Ratzinger, Joseph: La infancia de Jesús. Planeta, Barcelona, 2012. 138 páginas. Traducción de J. Fernando del Río, osa. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.
Lunes, 8:30 am. Llego a una clase de 2º de ESO. Paso lista. Antes de decir nada, veo que hay cinco manos levantadas. Pregunto que qué pasa. Me disparan los alumnos a bocajarro: Oiga, ¿es verdad que el Papa ha dicho que no había ni buey ni mula en el establo cuando nació Jesús? Me siento incómodo, porque no he leído el libro todavía y no me fío nada de lo que dicen los periódicos.
Lunes, 9:20 am. Siguiente clase. También 2º de ESO. Paso lista. Tres manos levantadas. Antes de que me pregunten, ya digo que no me he leído el libro, pero que lo haré cuanto antes y ya les responderé.
Podría seguir con el resto de las clases, pero os podéis hacer una idea de que fue un día muy movidito con el dichoso buey y la mula. Algunos alumnos, ingenuos ellos, me preguntaban si los tenían que quitar del belén. No, no quitéis nada. El Papa no ha dicho nada que no supiéramos antes. No, no salen en los evangelios, pero sí están en la tradición de los belenes. Sí, fue san Francisco de Asís. Sí, en el siglo XIII.
Luego estaban los listos, muy informados ellos. Oiga, ¿es verdad que dice el Papa que los Reyes Magos provenían de Andalucía? Dios mío. Y yo sigo sin haberme leído el libro. Me impresiona la capacidad que tienen los chicos de empaparse de toda información que les pueda resultar divertida, motivadora o rompedora.
Efectivamente, el lunes por la tarde me fui a comprar el libro del Papa. Lo hacía como creyente que quiere saber qué es lo que dice la cabeza de la Iglesia y como profesor. Y ahora mismo no me atrevería a decir cuál de los dos motivos pesaba más. El hecho es que ese mismo lunes me lo empecé a leer, y ahora ya me atrevo a contestar a mis alumnos con conocimiento de causa. Y ese mismo conocimiento de causa me lleva a pensar que los periodistas podrían ser un poquito más serios. Cierto. Pero también que la gente debería ir a las fuentes para enterarse bien de las cosas, y no quedarse en los titulares de los periódicos y de las noticias de los telediarios.
"Sin duda, no necesito decir expresamente que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal 'del rostro del Señor' (cf. Sal 27, 8). Por eso, cualquiera es libre de contradecirme. Pido solo a los lectores y lectoras esa benevolencia inicial, sin la cual no hay comprensión posible". (Joseph Ratzinger: Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración. La esfera de los libros, Madrid, 2007, página 20).
Estas palabras las formuló Joseph Ratzinger en la introducción del primer volumen de su trilogía sobre Jesús de Nazaret. Son palabras clarificadoras, humildes, que invitan a leer su cristología con una mirada crítica, pero con benevolencia. De hecho, si os habéis dado cuenta, para empezar he reseñado el autor de este libro como Joseph Ratzinger, no como Benedicto XVI. El que habla es el teólogo, no el Papa, aunque sean la misma persona. Esto también nos da cierta libertad a la hora de escribir.
Ratzinger se declara como un buscador "del rostro del Señor". En este sentido, ya conviene señalar que su libro surge desde una mirada de fe en Jesús. Su objetivo no es el Jesús histórico, como sí lo es en el caso de Schillebeeckx, de Nolan... o del mismo Pagola (por citar algún autor español). Su finalidad es recoger toda la información que nos proporcionan los evangelios, en concreto los de Mateo y Lucas, en relación con la infancia de Jesús. Así, ya en el proemio, Ratzinger nos advierte de que, para llegar a una interpretación correcta, "hay que preguntarse qué es lo que los respectivos autores querían decir en su momento histórico con sus correspondientes textos" (componente histórico de la exégesis), para después plantearse las siguientes cuestiones: "¿Es cierto lo que se ha dicho? ¿Tiene que ver conmigo? Y, en este caso, ¿de qué manera?". Así pues, y aunque el autor tendrá en cuenta los datos de la investigación histórica, fundamentalmente hace una relectura orada de los textos evangélicos, casi al modo de la tradicional lectio divina.
