viernes, 17 de octubre de 2025

Gustavo Gutiérrez: La espiritualidad de la liberación. Por Gabriel Roblero

Gutiérrez, Gustavo: La espiritualidad de la liberación. Escritos esenciales. Sal Terrae, Santander, 2013. 272 páginas. Introducción y edición de Daniel G. Groody. Comentario realizado por Gabriel Roblero.

Gustavo Gutiérrez es un reconocido teólogo peruano, famoso por ser uno de los padres fundadores de la Teología de la Liberación. Nacido en Lima en 1928, fue ordenado sacerdote en 1959 y es dominico desde 1998.

El libro que presentamos es una selección de algunos de sus principales escritos históricos, realizada por Daniel G. Groody, sacerdote de la Congregación de la Santa Cruz, profesor de teología y director del Center for Latino Spirituality and Culture en el Institute for Latino Studies de la Universidad de Notre Dame (Indiana).

La mayor parte del material incluido en el libro ha sido previamente publicado, pero incluye también nuevos escritos. Todo ha sido revisado por Gutiérrez, quien ha realizado retoques en los textos y en el desarrollo de sus ideas. Las fuentes que se ocuparon para esta edición son las siguientes: Teología de la liberación (Perspectivas, CEP, Lima 1971); Beber en su propio pozo: en el itinerario espiritual de un pueblo (2ª ed. rev., CEP, Lima 1983); Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente: una reflexión sobre el libro de Job (CEP, Lima 1985); El Dios de la vida (CEP, Lima 1989); En busca de los pobres de Jesucristo (CEP, Lima 1992); La densidad del presente: selección de artículos (CEP, Lima 1996). «En definitiva, este volumen no es un compendio exhaustivo de sus escritos espirituales ni un extracto de sus ideas teológicas, sino de los textos principales y las revisiones más actualizadas que constituyen el núcleo de la visión espiritual de Gustavo» (p. 23).

El libro está conformado por una Introducción y tres partes: 1) El don de la vida: encontrar a Jesucristo. 2) Los ojos de la fe: comprender la misericordia de Dios. 3) El desafío del Reino: vivir en el Espíritu. El eje articulador de toda la obra es la «intuición fundamental» que nutre la obra de Gutiérrez: la espiritualidad de la liberación. Su gran intento como teólogo es explicar que la espiritualidad y la liberación unen este mundo y el otro, fundamentando la vida de fe en la historia y la experiencia humana, en la que la vida y la misericordia de Dios se encarnan en medio del sufrimiento de los seres humanos y las promesas redentoras de la muerte y resurrección de Cristo. Para Gutiérrez, la espiritualidad consiste en seguir a Jesús, y la liberación consiste en dar vida.

Los temas más importantes de la obra de Gutiérrez presentados en esta edición son: la unidad entre gratuidad y justicia; la unidad entre la historia de la salvación y la historia humana; la unidad entre contemplación y acción; la unidad entre el amor universal de Dios y la preferencia por los pobres. Para Gutiérrez, la fe que hace justicia es una respuesta al Dios que primero nos ha amado a nosotros. La gratuidad revela el amor que completa a los seres humanos, y sin amor no hay espiritualidad cristiana ni auténtica vida humana. Aunque la gratuidad es inmerecida, constituye también una invitación a una transformación radical.

Considero que este libro es una excelente síntesis del pensamiento de Gutiérrez y es un material que está muy bien organizado. Para quien no conoce el pensamiento de este teólogo peruano puede ser una buena aproximación para leer desde sus primeros escritos hasta los últimos. La Introducción es muy importante, porque hace una reseña de la vida de Gutiérrez y contextualiza su reflexión teológica en la realidad desde la cual surge. No se puede entender la Teología de la Liberación si no es desde su contexto. Solo así se comprende su objetivo. Nuestro teólogo nos explica que la conversión significa pensar, sentir y vivir como Cristo presente en el ser humano despojado y alienado. Convertirse es comprometerse con el proceso de liberación de los pobres y explotados, comprometerse lúcida, realista y concretamente (p. 57). La solidaridad con los pobres se expresará en preocupación por sus necesidades de alimento, salud, techo. Pero esto no basta; es necesario además eliminar lo que Juan Pablo II y las conferencias episcopales latinoamericanas llaman los «mecanismos económico-sociales» causantes de la pobreza y la marginación. «Los pobres requieren también trato de igualdad, cariño, amistad, sonrisa acogedora. Lo necesitamos todos en realidad. Se vive no solo de justicia, sino también de amor y de ternura: no debemos temer decirlo» (pp. 116-117).

Me parece un gran aporte para el conocimiento de la historia de la Iglesia la sistematización que se presenta en la sección «Ser testigos hasta los confines de la tierra» (pp. 231-260). Gutiérrez presenta a diversas personas como testigos del Dios de la vida. Algunas son conocidas; otras, no tanto. Algunas vivieron hace siglos; otras, recientemente. Cada una pone de relieve dimensiones diferentes del discipulado y un compromiso con el Reino de Dios. Estos testigos son: Bartolomé de Las Casas (1484-1566), misionero de la orden dominicana y obispo de Chiapas, México: defensor de los pobres; Juan de la Cruz (1542-1591), místico y poeta carmelita español: los peligros de la idolatría; Dom Hélder Câmara (1909 1999), arzobispo de Olinda y Recife, Brasil: un testimonio profético; Pedro Arrupe (1907-1991), superior general de la Compañía de Jesús entre 1965 y 1983: un hombre libre; María Agustina Rivas, religiosa asesinada en Perú por el grupo terrorista «Sendero Luminoso» a finales de los años setenta: testigo de la misericordia; Vicente Hondarza, sacerdote diocesano asesinado en Perú a instigación de los terratenientes por su compromiso con los pobres: la grandeza de lo ordinario; Óscar Romero (1917-1980), líder de la Iglesia de El Salvador, asesinado: la victoria de la vida.

Todo el intento de la obra de Gutiérrez es enfatizar que la opción por el pobre nace de la fe en Cristo. Para Gutiérrez, lo más importante no es, en definitiva, la teología de la liberación per se, sin la liberación de las personas. La opción preferencial por los pobres constituye una parte del seguimiento de Jesús que da significado último a la existencia humana y proporciona a los creyentes una «razón para la esperanza», un mensaje que debe ser puesto constantemente en práctica a lo largo de nuestra vida y de toda la historia humana (p. 261). Y nos impulsa a encontrar los caminos apropiados para una proclamación profética del reinado de Dios, una comunicación respetuosa y creadora de comunión, de fraternidad, de igualdad entre las personas y de justicia social (p. 271). 


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