Socías, Joana: En el púlpito de la miseria. Padre Christopher Hartley Sartorius. La Esfera de los Libros, Madrid, 2013. 354 páginas. Comentario realizado por Joana Socías.
El viernes pasado (07/06/13), dando una vuelta con Cristina por la Feria del Libro, casi nos damos de bruces con la caseta de Paulinas. Allí nos paramos a charlar con las hermanas sobre la Feria del Libro, si se vendía o no se vendía, si iba mucha gente o poca. Se nos unió una chica simpática que estaba al otro lado del mostrador. Yo, al principio, no caí en quién era y solo al final me di cuenta de que se trataba de una autora, Joana Socías, que estaba allí firmando su obra. La sorpresa fue mayúscula cuando vi que su libro era la biografía de Christopher Hartley, sacerdote hijo de una amiga mía de hace ya bastante tiempo. Al instante hubo química entre Joana y yo. Hablamos de Chrispy largo y tendido: su época en el Bronx (Nueva York), en la República Dominicana y su ubicación actual en Etiopía. Fruto de esa conversación fue mi invitación a Joana a que escribiera una reseña sobre su propio libro para Libris Liberi. Sorprendentemente, esta mañana ya la tenía en mi ordenador. La comparto con vosotros. ¡Gracias, Joana, por tu generosidad!

En una mano el machete y en la otra, el bastón. Francisco Mais camina a paso firme, raudo y veloz, sin pausa. Cuesta seguirle con un andar torpe sobre un mar de caña cortada. Francisco sabe que el día se acaba en unas horas y todavía tiene mucha caña que cortar. De espalda curvada, cuerpo menudo y piel ennegrecida por un sol que atosiga, este picador de caña de azúcar asegura que le queda poco para cumplir 100 años. Lleva 90 haciendo lo mismo.
El viernes pasado (07/06/13), dando una vuelta con Cristina por la Feria del Libro, casi nos damos de bruces con la caseta de Paulinas. Allí nos paramos a charlar con las hermanas sobre la Feria del Libro, si se vendía o no se vendía, si iba mucha gente o poca. Se nos unió una chica simpática que estaba al otro lado del mostrador. Yo, al principio, no caí en quién era y solo al final me di cuenta de que se trataba de una autora, Joana Socías, que estaba allí firmando su obra. La sorpresa fue mayúscula cuando vi que su libro era la biografía de Christopher Hartley, sacerdote hijo de una amiga mía de hace ya bastante tiempo. Al instante hubo química entre Joana y yo. Hablamos de Chrispy largo y tendido: su época en el Bronx (Nueva York), en la República Dominicana y su ubicación actual en Etiopía. Fruto de esa conversación fue mi invitación a Joana a que escribiera una reseña sobre su propio libro para Libris Liberi. Sorprendentemente, esta mañana ya la tenía en mi ordenador. La comparto con vosotros. ¡Gracias, Joana, por tu generosidad!

En una mano el machete y en la otra, el bastón. Francisco Mais camina a paso firme, raudo y veloz, sin pausa. Cuesta seguirle con un andar torpe sobre un mar de caña cortada. Francisco sabe que el día se acaba en unas horas y todavía tiene mucha caña que cortar. De espalda curvada, cuerpo menudo y piel ennegrecida por un sol que atosiga, este picador de caña de azúcar asegura que le queda poco para cumplir 100 años. Lleva 90 haciendo lo mismo.
Amanece de noche, con el sol todavía dormido, se calza las
viejas botas de goma, quizás con algún que otro agujero, se pone una de las dos
únicas camisas que tiene –tiesa por el sudor seco del día anterior- y parte
hacia el cañaveral. A cortar caña. A sembrar caña. A recoger caña. Esa ha sido
su vida siempre y esa sigue siendo, aún ahora cuando se vislumbra el ocaso de
su vida. Y esta será su vida hasta que se muera.
Hace una década que el sacerdote español Christopher Hartley
Sartorius gritó al mundo las brutalidades e injusticias que sufren los
trabajadores de la industria azucarera en República Dominicana, la inmensa
mayoría haitianos o de ascendencia haitiana. Hoy, la vida sigue siendo un
pequeño infierno para muchos hombres, mujeres y niños que no conocen más mundo
que el que rodean los muros de los cañaverales, tan espesos que crean una
suerte de verja con el mundo exterior. Un desgraciado símbolo que demuestra que
el cañaveral es un estado dentro del propio estado.