Mayorga, Juan: El chico de la última fila. Edic. La Uña Rota, Segovia, 2019. 132 páginas. Con un ensayo de Carlos Thiebaut. Comentario realizado por Irene Calvo Idoipe.
Esta obra me dejó un sabor de boca amargo como si no supiese realmente qué acababa de leer ni cómo empatizar realmente con los personajes. Tuve que leerme El chico de la última fila una segunda vez para comprender y analizar de mejor forma toda la obra, antes de escribir esto. Y, aun así, ciertos personajes me incomodaban o simplemente no lograba empatizar con ellos. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Era esa la intención del escritor, la de dejarnos a nosotros, como lectores, expectantes y atentos? Enganchados a una historia que, aunque nos abruma, por momentos nos mantiene ahí, página tras página, adictos a sus palabras. En mi opinión, el final deja que desear, aunque quizás ese es el objetivo real de un final abierto: dar libertad total y absoluta al lector frente a qué cree que puede ocurrir a continuación. El problema de esto para mí es la ambigüedad, ciertamente no me he enamorado de los personajes ni siento apego alguno por ellos, pero eso solo logra ensalzar esa necesidad de saber. ¿saber qué paso con Claudio?, ¿saber qué fue de la familia de Rafa?
Juan Mayorga finaliza con las palabras: “Ahora sí, maestro. Es el final.” (página