miércoles, 26 de octubre de 2022

Francisco José Soler Gil: El enigma del orden natural. Por Leandro Sequeiros

Soler Gil, Francisco José: El enigma del orden natural. Exploraciones en la frontera entre la Física y la Filosofía. Editorial Senderos, Sevilla, 2020. 274 páginas. Comentario realizado por Leandro Sequeiros (Presidente de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta -ASINJA-).

Desde los inicios del pensamiento racional en occidente, los filósofos intentaron comprender el mundo en que vivimos. Y muy pronto dentro de la cultura griega se aceptó que existe una “regularidad” en el modo de funcionar la realidad. A ese mundo se le llamó “Cosmos”, es decir, “orden”. Un orden que se oponía al caos y daba sentido a la physis, a la naturaleza. El debate sobre el “orden natural” es antiguo en la historia de la filosofía y en la historia de las ciencias con necesarias implicaciones teológicas. Pronto los filósofos apuntaron a la existencia de una “ley natural” que rige el orden del mundo. Pero se preguntaron desde muy pronto: ¿Hasta dónde se extiende el orden natural? ¿Se trata de un orden objetivo, ontológico, o se trata solo de una construcción instrumental humana elaborada culturalmente en un deseo de controlar la realidad que nos rodea? ¿Posee este orden un carácter determinado? ¿Es necesario el orden natural para entender el mundo y hacer ciencia? ¿Es un orden intencional, es decir, el orden natural se explica por sí mismo o es necesario invocar a una inteligencia ordenadora? ¿Es bello el orden? ¿Hasta qué punto cabe esperar que resulte accesible al entendimiento humano? 

Estas son las preguntas que el doctor Francisco José Soler Gil, profesor del Departamento de Filosofía y Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Sevilla, aborda con solvencia. El volumen está organizado en dos partes de extensión desigual. La primera parte de este volumen es la más extensa e intenta responder a estas preguntas. Los cinco capítulos corresponden a una serie de conferencias pronunciadas por el profesor Soler Gil en el “Curso de Historia y Filosofía de la Ciencia y de la Técnica” que organiza anualmente la Real Academia Sevillana de Ciencias y la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla. Para el autor, el orden natural está en el trasfondo de todos los temas fronterizos entre las ciencias físicas (las ciencias de la naturaleza en sentido amplio) y la filosofía. Los filósofos griegos llamaron “cosmología” al intento racional de acceder al conocimiento de la realidad material utilizando la fuerza de la propia razón. Desde una epistemología que opta por la racionalidad realista, el autor descubre a través de las tareas de los científicos no solo la regularidad de los procesos naturales sino el orden ontológico, objetivo subyacente al mismo. Esto es lo que hace posible la ciencia como descubrimiento formal de las leyes que rigen ese orden y, dando un paso filosófico, preguntar cómo ese orden a llegado a ser tal. El camino que siguió Aristóteles y recuperó Santo Tomás señala un itinerario perenne que han seguido los científicos. 

La segunda parte del libro contiene resumidamente el enfoque explicativo clásico en el que dichas cuestiones han sido enmarcadas y respondidas por la filosofía, así como las principales alternativas del pensamiento contemporáneo a este análisis clásico del orden natural. Desde diversos campos de la filosofía, ha sido cuestionada la objetividad de este orden. Desde el siglo XX algunas escuelas filosóficas han cuestionado si las teorías científicas, especialmente las que proponen los físicos, son verdaderas (en el sentido de que representan una realidad subyacente que existe independientemente de nosotros), o bien son construcciones mentales o sociales sin relación con una realidad que podría ser incognoscible (como los noúmenos de Kant) o incluso inexistente. 

El análisis clásico del orden natural puede definirse así, en palabras de Soler Gil: “Encontramos, por tanto, una línea de reflexión sobre la experiencia de la seguridad, estabilidad y regularidad de los dinamismos naturales, que parte de la generalización y la interpretación matemática (…) Buscar las leyes matemáticas de la naturaleza promulgadas por Dios se convertirá por tanto en el objetivo de la actividad científica… A esta línea de reflexión podemos denominarla el ‘análisis clásico del orden natural’”.

Visto así, no es de extrañar que la filosofía decimonónica materialista y atea y sus derivadas, que han alcanzado cierta dominancia, haya reaccionado oponiéndose frontalmente al análisis clásico del orden natural recurriendo a opciones anti-realistas como estas: 

La primera de ellas es el cientifismo según el cual el orden natural surge de forma espontánea por selección natural, que se aplicaría, no sólo a la evolución biológica, sino también a la cosmología. En segundo lugar –tal como expone el doctor Soler Gil–, otra alternativa al realismo científico es el constructivismo social, que afirma que las teorías científicas son construcciones culturales que surgen de negociaciones entre diversos grupos académicos... y no pueden desvelar nada parecido a una “estructura objetiva” o “estructura real” del mundo. Un modo de hacer ciencia opuesto al de Copérnico, Kepler, Galileo, Newton y Einstein. 

El tercer intento de un modelo alternativo al orden natural objetivo es el del realismo interno de Hilary Putnam, una postura aparentemente realista, pero con un fondo anti-realista. Y el cuarto intento es el de la meta-inducción pesimista de Larry Laudan. De acuerdo con Laudan (1981) “lo que la historia de la ciencia nos ofrece es una plétora de teorías que fueron exitosas y (por lo menos hasta donde nosotros podemos juzgar) no-referenciales respecto de muchos de sus conceptos explicativos centrales”.

Tras un análisis detallado de todas estas posturas, la conclusión del libro de Soler es que el orden natural objetivo “reaparece, una y otra vez, detrás de todos los intentos de explicarlo o de anularlo... Y lo que queda así al descubierto es... una nueva faceta enigmática en la muy enigmática cuestión del orden natural: la imposibilidad de verlo desde fuera. La imposibilidad de no presuponerlo de un modo u otro cada vez que lo queremos explicar”. 


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