Fink, Eugen: La filosofía de Nietzsche. Herder, Barcelona, 2019. 320 páginas.Traducción de Alberto Ciria. Comentario realizado por José Manuel Iglesias Granda.
Eugen Fink ofrece en La Filosofía de Nietzsche una completa y valiosa aproximación a la obra de este importante pensador. Con la maestría y erudición de un auténtico especialista en filosofía, el que fuera discípulo de Husserl y Heidegger hace un recorrido por los principales textos nietzscheanos. Desde un talante crítico a la vez que respetuoso para con la figura del rompedor filósofo, el autor va desgranando cada una de sus obras. Tratando de ofrecer, casi desde el primer momento, una serie de líneas maestras de todo el pensamiento de Nietzsche.
Así pues, el libro que tenemos entre manos se divide en cinco capítulos principales, de los cuales cuatro abordan una época concreta de la producción intelectual del filósofo y el quinto y último ofrece una contextualización de su obra con relación al conjunto de la metafísica occidental. El primero de ellos, “la «metafísica del artista»” se ocupa de sus primeras obras. O sea, las que van desde El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música hasta las Consideraciones intempestivas. Como el propio nombre del capítulo indica, Friedrich Nietzsche desarrolla en sus primeras obras una comprensión metafísico-ontológica del cosmos claramente extrapolada de una visión muy concreta del impulso artístico. Para este Nietzsche, el sueño humano creador de imágenes es análogo al poder ontológico que engendra formas e imágenes y al que él mismo denomina Apolo; a su vez, la embriaguez (sensación humana de que las fronteras desaparecen) es elevada también a principio cósmico que revienta, desgarra y reabsorbe todas las figuras, todo lo finito e individualizado, para fundirlo de nuevo en el Uno Primordial. Así pues, puede decirse que El nacimiento de la tragedia es una auténtica interpretación de la realidad en su conjunto a partir del arte. Arte que tiene el papel simbólico de reflejar los dos principios ontológicos fundamentales que, lúdicamente, combaten entre sí: Apolo y Dioniso.
En las Consideraciones intempestivas, late también esta misma metafísica, aunque de forma implícita. En ellas, nuestro filósofo se ocupa del problema de la cultura, de la historicidad del hombre y de la figura del genio. Ahora bien, ¿de qué manera late esa metafísica del artista?; pues, precisamente, a partir de una concepción del tiempo según la cual este es la forma en que impera el juego de Dioniso. Dado que el tiempo campa en el propio fondo del mundo, puede adquirir una seria importancia en el ámbito de lo existente que se manifiesta. Así pues, la historicidad de la cultura es el reflejo humano de ese juego ontológico que se revela con el genio.
En el segundo capítulo, “La ilustración de Nietzsche”, se aborda el periodo de tiempo comprendido entre Humano demasiado humano y La gaya ciencia. Aquí, a ojos de Fink, nos encontramos a un Nietzsche mucho más frío y racionalista, que deja atrás su visión metafísica de la existencia para empaparse de lleno de una visión de la vida meramente antropológica (no tanto cósmica) y de tintes claramente biologicistas. Humano demasiado humano se caracteriza por una interpretación psicologizante de la vida en la que cabe destacar la “genealogía” del ideal a partir de su opuesto —“lo llamado sobrehumano no es realidad sino una quimera demasiado humana”—. Así pues, Nietzsche va diseccionando en esta obra los grandes sentimientos de la humanidad, desenmascarándolos como un embuste supremo: el derecho surgiría del provecho común, la verdad a partir del impulso de falseamiento, y la santidad de un trasfondo impío de instintos y rencores. En este sentido, detecta Fink en Nietzsche una más que evidente pérdida del sentido de la grandeza humana; pues, al señalar cuestiones que pueden tener mucho de realidad, no tiene reparo en tirar por el sumidero todo lo auténticamente bueno y noble de la naturaleza humana. ¿No es posible un término medio, o sea, una visión humilde del ideal reconciliada con la miseria y la mediocridad humanas?
