miércoles, 6 de noviembre de 2024

Dolores Aleixandre: La hendidura de la roca. Por Mª Dolores López Guzmán

Aleixandre, Dolores: La hendidura de la roca. Variaciones sobre el Cantar de los Cantares. PPC, Madrid, 2010. 214 páginas. Comentario realizado por Mª Dolores López Guzmán. 

El Cantar de los Cantares siempre ha sido un libro incómodo. Le acompaña el estigma de que se trata de una obra «demasiado poética», «demasiado carnal» o «demasiado simbólica». Unos adjetivos que contribuyen a que el sujeto dude acerca de cuál será la interpretación que se acerque más a su sentido auténtico y a la intención del autor. Ese carácter inclasificable le otorga una magia especial, aunque al mismo tiempo lo convierte en un libro de «uso restringido», solo apto para ceremonias matrimoniales, sensibilidades místicas (o pseudomísticas) y curtidos biblistas. Dolores Aleixandre –contraria siempre a un uso elitista de la Palabra de Dios– propone una lectura que acerca el Cantar a cualquier creyente con sensibilidad. Basta con haber experimentado el amor, en cualquiera de sus manifestaciones (de amistad, filial, fraterno, paterno, materno...), para que uno pueda dejarse iluminar por las imágenes audaces de este poemario que ha inspirado a tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia. Porque precisamente uno de los grandes valores, que la autora subraya, de este libro de la Biblia es que muestra el amor humano como «lugar teológico capaz de expresar algo de la cercanía, la preocupación, el vehemente deseo que fluye entre Dios y los seres humanos, en una metáfora que nos revela algo inaudito: así nos ama Dios y así somos amados: con esa pasión, con esa impaciencia, con ese júbilo» (p. 7). 

El acierto de esta novedosa lectura del Cantar es sacar a la luz las líneas de fuerza comunes a todos los «amores». Por ello, quien no haya vivido (o no esté llamado a vivir) un amor conyugal no está exento de experimentar la unión con Dios con la misma fuerza e intensidad, aunque lo exprese de otra manera. Y quien no se identifique con una vivencia espiritual en tono nupcial no queda por ello relegado a ser un místico de segunda. Porque ese lenguaje no es el culmen de la experiencia espiritual, sino la unión con Dios, y esta puede ser expresada de muchas formas y con infinitos matices. Y aquí está el meollo de la obra de Dolores Aleixandre. 

Para conseguir su objetivo la autora ha dividido cada capítulo en cuatro partes: una primera, en la que recoge textos significativos de dos «clásicos» (san Juan de la Cruz y el Maestro Juan de Ávila) relacionados con el versículo del Cantar que encabeza la meditación; una segunda, en la que amplía lo anterior con reflexiones de otros escritores que varían según la materia a tratar; una tercera, muy característica de la autora, en la que propone una lectura del Cantar que no olvida a los pobres y que rompe el tópico del amor entre dos como una experiencia de «encerramiento» o de recreación estática; y una última, con sugerencias para la oración personal. De este modo mantiene la conexión con la Tradición, pero enriqueciéndola con una perspectiva nueva y sin olvidar sugerencias para la praxis siguiendo el espíritu de la lectio divina

Uno de los mayores logros de la obra son los continuos «saltos» que nuestra reconocida biblista da de unos textos a otros –«punto fuerte» de la autora–, vinculando con acierto los diferentes libros y personajes de la Biblia con el Cantar. La soltura de Dolores Aleixandre en el manejo de la Sagrada Escritura es sobradamente conocida por su habilidad para ver lo que otros no ven, para decir con palabras nuevas lo que otros dicen continuamente de la misma manera, y para buscar el hilo conductor de la historia de la relación de Dios con el hombre. Una «triple» habilidad puesta ahora al servicio del Cantar para que pueda ser escuchado, como merece, «en estéreo» (p. 6). Un placer para los sentidos.


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