Merodio Atance, Julia: Via Crucis del testigo. Paulinas, Madrid, 2014. 35 páginas. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.
A Julia Merodio ya la conocen los asiduos de Libris Liberi. Hace ya algún tiempo, allá por el 7 de octubre de 2012, ella compartía con nosotros un comentario a una obra de Pedro Miguel Lamet (Las palabras vivas, -ver aquí-) en el que la presentábamos como colaboradora de la parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza, en concreto en los cursillos prematrimoniales que se dan en dicha parroquia.
Hace pocos días, cuando terminábamos una reunión preparatoria de los cursillos de febrero (a los que finalmente yo no pude asistir), Julia se me acercó y me regaló el presente librito que hoy os quiero presentar. Os podéis imaginar la ilusión que me hizo. Al ojearlo, no pude por más que preguntarle qué aportaba de nuevo esta obra a los innumerables libros y meditaciones que se han escrito sobre el Via Crucis a lo largo de la historia. Julia no dudó en responder que le parecía importante que fuese un testigo el que hablase, porque los testimonios siempre calan de una manera especial.
Como dice Julia en la introducción, "quería ponerlo en boca de alguien que lo hubiera visto y lo hubiera vivido; alguien que estuviese sintiendo y regalando, a la vez, sus sentimientos.
Como estaciones, he optado por ofrecer las que propuso Juan Pablo II, testigo fiel y valiente, al mismo tiempo que contemporáneo.
Me atrevería a pediros que este Via Crucis no fuese uno más para llenar nuestra Cuaresma, sino que fuese algo especial. Pues nosotros, que tenemos la suerte de haber conocido la Resurrección, no podemos vivir el Via Crucis solamente como un hundimiento cruel; tenemos que contemplarlo con ojos resucitados.
Tenemos que acogerlo como una realidad, que no anula para nada la sorpresa y el desconcierto, sino que la sublima y la engrandece, al llegar el momento en que la Vida vence a la muerte. Porque Jesús no subió a un madero para dar compasión, sino para devolver la dignidad a cada ser humano, enalteciendo sus muertes y sus caídas. Nuestro Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Un Dios cuyo signo inconfundible de entrega es el Amor que produce vida".
De esta manera, el Via Crucis que presenta Julia tiene quince estaciones y no catorce como es costumbre. La autora añade la estación "Jesús ha resucitado". No nos podemos quedar en la cruz sin más. Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, dice San Pablo. Es el testigo quien lo afirma, al igual que va dando sentido con sus reflexiones a cada una de las estaciones de este Camino de la Cruz. Las estaciones, nos recuerda Julia Merodio al final de su obra, "varían de una vida a otra, pero todas componen el Via Crucis personal de cada uno. Sin embargo, nosotros sabemos que todos los Via Crucis terminan con la resurrección".
En fin, ahora que estamos a punto de comenzar la Cuaresma (el miércoles de ceniza es el día 5 de marzo), librito ideal para la oración personal o para celebrar el Via Crucis en comunidad. No desaprovechemos esta oportunidad. Y recordad que, por encima de los nubarrones (que, en ocasiones, son muy negros), siempre hay un sol resplandeciente. La vida, a veces, es como la Vía Dolorosa, pero mantengamos la esperanza de que la Vida ha vencido definitivamente y para siempre a la muerte. Gracias, Julia, por el regalo de esta obra. Gracias porque nos ayuda a orientarnos en el camino de la vida. Hasta la próxima.
Como dice Julia en la introducción, "quería ponerlo en boca de alguien que lo hubiera visto y lo hubiera vivido; alguien que estuviese sintiendo y regalando, a la vez, sus sentimientos.
Como estaciones, he optado por ofrecer las que propuso Juan Pablo II, testigo fiel y valiente, al mismo tiempo que contemporáneo.
Me atrevería a pediros que este Via Crucis no fuese uno más para llenar nuestra Cuaresma, sino que fuese algo especial. Pues nosotros, que tenemos la suerte de haber conocido la Resurrección, no podemos vivir el Via Crucis solamente como un hundimiento cruel; tenemos que contemplarlo con ojos resucitados.
Tenemos que acogerlo como una realidad, que no anula para nada la sorpresa y el desconcierto, sino que la sublima y la engrandece, al llegar el momento en que la Vida vence a la muerte. Porque Jesús no subió a un madero para dar compasión, sino para devolver la dignidad a cada ser humano, enalteciendo sus muertes y sus caídas. Nuestro Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Un Dios cuyo signo inconfundible de entrega es el Amor que produce vida".
La autora, Julia Merodio |
En fin, ahora que estamos a punto de comenzar la Cuaresma (el miércoles de ceniza es el día 5 de marzo), librito ideal para la oración personal o para celebrar el Via Crucis en comunidad. No desaprovechemos esta oportunidad. Y recordad que, por encima de los nubarrones (que, en ocasiones, son muy negros), siempre hay un sol resplandeciente. La vida, a veces, es como la Vía Dolorosa, pero mantengamos la esperanza de que la Vida ha vencido definitivamente y para siempre a la muerte. Gracias, Julia, por el regalo de esta obra. Gracias porque nos ayuda a orientarnos en el camino de la vida. Hasta la próxima.
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