Por otra parte, Aurora y La gaya ciencia continúan esta estela positivista que venimos detallando. La ciencia es concebida en ellas como un medio para cuestionar la religión, la metafísica, el arte y la moral… Se trata, realmente, de una forma de liberación de “lo pesado” que aletarga al espíritu y le subsume en la esclavitud del ideal. De esta manera, puede decirse que esta filosofía ilustrada de Nietzsche viene a preparar lo que será luego considerado la plenitud de su pensar. Plenitud que bien puede resumirse en las cuatro ideas clave de: 1) la muerte de Dios; 2) la voluntad de poder; 3) el eterno retorno de lo igual, y 4) el superhombre; y que ya saldrá a la luz en su siguiente obra: Así habló Zaratustra.
Eugen Fink no escatima páginas en su exégesis de la considerada obra capital de Nietzsche. En este libro, el filósofo —siempre a ojos de Fink— ahonda en su interés por devolver a la vida su carácter de desapego, de no estar comprometida… por desprenderse de las cargas opresivas de Dios, la moral y el más allá… por ganar para la libertad humana un nuevo margen de espacio donde pueda organizarse de forma nueva en función de sí misma y progresar hacia nuevos proyectos vitales. Nietzsche vive este libro como la expresión original de una gran fuerza figurativa que le atraviesa y que pugna por hacer nacer en su persona una nueva forma de ver la vida. Esta nueva forma parte de la muerte de Dios y de las nuevas posibilidades que la existencia humana experimenta a partir de este acontecimiento —el cual supone en el fondo la caída de todo el mundo ideal o supraterrenal—. Esta libertad reinstalada no es ciega, a ojos de Nietzsche, sino que se torna en una libertad para la Tierra. Así pues, los instintos de autosuperación del hombre son reencauzados hacia su lugar original, instando, de esta manera, a un nuevo tipo de fidelidad: la fidelidad a la Tierra. La Tierra es aquello que engendra todo lo que existe; por ello, la destinación esencial del hombre pasa por unir sus impulsos creadores a los de ella. La voluntad de poder es aquello que lanza al hombre a desarrollar los impulsos subyacentes a la Tierra misma, abriéndole así de una forma nunca vista al mundo. La voluntad de poder insta a participar de la vida del mundo en primera persona y como un mero observador, hace al hombre partícipe del verdadero impulso vital que todo lo rige y que está más allá de cualquier categorización con la que se intente captar. Ahí, precisamente, es donde cabe comprender la idea del eterno retorno. El eterno retorno implica la vivencia de un mundo más allá de cualquier coordenada impuesta, de un mundo que es pura vida sin principio ni fin y que al modo del juego de un niño existe indiferente a todo bien o a todo mal. Rilke captó muy bien estas ideas nietzscheanas en sus elegías, y Fink lo expone con tal claridad que permite al lector un poco versado en filosofía aclararse con estos conceptos tan complejos y comenzar a trazar conexiones entre los distintos pensadores que en el siglo pasado han bebido de la fuente de Zaratustra.
Y es que, la filosofía de Nietzsche es de digestión compleja. Él mismo lo sabía, de ahí que señalara que la mayor tarea del hombre era el propio superhombre. O sea, el alumbrar a aquel género humano capaz de superar la idea del eterno retorno (esto es, la idea de que hagas lo que hagas todo será igual) y hacerlo con la ligereza de espíritu con la que un bailarín ha de interpretar el más complejo de los ballets.
Repasado el Zaratustra, Fink dedica el cuarto capítulo a las últimas obras de Nietzsche. En ellas, el filósofo se esfuerza por destrozar y desmontar lo que queda de la tradición occidental. Así pues, el estudioso que nos guía por su obra concibe que lo principal de Nietzsche ya está dicho, y que en estos últimos libros viene a aflorar el lado más sofista del gran pensador alemán. Aun con todo, el autor no se ahorra detalle al repasar obras tan sonadas como Más allá del bien y del mal, La genealogía de la moral o El Anticristo. Todo ello, para terminar con un interesante capítulo en el que, entre otras cosas, hace gala de su condición de discípulo de Heidegger al reflexionar a partir de la lectura heideggeriana de la filosofía de Nietzsche. Obviamente, entrar en este tema con el detenimiento con el que se han abordado los que para Fink son los principales del libro ocuparía muchas más páginas de las que demanda una reseña. Por tanto, no cabe más que concluir ya; y hacerlo señalando el gran valor de este texto, reeditado sabiamente por Herder el pasado 2019. Estoy convencido de que a cualquier estudiante de filosofía o interesado (con cierto bagaje) en la materia le será de gran ayuda tener un ejemplar en su biblioteca.
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