Guijarro, Santiago: El camino del discípulo. Sígueme, Salamanca, 2015. 173 páginas. Comentario realizado por Ramón Gómez Ruiz (Seminario Monte Corbán, Santander).
La vida cristiana se caracteriza por la vivencia discipular de aquel que, asumiendo los compromisos que nacen del Bautismo, sigue a Jesús. Desde la Iglesia se apela constantemente a que los creyentes asuman su papel, su tarea, su carisma y su misión como respuesta al infinito amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Por eso es importante que, como cristianos, ahondemos en esta dimensión discipular de la existencia cristiana.
Una propuesta para ello es “el camino del discípulo” que el sacerdote operario diocesano y biblista Santiago Guijarro (1957) nos propone en las 173 páginas de este ensayo. Para ello es fundamental que nos acerquemos a la Sgda. Escritura como una realidad viva y que nos interpela pues “la Biblia nos cuenta experiencias de fe con las que los creyentes podemos dialogar porque esta es también una vivencia que nosotros tenemos. Más aún, estas vivencias de fe son para nosotros ejemplares, y por eso acercarnos a ellas resulta siempre un estímulo que enriquece nuestra propia relación con Dios” (pág. 10) y para ello es fundamental ahondar en la clave discipular que atraviesa todos estos relatos, estas experiencias, estas vidas, pues “vivimos un tiempo en que es necesario revitalizar y renovar las experiencias fundamentales de la fe. El discipulado, que incluye la vivencia de haber sido llamados para seguir a Jesús y para ser enviados por él, es sin duda una de estas vivencias esenciales” (pág. 11).
El primer capítulo nos acerca a los relatos vocacionales del evangelio de Marcos y nos sitúa ante dos realidades muy concretas que se explicitan posteriormente: las dos llamadas de Jesús a los doce y los otros discípulos.
El capítulo segundo nos sitúa ante la primera llamada de Jesús a los Doce, llamada hecha en el horizonte del Reino. Jesús llama a los primeros discípulos, crea el grupo de los Doce y los envía. Es muy importante tener en cuenta todos los detalles que va desgranando Guijarro para poder comprender la importancia suma de la llamada y de la creación del grupo-comunidad de los Doce. Y el lector de Marcos también tiene que sentirse interpelado y llamado.
El tercer capítulo nos sitúa ante la segunda llamada que, a diferencia de la primera, se sitúa en el horizonte de la Pasión. La segunda llamada nunca es distinta de la primera “sino una invitación renovada” (pág. 62). La segunda llamada se sitúa en el horizonte de la Pascua y revela una nueva realidad y, por tanto, un nuevo modo de vivir la condición discipular. Para aquellos que estén familiarizados con Marcos descubrirán cómo los anuncios de la Pasión juegan aquí un papel clave y fundamental. Pero no podemos descuidar que la introducción de un nuevo horizonte sitúa a los discípulos en una “crisis”, es decir, en una necesidad tremenda de resituarse y confrontarse con Jesús. Y el lector de Marcos está llamado a hacer el mismo proceso que los Doce.
El capítulo cuarto nos lleva ante una de las cuestiones que comentábamos hace un momento: los otros discípulos. Aquí Guijarro profundiza en una serie de personajes que revelan actitudes fundamentales del discipulado y que contrastan con los discípulos que no siempre están en plena comunión con Jesús.
El último capítulo, el quinto, nos revela la esencia de todo camino discipular: ir detrás de Jesús. Este es el camino que tienen que hacer los discípulos. Camino que descubre la identidad existencial y vital de Jesús: Mesías Hijo de Dios, y que opera en el seguidor del Maestro un cambio de voluntades, que acompasa la voluntad del discípulo con la del Señor, que no es otra que la voluntad del Padre que está en los cielos.
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