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lunes, 14 de febrero de 2022

Nicky Cruz: ¡Corre! Nicky ¡Corre! Por Jesús Ángel Rodríguez

Cruz, Nicky: ¡Corre! Nicky ¡Corre! En colaboración con Jamie Buckingham. Editorial Vida, Miami (Florida, EE.UU.), 1968. 297 páginas. Comentario realizado por Jesús Ángel Rodríguez.

Es un testimonio espectacular. Este libro es espejo del libro La cruz y el puñal, reseñado en este blog la semana pasada. Si en el anterior era el testimonio de la conversión de los pandilleros escrito por el reverendo David Wilkerson, en este tenemos los mismos acontecimientos, pero vistos por uno de ellos. Escrito en primera persona, este libro te cuenta la transformación de Nicky Cruz, de pandillero a pastor evangélico.

El primer tercio del libro lo utiliza el autor para ponerte en situación. Nicky Cruz es un niño portorriqueño que es mandado por sus padres a la ciudad de Nueva York para que viva con su hermano Frank. El niño ha sido criado en una casa con muchos hermanos y muy poca atención y siempre ha sido un rebelde. Al llegar a Nueva York va a descubrir el mundo de las pandillas y cómo a través de ellas superar su soledad. Llegó a ser el dirigente de los “Mao Mao”, una de las pandillas más violentas de Nueva York en los años 60. Las pandillas actuaban como el sindicato del crimen: si alguien decía algo en su zona, lo pagaba con la vida. De ahí que Nicky tuviera un amplio historial delictivo y, sin embargo, un escaso número de condenas.

lunes, 7 de febrero de 2022

David Wilkerson: La cruz y el puñal. Por Jesús Ángel Rodríguez

Wilkerson, David: La cruz y el puñal. Editorial Vida, Miami (Florida, EEUU), 1965. 223 páginas. Comentario realizado por Jesús Ángel Rodríguez.

Tengo fe en Dios

Este libro no es una novela, es un testimonio. Es lo que le hace muy valioso, no te están contando una historieta “basada en hechos reales”, lo que cuenta sucedió y su legado permanece en Nueva York y en otras ciudades.

David Wilkerson era un pastor evangélico de una iglesia rural en Pensilvania. Una noche, mientras hojea la revista Life, se encuentra el dibujo de un juicio que se estaba celebrando en Nueva York por el asesinato de un joven a manos de unos pandilleros llamados los Dragones. En el dibujo uno de los chicos juzgados tenía una mirada tal de estupor, odio y desesperación que le dejó tremendamente impresionado. Sintió la llamada de ir a Nueva York a ayudar a aquellos muchachos y que lo hiciera de inmediato. La idea no se borraba de su cabeza. Al día siguiente tuvieron culto de oración en su congregación, les contó su experiencia de la noche anterior y les pidió ayuda económica para poder ir, porque no tenía dinero. No era ir a dar un paseo en coche, eran 560 km. de ida y otros tantos de vuelta, en las carreteras y coches de 1958, ocho horas de ida y ocho de vuelta. En el cestillo encontró 75 dólares con los que podía cubrir los gastos del viaje.