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lunes, 9 de marzo de 2015

Svetlana Alexievich: Voces de Chernóbil. Por Fernando Vidal

Alexievich, Svetlana: Voces de Chernóbil. Crónica del futuro. Siglo XXI, Barcelona, 2015 (edición original rusa de 1997). 300 páginas. Traducción de Ricardo San Vicente. Comentario realizado por Fernando Vidal (Universidad Pontificia Comillas, @fervidal31).

La autora de Voces de Chernóbil tardó casi 20 años en reunir los testimonios necesarios para hacer una reflexión vital sobre Chernóbil desde las experiencias de sus víctimas. La tesis central del libro es que, al emitir radionúclidos a la Tierra que durarán miles de años, Chernóbil ha introducido la casi eternidad del mal en la vida ordinaria de la humanidad. Pero el libro es mucho más: una lúcida mirada a la resistencia de la compasión y lo humano bajo la lluvia nuclear del mal y la mentira. Escrito en 1997, ahora se reedita en castellano.

1. La historia omitida

La nueva edición española de Voces de Chernóbil es buena ocasión para volver sobre este desasosegante libro. Todo comienza el 26 de abril de 1986, a la 1h. 23’ 58’’ horas, cuando una serie de explosiones destruyeron el reactor y el edificio del cuarto bloque energético de la Central Eléctrica Atómica de Chernóbil, situada cerca de la frontera bielorrusa (p.13). La catástrofe de Chernóbil se convirtió en el desastre tecnológico más grave de la historia. Sobre la tierra se había precipitado el equivalente a 350 bombas como las que se lanzaron sobre Hiroshima, con 450 tipos de radionúclidos. La Unión Soviética mandó al lugar de la catástrofe 800.000 soldados de reemplazo y ‘liquidadores’, los encargados de limpiar y neutralizar el desastre. Casi todos los datos de muertes han sido ocultados durante todos estos años. Pese a ello algunos indicadores han emergido: hubo 115.493 liquidadores de Belarús y desde 1990 han ido falleciendo dos de ellos cada día.

domingo, 24 de agosto de 2014

Eduardo Galeano: Bocas del tiempo - Texto: El vuelo del albatros

De nuevo otra vez por aquí, tras las merecidas vacaciones estivales. Y me encuentro con que el blog tiene vida propia (he estado prácticamente dos semanas en un sitio sin acceso a internet). Tan es así, que veo que ya ha superado las 100.000 visitas. ¡Gracias a todos!

Hoy os quiero presentar un texto que, cuando lo leí, me impresionó mucho. Es una hermosa historia del escritor uruguayo Eduardo Galeano sobre el vuelo del albatros, pero bien podría ser una parábola sobre la vida conducida por el Espíritu.

"Vive en el viento. Vuela siempre, volando duerme. El viento no lo cansa ni lo gasta. A los sesenta años, sigue dando vueltas y más vueltas alrededor del mundo.
El viento le anuncia de dónde vendrá la tempestad y le dice dónde está la costa. Él nunca se pierde, ni olvida el lugar donde nació; pero la tierra no es lo suyo, ni la mar tampoco. Sus patas cortas caminan mal, y flotando se aburre.
Cuando el viento lo abandona, espera. A veces el viento se demora, pero siempre vuelve: lo busca, lo llama y se lo lleva. Y él se deja llevar, se deja volar, con sus alas enormes planeando en el aire".

Eduardo Galeano: Bocas del tiempo
Siglo XXI, Buenos Aires, 2010, pág. 202.


martes, 22 de julio de 2014

Eduardo Galeano: Bocas del tiempo - Texto: Los indios ishir

Este texto que hoy os presento puede ser una buena excusa para plantearnos ciertas cuestiones: ¿Cómo es posible que haya tanta disparidad de opiniones sobre un mismo tema? ¿Es posible que en algún momento dos personas puedan ponerse de acuerdo sobre un asunto dejando atrás prejuicios, ideas preconcebidas, etc.? ¿Por qué damos por supuestas cosas tan básicas como de qué forma cada uno ve el mundo? ¿Existe una verdad objetiva más allá de como cada uno de nosotros lo percibimos? El debate está servido.

"En algún lugar del tiempo, más allá del tiempo, el mundo era gris. Gracias a los indios ishir, que robaron los colores a los dioses, ahora el mundo resplandece; y los colores del mundo arden en los ojos de quienes los miran.
Ticio Escobar acompañó a un equipo de la televisión que viajó al Chaco, desde muy lejos, para filmar escenas de la vida cotidiana de los ishir.
Una niña indígena perseguía al director del equipo, silenciosa sombra pegada a su cuerpo, y lo miraba fijo a la cara, muy de cerca, como queriendo meterse en sus raros ojos azules.
El director recurrió a los buenos oficios de Ticio, que conocía a la niña y entendía su lengua. Ella confesó:
-Yo quiero saber de qué color ve usted las cosas.
-Del mismo que tú, sonrió el director.
-¿Y cómo sabe usted de qué color veo yo las cosas?".

Eduardo Galeano: Bocas del tiempo. Siglo XXI, Buenos Aires, 2010, pág. 56.