lunes, 14 de julio de 2025

Carlo Maria Martini: Meditaciones sobre la oración. Por María Arinero García

Martini, Carlo Maria: Meditaciones sobre la oración. Confesiones de un viejo cardenal. PPC, Madrid, 2011. 248 páginas. Comentario realizado por María Arinero García.

Este libro se publicó en Italia en 2009. Si se pusiera esta última fecha en relación con los numerosos acontecimientos que se encuentran en la biografía de C.M. Martini, se podría decir que la publicación se realizó 65 años después de su ingreso en la Compañía de Jesús; 31 después de su nombramiento como rector de la Universidad Pontificia Gregoriana; 30 años después de que fuera nombrado obispo de la archidiócesis de Milán, una de las más grandes del mundo; o 29 después de que fuera elevado a cardenal. Por no citar fechas de publicación de otros libros sobradamente conocidos. No, no son estos hitos los más importantes a la hora de hablar de «Meditaciones sobre la oración». Quizá lo más apropiado es hacer referencia, precisamente, a la fecha de su nacimiento, pues recoge en este libro una experiencia vital tan compleja y extensa como la vida misma. Es decir, estas meditaciones vitales tienen el poso de alguien que ha vivido ya más de 80 años. 

Es esta la idea que parece desprenderse de sus palabras en la introducción: «Quien ha alcanzado determinada edad está en condiciones de tener una cierta mirada sintética sobre su propia vida, reconociendo los dones de Dios (...) Estamos invitados, por tanto, a una lectura sapiencial de nuestra historia y de la historia del mundo» (cf. pp. 9 10). Martini reflexiona sobre la oración en general y sobre situaciones en particular. Y lo hace a partir de sus propias experiencias, aunque también recurre a grandes orantes y maestros de oración. 

Quien esté buscando una introducción a la oración (para sí mismo o para presentarla a los demás) puede decir que aquí la ha encontrado. También estará de suerte quien ande buscando una guía para llevar a cabo la lectio divina (con una breve pero clara explicación de los tres pasos –lectio, meditatio, contemplatio y numerosos ejemplos). Incluso se sentirá afortunado aquel que quiera reflexionar sobre la oración y sobre el ser humano que ora, con sus dificultades, sus posibilidades, sus condicionantes, sus necesidades... 

Esta es, pues, una amplia reflexión sobre la oración. No en vano, el libro tiene tres partes claramente diferenciadas. El título de la primera es suficientemente elocuente. Bajo las claves de «aprender a rezar» e «itinerario de la oración», Martini va desarrollando claras y sencillas sugerencias para orar: la postura del cuerpo, una invocación del corazón, la partida y la vuelta a una página de la Escritura especialmente relevante, qué entrada hacer, o la necesidad de un ritmo de oración para crear hábito en nuestra vida. Lo curioso es que este maestro de oración parte del no saber orar, de las dificultades que surgen a lo largo de la vida (que él mismo ha experimentado) y de la necesidad continua de recurrir a las palabras de Jesús cuando propone a sus discípulos que se dirijan al Padre diciendo: «enséñanos a orar». Precisamente a partir de estas palabras del evangelio de Lucas, Martini presenta también distintos textos del evangelista para orar con ellos. Y lo hace como un itinerario para el discípulo (como ya hiciera en otro de sus conocidos libros: Itinerario del discípulo, Sal Terrae, Santander 1997) y de una manera pedagógica (explicando su contexto y haciendo análisis históricos y léxicos muy asequibles para cualquier lector). En este caso, los textos que se presentan tienen como protagonista la oración: el Magnificat de María, la oración de Jesús en Getsemaní y en la cruz, el Padrenuestro o la oración de la comunidad, entre otros. 

En la segunda parte se presenta un compendio de unas meditaciones dictadas en Ávila en 1995 a un grupo de presbíteros de la diócesis de Milán. Martini sigue reflexionando sobre la oración y recurre frecuentemente al pensamiento y planteamiento místico de santa Teresa y san Juan de la Cruz. Con ellos quiere referirse a la oración y sus circunstancias. Aborda la oración mental que, sin desplazar a la oración en la eucaristía o el rezo de la Liturgia de las Horas, es fundamental para llegar a una profundidad, una vivencia de Dios en lo hondo, una reflexión vital seria. Sus palabras están fundamentadas en la propia Escritura («cuando reces, entra en tu habitación y, cerrada la puerta, reza a tu Padre que ve en lo secreto...»: Mt 6,6), de la que también parte santa Teresa. En ella, el itinerario de oración lleva precisamente a vivirla como don. 

El camino de oración no está exento de dificultades. Martini señala las deformaciones que puede sufrir la oración a partir de hipocresías, supersticiones e incoherencias entre la oración y la vida (algo que preocupaba mucho a la santa de Ávila). La necesidad continua del orante tiene que ser también la petición del don, la petición al Espíritu, que, al fin y al cabo, es «el que reza en nosotros» (cf. p. 18). 

La tercera parte del libro está dedicada a la oración de intercesión. Martini la califica de «metafísica» (cf. p. 217) desde las meditaciones que tuvo en Abú Gosh (Israel) con los sacerdotes de la diócesis de Milán recién ordenados en 1988. 

Aquí se presenta a los cuatro protagonistas: el Espíritu, el hombre que reza, la Iglesia y el enemigo, la tentación. Y lo segundo, la definición de la oración de intercesión como la de quien se preocupa de las necesidades ajenas antes que de las propias, sabiendo que la vida del hombre y el mundo están en manos de Dios, que Él tiene la última palabra. 

En la Escritura hay numerosos pasajes que muestran esta oración de intercesión: Abrahán en favor de Sodoma; Moisés intercediendo por los israelitas en el desierto o por su hermana María, enferma; Samuel, por el pueblo; David, por su hijo; y un largo etcétera ocupado por Amós, Jeremías, los salmos... hasta llegar a Esteban, en el libro de los Hechos. 

No falta en esta parte la exposición de textos para orar, para mostrar cómo Jesús y el Espíritu viven de la oración de intercesión (cf. Hebreos y Romanos), ni la presentación del fundamento de esta oración a partir de cuatro testimonios: el de Etty Hillesum, una judía neerlandesa muerta en Auschwitz en 1943 y que, ante el genocidio, se refugia en la oración; el evangelio de Mateo (cf. Mt 25); la patrística (san Agustín); y la literatura moderna (F. Dostoievski en «Los hermanos Karamazov»). 

La oración permite al ser humano vivir en plenitud desde el encuentro con Dios a través del Espíritu. La oración de intercesión ve el mundo en relación. Plenitud y relación son dos deseos intrínsecos a la naturaleza humana que nos llevan a purificar todas aquellas situaciones de conflicto, enfrentamiento, división y violencia, tanto personales como colectivas. Y en esto la oración no sabe de edades. Que la experiencia del que ha vivido mucho, ha orado y meditado mucho, sirva al que comienza a enfangarse ahora, o al que está ya en mitad del camino. 


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