nuestro corazón para ver a Dios. Son nuestros ojos las ventanas que se abren para reconocerlo en todas las cosas.

La «virtud», la fuerza, el dinamismo de la mirada es clave para acertar en nuestra lectura de la realidad. Sobre todo porque lo que miramos no son datos sino signos y estos sólo se nos abren desde el código adecuado en el que han sido escritos. Leer el mundo necesita «ventanas» para descubrir que por ellas somos capaces de «ver a Dios».

Es desde esta clave, según me parece, como se nos presenta la sabiduría de este libro. Cuando san Ignacio nos dice que «le parecían todas las cosas nuevas» después de su experiencia en el río Cardoner en Manresa, nos está alertando de otra visión: la de una persona de mirada «iluminada», despierta, que diríamos hoy. El autor nos habla de «una lente especial», una lente de contacto para nuestros ojos del corazón.

La fe cristiana es un modo de estar arraigados en Dios, la única consistencia de nuestra existencia, de nuestra relación, de la historia toda. Se nos invita a hacer un proceso, un ejercicio de perforación de la faz de las cosas, para percibir sus raíces sagradas en un clima de admiración y agradecimiento, para que nos vayamos afectando a una entrega total de lo que somos y tenemos.

En resumen, es todo un proceso a lo que se nos invita: de los datos que percibimos a los signos que interpretamos y leemos; y desde ellos a la revelación de que nuestro mundo y nuestra cultura nos están invitando a volver a la escuela del Don.


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