Torreblanca, José Ignacio: ¿Quién gobierna en Europa? Reconstruir la democracia, recuperar la ciudadanía. Los Libros de la Catarata, Madrid, 2014. 176 páginas. Comentario realizado por Salvador Llaudes.
No por ser de sobra conocido para los estudiosos de las relaciones internacionales es por ello innecesario decirlo: José Ignacio Torreblanca, profesor titular de Ciencia Política en la UNED y director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations (ECFR), es uno de los más importantes analistas en política europea de nuestro país. Su último libro, del que hago un breve comentario a continuación, es un claro ejemplo de agudeza y conocimiento a partes iguales.
La crisis del euro ha añadido una carga de complejidad al funcionamiento de la Unión Europea (un funcionamiento sui generis y que ya de por sí era bastante difícil de comprender). Como sugiere el título, el autor trata de desenmascarar quiénes son los agentes que han logrado hacerse con el poder en Europa a lo largo de los últimos años. Sabemos que la teoría dice lo siguiente: la Comisión Europea es la guardiana de los tratados y, además, tiene la iniciativa legislativa; el Consejo, por su parte, se dedica a colegislar, junto al Parlamento Europeo (p. 97); en el Consejo Europeo, por su parte, están representados los Jefes de Estado y de Gobierno, y se ha convertido en una de las instituciones de la UE desde el Tratado de Lisboa, teniendo como función principal impulsar la toma de decisiones en el seno de la UE, sobre todo cuando éstas se encuentran enquistadas.
No obstante, la realidad ha demostrado ser más compleja. El Consejo Europeo, y en particular, el binomio Francia-Alemania (p. 102) durante los años que la luna de miel entre Sarkozy y Merkel duró, y más tarde, Alemania por su cuenta (y con el apoyo de otros países acreedores, como Finlandia, Países Bajos o Austria) han dominado el espacio europeo, relegando tanto a otros países (especialmente los «del Sur» o deudores) como a otras de las instituciones comunitarias a un segundo plano. En realidad, a todas ellas, con la excepción del Banco Central Europeo (BCE), institución que ha logrado una posición de poder que sin duda no estaba prevista en sus estatutos fundacionales (p. 105), que lo limitaban a controlar la estabilidad de los precios de la zona euro.
No por ser de sobra conocido para los estudiosos de las relaciones internacionales es por ello innecesario decirlo: José Ignacio Torreblanca, profesor titular de Ciencia Política en la UNED y director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations (ECFR), es uno de los más importantes analistas en política europea de nuestro país. Su último libro, del que hago un breve comentario a continuación, es un claro ejemplo de agudeza y conocimiento a partes iguales.
La crisis del euro ha añadido una carga de complejidad al funcionamiento de la Unión Europea (un funcionamiento sui generis y que ya de por sí era bastante difícil de comprender). Como sugiere el título, el autor trata de desenmascarar quiénes son los agentes que han logrado hacerse con el poder en Europa a lo largo de los últimos años. Sabemos que la teoría dice lo siguiente: la Comisión Europea es la guardiana de los tratados y, además, tiene la iniciativa legislativa; el Consejo, por su parte, se dedica a colegislar, junto al Parlamento Europeo (p. 97); en el Consejo Europeo, por su parte, están representados los Jefes de Estado y de Gobierno, y se ha convertido en una de las instituciones de la UE desde el Tratado de Lisboa, teniendo como función principal impulsar la toma de decisiones en el seno de la UE, sobre todo cuando éstas se encuentran enquistadas.
No obstante, la realidad ha demostrado ser más compleja. El Consejo Europeo, y en particular, el binomio Francia-Alemania (p. 102) durante los años que la luna de miel entre Sarkozy y Merkel duró, y más tarde, Alemania por su cuenta (y con el apoyo de otros países acreedores, como Finlandia, Países Bajos o Austria) han dominado el espacio europeo, relegando tanto a otros países (especialmente los «del Sur» o deudores) como a otras de las instituciones comunitarias a un segundo plano. En realidad, a todas ellas, con la excepción del Banco Central Europeo (BCE), institución que ha logrado una posición de poder que sin duda no estaba prevista en sus estatutos fundacionales (p. 105), que lo limitaban a controlar la estabilidad de los precios de la zona euro.
A ello hay que añadir la presencia de otros actores: por un lado, la Troika (formada por el propio BCE y la Comisión Europea, además del Fondo Monetario Internacional), con un papel extraordinariamente importante en los planes de ajuste que han llevado a cabo varios países de la UE en los últimos años, entre los que se encuentran Grecia, Irlanda, Chipre o, parcialmente, España. Por otro lado, los mercados. Estos, por su propia naturaleza, se han movido con el interés de maximizar beneficios (p. 48), causando no pocos problemas a las economías de la periferia de Europa, sobre todo hasta que el BCE no actuó con contundencia para frenar las dudas que existían sobre el futuro de la moneda común.
El autor, José Ignacio Torreblanca |
Pero Torreblanca no se limita a analizar los actores que han logrado tener una importancia considerable en los últimos años. En su libro, da un paso más, señalando el reto de reconstruir la democracia con el que se encuentran las sociedades europeas, unas sociedades que, al ritmo de la profundización de la crisis económica, han comenzado a dudar del propio proyecto europeo. A fecha de hoy, sin la legitimidad por resultados que había tenido la UE (p. 114), podemos señalar que nos encontramos ya en el centro de una grave crisis política, de una crisis de legitimidad de las instituciones europeas, que sufren de un déficit democrático muy importante. Los ciudadanos han sido testigos de cómo, por lo general, se ha vaciado de contenido la democracia a nivel nacional y sin embargo, no se ha apostado por la democracia a otro nivel, supranacional. Como ejemplo de ello son los cambios de gobierno en la mayoría de los países de la UE pero sin políticas o resultados diferentes. Una única receta, la de la austeridad, se ha impuesto por todo el continente, ya fuese ésta implementada por opciones políticas conservadoras, liberales o socialdemócratas.
Ello provoca desafección y desconcierto a la ciudadanía, y se ve reflejado en los resultados de las opciones populistas, xenófobas y eurófobas (p. 127) tanto en las distintas elecciones nacionales como, con especial relevancia, en las últimas elecciones europeas del pasado mes de mayo. Estas opciones recelan de las interdependencias que se han generado entre los países europeos, claman contra la globalización y exigen la vuelta de la democracia nacional junto a cierres de fronteras y salidas de sus respectivos países de la Unión Europea.
No existen soluciones sencillas ante dilemas complicados, contrariamente a lo que proclaman los populistas. No obstante, y como señala el autor, la conformación de un europeísmo crítico (p. 164), lejos del europeísmo naif practicado en España desde el ingreso en las Comunidades Europeas, es básico. Este europeísmo de nuevo corte y el comienzo de, al fin, una verdadera politización del espacio europeo, que podría darse con el respeto por parte del Consejo Europeo al Spietzenkandidat más votado, Jean-Claude Juncker, para que intentase ganarse la confianza de los distintos grupos políticos del Parlamento Europeo y ser el Presidente de la Comisión, serían elementos fundamentales de cara a revertir las peligrosas tendencias que asoman en la Unión Europea.
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