Joseph Ratzinger, Benedicto XVI |
El capítulo 2 se centra en el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista y del nacimiento de Jesús. Así, comenzando por las características literarias de los textos, y con el apunte de que "los acontecimientos de la infancia de Jesús están muy estrechamente relacionados... con textos del Antiguo Testamento", el autor pasa a analizar el anuncio del nacimiento de Juan, la anunciación a María, la concepción y nacimiento de Jesús según Mateo, para concluir con un punto muy candente: el nacimiento virginal, ¿mito o verdad histórica? La conclusión a la que llega Ratzinger es, evidentemente, lo que rezamos en el credo. "Naturalmente, no se pueden atribuir a Dios cosas absurdas o insensatas o en contraste con su creación. Pero aquí no se trata de algo irracional e incoherente, sino precisamente de algo positivo: del poder creador de Dios, que abraza a todo ser. Por eso, estos dos puntos -el parto virginal y la resurrección real del sepulcro- son piedras de toque de la fe. Si Dios no tiene poder también sobre la materia, entonces no es Dios. Pero sí que tiene ese poder, y con la Concepción y la Resurrección de Jesucristo ha inaugurado una nueva creación. Así, como Creador, es también nuestro Redentor. Por eso la concepción y el nacimiento de Jesús de la Virgen María son un elemento fundamental de nuestra fe y un signo luminoso de esperanza".
El capítulo 3 tiene por objeto el nacimiento de Jesús en Belén. Partiendo del marco histórico y teológico de la narración del nacimiento en el Evangelio de Lucas, Ratzinger dedica el grueso de este capítulo al nacimiento de Jesús (dónde nació Jesús, por qué nació allí, la cuestión de los pastores, los ángeles que anuncian el nacimiento...). Por la polémica que ha generado el tema, transcribo lo que dice el autor sobre la presencia del buey y la mula. "Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1, 3: 'El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende'". (Juzgad por vosotros mismos la cuestión que se ha suscitado con este temita). Este capítulo concluye con el episodio de la presentación de Jesús en el templo y con el análisis de los personajes de Simeón y Ana.
El capítulo 4 trata el tema de los Magos de Oriente y la huida a Egipto. Cuadro histórico y geográfico de la narración. ¿Quiénes eran los "Magos"? La cuestión de la estrella. El paso de los Magos por Jerusalén. Adoración de los Magos ante Jesús. Y luego, huida a Egipto, matanza de los inocentes, y retorno a la tierra de Israel. La pregunta que surge es la siguiente: ¿Realmente pasó todo esto tal y como se narra en el Evangelio? (Esto también ha generado polémica). Ratzinger hace suyas las palabras del teólogo Klaus Berger: "Aun en el caso de un único testimonio... hay que suponer, mientras no haya prueba en contra, que los evangelistas no pretenden engañar a sus lectores, sino narrarles los hechos históricos... Rechazar por mera sospecha la historicidad de esta narración va más allá de toda competencia imaginable de los historiadores". Y concluye: "Mateo nos relata la historia verdadera, que ha sido meditada e interpretada teológicamente, y de este modo nos ayuda a comprender más a fondo el misterio de Jesús".
A modo de epílogo, Ratzinger se centra en el episodio de Jesús en el templo a los doce años. Pérdida de Jesús. Jesús con los doctores. Angustia de los padres de Jesús, que durante tres días no saben nada de él (Ratzinger lo relaciona con los tres días que pasaron desde la muerte a la resurrección de Jesús). Contestación de Jesús cuando sus padres le manifiestan su preocupación. Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. María guardaba todas estas cosas en su corazón.
Bien, hasta aquí la estructura y el contenido del libro. Como conclusión a este comentario, me gustaría añadir que Joseph Ratzinger utiliza un lenguaje muy cercano, poco técnico, para presentar los temas y los problemas que llevan consigo estas cuestiones. La impresión final es que está pensando en el gran público, que quiere divulgar estos asuntos para que sean conocidos por el mundo en general (de ahí también que la extensión del libro sea tan corta). Con otras palabras, que no renuncia a su tarea pastoral como Papa. En este sentido, creo que lo ha conseguido. Con respecto al debate teológico sobre la figura de Jesús, esta obra aporta claridad y sintetiza de buena manera los distintos puntos de vista que existen sobre la materia. Así, la impresión final que queda es que el debate no está cerrado. Que la figura de Jesús sigue vigente y que no se agota en los estudios históricos y teológicos. Es posible que solo desde la fe, y preguntándonos qué es lo que me dicen hoy a mí los textos evangélicos, la figura de Jesús y su mensaje sigan vivos, como una realidad siempre antigua pero siempre nueva. En cualquier caso, y teniendo en cuenta la fecha en que está publicada esta obra, creo que lo podemos tomar como una invitación a releer y a rezar de nuevo los textos de la infancia de Jesús, ahora que llega la Navidad. ¿Tú te atreves?
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