Maier, Martin: Pedro Arrupe. Testigo y profeta. Sal Terrae, Santander, 2007. 108 páginas. Comentario realizado por José Manuel Burgueño.
Uno de los logros de Martin Maier, jesuita alemán experto en la Teología de la Liberación y gran admirador de Arrupe, en este libro, es ya el título: aparentemente tan sencillo, el autor saca la vena periodística para condensar en tan sólo dos atributos las claves de «una de las más importantes y conocidas personalidades del posconcilio» (p. 10). Pedro Arrupe fue testigo como pocos de su tiempo y de la historia, de la realidad y la fragilidad humana –en las cárceles, en Hiroshima, en sus conflictos como general de la Compañía...–, y también testigo inequívoco de Dios ante los hombres –como evidencia la anécdota del anciano japonés que, tras medio año de asistencia a sus catequesis, no preguntaba nada; un día, Arrupe se le acercó para ver si entendía: no le contestó, era sordo. «Cuando, más tarde, Arrupe logró dialogar con él, el buen anciano le explicó: “Durante todo el tiempo le he estado mirando a sus ojos. No mienten. Lo que usted cree, lo creo yo también”» (p. 29).
Y también fue profeta y, como todo profeta, polémico y contestado. Descifrando los «signos de los tiempos», Arrupe vio antes que muchos por dónde debían caminar la Iglesia y la Compañía de Jesús, interpretó los mandatos del Concilio y tradujo a nuestros días con tino la espiritualidad ignaciana. Introdujo en la Iglesia