Medina Balguerías, Marta: Atraídos por lo humilde. PPC, Madrid, 2019. 144 páginas. Comentario realizado por Luis Ignacio Martín Montón.
“Todos tenemos deseos”. Así de sugerente es el inicio del primer capítulo que nos ofrece Marta Medina en su primer libro, que tiene como origen la memoria de síntesis de su grado en Teología, y en el que nos propone un recorrido por todos los aspectos de la fe, sin dar paseos en vano ni vagabundear sin destino, sino que todo guarda relación y lo mira desde la perspectiva de la humildad -acaso con H mayúscula-; con “la lente de la humildad”, como explica la autora en el prólogo.
Deseo, amor, atracción, apariencias, autenticidad, bien... En los primeros capítulos, se van desgranando conceptos cotidianos que conocemos, pero que nos costaría definir o explicar -tal vez porque no nos detenemos lo suficiente a pensar en ello-, y que aquí son utilizados a través de frases sencillas y cargadas de sentido para dar pasos, envolvernos y adentrarnos en algo más profundo, complejo, casi sin darnos cuenta —lo que el lector agradece— y transitar así por los caminos de la reflexión que la autora nos sugiere. A medida que vamos avanzando en la lectura vamos obteniendo conclusiones que ya parecían estar ahí, delante de nosotros, pero no sabíamos articular.
En los siguientes capítulos, cada uno de ellos dedicados a un atributo divino (ser, bien, verdad y belleza), no solo describe y desarrolla la atracción por lo humilde e invita al lector a experimentarla, sino que le propone preguntas sobre su propio ser —-siempre tratándolo de un modo delicado— y del encuentro del ser humano con Dios, distinguiendo, pero no separando, nuestra relación con los demás de nuestra relación con Dios, para llegar a distintas conclusiones. Una de ellas consiste en que para entender el Amor de Dios —y por tanto el amor al prójimo que procede de Él— y para recibir y entregar ese amor, hemos de pasar por la humildad. Es en esta parte donde encontramos concreciones, algo que se echa de menos en obras similares, además de explicar algunas aparentes paradojas de un modo claro, sencillo, pero no exento de profundidad. Con ejercicios de análisis deliciosos, como el de la definición de la propia palabra “humildad”, consigue un contraste entre conceptos, ideas y razonamientos trascendentes, por un lado, y términos y un lenguaje sencillo, por otro, incluso hablando sobre la eternidad —último capítulo— y los sacramentos: “máxima transparencia de la belleza del amor de Dios en la vida humana”.
Especial atención presta a la persona de Cristo como encarnación de la humildad de Dios, como Verdad humilde, y hace hincapié en el vínculo entre dicha humildad y la libertad que Dios nos concede para relacionarnos con Él. Destaca, también, el valor que le da a la cotidianidad como ámbito donde vivir y crecer en la fe.
En líneas generales emplea un estilo divulgativo, pero en absoluto meramente intelectual (además de filósofa y teóloga, Marta Medina ha sido catequista y se nota), siempre valorando lo positivo, con un sentido esperanzador y enriquecedor que alienta al lector a recorrer el sendero de la humildad, pues se vislumbra que al final se encuentra el Amor.
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