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miércoles, 15 de marzo de 2017

Judith Shklar: Los rostros de la injusticia. Por Libris Liberi

Shklar, Judith: Los rostros de la injusticia. Herder, Barcelona, 2013. 200 páginas. Prólogo de Fernando Vallespín. Traducción de Alicia García Ruiz. Comentario realizado por Libris Liberi.

Se trata del primer libro traducido al castellano de quien fue, hasta su muerte en 1992, catedrática en la Universidad de Harvard y presidenta de la Asociación Americana de Ciencia Política. El hecho de que se trate de una obra publicada hace casi veinticinco años no resta interés a la aportación de esta «liberal sin ilusiones», como la define Fernando Vallespín en el prólogo. «¿Cuándo una desgracia es un desastre y cuándo constituye una injusticia?», es la pregunta con la que arranca el libro y que atraviesa su línea argumental, que la autora aborda desde la perspectiva de las víctimas de la injusticia, ya que está convencida de que nuestras decisiones y análisis serán injustos «a menos que consideremos a plena luz las perspectivas de las víctimas y otorguemos a sus voces su debido peso» (p. 200). Shklar se sitúa, con Montaigne y Rousseau, en la corriente escéptica y crítica ante la justicia normal; e insiste en «dar a la injusticia lo suyo» (p. 47), es decir, no considerarla sin más como el negativo de la justicia. Para ello, entrelaza el enfoque de la filosofía política con el de la psicología social, logrando así un planteamiento más concreto, encarnado e incómodo que el habitual. Resulta insuficiente o desconcertante el paso que la autora da desde la indignación o la ira hacia la venganza. Sugerentes resultan su énfasis en la injusticia pasiva, su crítica al paternalismo político contemporáneo, su análisis de la justicia primaria o su discusión en torno a las

sábado, 9 de junio de 2012

Judith Shklar: Los rostros de la injusticia. Por Juan Carlos Velasco

Shklar, Judith: Los rostros de la injusticia. Herder, Barcelona, 2010 (edición original de 1990). 200 páginas. Traducción de Alicia García Ruiz. Prólogo de Fernando Vallespín. Comentario realizado por Juan Carlos Velasco.

Juan Carlos Velasco, gran amigo mío, es investigador científico del Instituto de Filosofía del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) de Madrid. La filosofía política constituye su ámbito específico de trabajo y dedica especial atención a cuestiones como las políticas migratorias (es editor de un blog titulado "Migraciones. Reflexiones cívicas"), el multiculturalismo, la democracia deliberativa o las concepciones de la justicia global, temas sobre los que versan sus últimos artículos publicados en revistas nacionales e internacionales. Desde aquí mi agradecimiento por tan brillante colaboración en este blog. (Nota del administrador.)


In principio erat iniustitia
Platón ya nos advirtió de que sin una especial afinidad no es posible penetrar en el sentido de bienes tan abstractos como la justicia (Carta VII, 344). Esta consideración concuerda, por lo demás, con una observación bastante común entre los mortales: no sabemos bien qué es la justicia. Esta afirmación es compatible, sin embargo, con el hecho de que todos somos capaces de reconocer las injusticias, sobre todo en sus formas más manifiestas y más aún si nos afectan en primera persona. «¡No es justo!» o «¡No hay derecho!» son frases que todos hemos empleado alguna vez y para eso no hacen falta grandes teorías. La justicia no es una mera idea, algo que queda cabalmente sugerido en el lenguaje natural con la expresión «el sentido de la justicia». Y este peculiar sentido nace de la percepción de la injusticia, así como del dolor y la indignación que de ella se derivan. La injusticia como experiencia fundamental sería entonces previa a la reflexión teórica y no precisaría para expresarse de un discurso analítico ni de una concepción sistemática de la justicia. Más bien sería al revés, pues muy probablemente todas nuestras categorías normativas y, especialmente, las de carácter moral, provengan de la experiencia y la sensación airada de repudio ante lo inaceptable.