Southern, Terry: El cristiano mágico. Impedimenta, Madrid, 2012 (original de 1959). 148 páginas. Traducción de Enrique Gil-Delgado. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.
Pues eso, que no suelo ir a las librerías a comprar a tontas y a locas. Pero, en este caso, la publicidad de El Corte Inglés (me ha costado escribirlo) me ha incitado. Recibí un vale por diez euros si hacía una compra igual o superior a cincuenta. Bien, pensé, me haré a la idea de que me hacen un veinte por ciento de descuento en lo que voy a comprar. Por supuesto fui a la sección de libros de Nuevos Ministerios. Y allí me dejé cuarenta euros en tres libros que me compré. Uno de ellos es este que vamos a comentar.
De este libro me llamaron la atención dos cosas. En primer lugar, el título: El cristiano mágico. Me resultó atractivo, descarado, impertinente, desmedido... En segundo lugar, el autor. Nunca había leído nada de él. Pero su biografía me pareció interesante, rica, completamente loca, desmesurada también. La cantidad de cosas que ha hecho y vivido este personaje, pensé. Seguro que esta novela es tan inteligente y deliberadamente fría y asesina como se dice en la faja del libro. Y me lo compré sin pensármelo dos veces. Me lo he leído en poquísimo tiempo (son solamente 148 páginas) y no he parado de reír en todo este tiempo.
Terry Southern (Alvarado, Texas, 1924 - Nueva York, 1995) es uno de los padres de la contracultura americana. Veréis por qué. Se alistó en el ejército de los Estados Unidos y participó en la Segunda Guerra Mundial, donde llegó a obtener el grado de teniente. Tras graduarse en Filosofía (ya tenemos algo en común) en la Northwestern University, en 1948 se trasladó a París para estudiar Letras en la Sorbona. Allí comenzó a frecuentar los círculos artísticos (fue amigo de Jean Cocteau, Jean-Paul Sartre y Albert Camus) y a publicar cuentos en la revista New Story y en Paris Review. A su regreso a Nueva York, se afincó en Greenwich Village, donde se convirtió en una figura relevante de la escena artística de los últimos años cincuenta, además de ser uno de los precursores de la generación beat y del movimiento de contracultura americano. En 1956 se trasladó con su segunda esposa a Ginebra, y fue allí donde escribió su novela Flash and Filigree (1958). Trabajó en Candy (1958, que coescribió con Mason Hoffenberg) y El cristiano mágico (1959). De vuelta a Estados Unidos, se estableció en East Canaan, Connecticut. Pronto su vida daría un vuelco cuando, por recomendación de Peter Sellers (el actor de La pantera rosa), que lo admiraba enormemente, aceptó la invitación de Stanley Kubrick para colaborar como guionista en Dr. Strangelove (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú). A partir de este momento su carrera fue meteórica. Recibió una nominación al Oscar por Dr. Strangelove y participó en los guiones de películas como El coleccionista (basada en la novela de John Fowles, y en cuyos créditos no aparecía Southern), Casino Royale, Barbarella, Easy Rider (con disputas sonadas con Peter Fonda y Dennis Hopper), así como en una adaptación de su novela El cristiano mágico, protagonizada por Peter Sellers y Ringo Starr (el gran Beatle), y que incluía cameos con Yul Brinner, Raquel Welch o Roman Polanski. Por entonces escribe A la rica marihuana y otros sabores (1967). Ya en los setenta, con grandes problemas económicos, se embarcó en diversos proyectos, como la cobertura de la gira americana de los Rolling Stones en 1972, que acabó convirtiéndose en una bacanal continua, y que derivó en la publicación del libro Riding The Lapping Tongue, ese mismo año. Durante los años ochenta colaboró como guionista en el programa Saturday Night Live, de la NBC. Southern murió en octubre de 1995 tras desplomarse en las escaleras del Dodge College, en la Universidad de Columbia, donde iba a dar una clase.
Como veis, una vida (y una muerte) muy loca, tan loca como el siglo XX. Un siglo en el que ha habido guerras, bombas atómicas, campos de concentración, gulags... pero también momentos de creación a todos los niveles, de despreocupación (como en los años sesenta), de búsqueda de libertades... en los que parecía que era posible un mundo distinto al que existía. Este fue el sentido de la contracultura, que llegó a conseguir que corrieran litros de alcohol, toneladas de droga y demás cuestiones a lo largo y ancho del mundo. Era la locura. A Southern le pilló un poco madurito, cuarentón, pero se vio inmerso en la ola y contribuyó sobremanera al desmadre con sus novelas, guiones de cine y demás. Se codeó con los grandes, tal vez porque él se sabía grande.
Terry Southern |
En este maremagnum creativo, surge la novela El cristiano mágico, que hasta ahora no se había publicado en castellano. Es una novela loca, hilarante, fresca, transgresora...; podríamos decir que, aunque escrita en 1959, fue precursora de todo lo que iba a venir. Su objetivo es lanzar una crítica feroz al sistema y a su fundamento: el dinero, ese poderoso caballero que todo lo puede o que todo parece que lo puede. El protagonista, Guy Grand, es un hipermillonario que entiende su vida como un juego. Pretende demostrar que todo se puede hacer con dinero. Su lema es que todo el mundo tiene un precio. Así, se dedica a tomar el pelo a diestro y siniestro con la seguridad de que el dinero puede sacarle de cualquier situación por inverosímil que sea. Por ejemplo, contrata una empresa para que suelte en Wall Street un cargamento gigantesco de estiércol, con la idea de mezclarlo con billetes de cien dólares (Grand se gasta varios millones de dólares en el experimento), para ver si los ejecutivos agresivos son capaces de meter sus manos, brazos, etc. para sacarlos. Compra un cine única y exclusivamente para ver las películas que le molan. Compra una cadena de cosméticos para vender colonias y desodorantes que él mismo fabrica y que, lejos de ser productiva, la arruina. Compra un crucero de lujo (que se llama "El cristiano mágico") con la idea de hacer experimentos con la gente que quiere pasar sus vacaciones... hasta que se desata un motín en alta mar. En fin, es todo tan loco, tan sin sentido, que al final acabas riéndote.
La crítica es brutal. Llegas a plantearte cuál sería el precio que uno estaría dispuesto a pagar. En este sentido, me acuerdo de una película: Una proposición indecente (de 1993), protagonizada por Robert Redford y Demi Moore, en la que el primero ofrece un millón de dólares a Demi Moore y a su marido (Woody Harrelson) si ella accede a pasar una noche con él. Aquella peli suscitó un debate moral interesante. Pues bien, ¿cuál es el precio que tú pondrías por hacer aquello que te resulta más humillante? ¿De verdad no pondrías ninguno porque nunca aceptarías? La tesis de Southern es que sí. En cualquier caso, y aunque esta novela no te lleva tan lejos, podemos pensar que estamos en manos de muchas personas que han sido capaces de renunciar a sus principios morales por enriquecerse, aun a costa de llevar a la quiebra técnica a millones de personas. El caso en España es llamativo, pero si miramos al resto del mundo, la cosa no mejora. ¿Podrán dormir tranquilos? Recordemos aquello de "No se puede servir a dos señores...".
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