López Romero, Mª Ángeles; Alonso, Marta y González-Garzón, Antonio: Morir nos sienta fatal. Diálogos a vida y muerte. San Pablo, Madrid, 2011. 304 páginas. Comentario realizado por Pedro Miguel Lamet.
Nos guste o no, el tema de la muerte es el más importante de la vida. Incluso desde la increencia en el más allá. Decía Heidegger que por la toma de conciencia existencial de nuestro ser para la muerte autentificamos nuestra vida. Sin embargo, si buscamos en una librería novedades sobre la muerte, advertimos enseguida que son escasas. Sí aparece, y mucho, como no podía ser menos, en la literatura de creación, porque esta intenta reflejar los problemas de los hombres, y en ella la muerte suele ser inevitable protagonista de todas las historias: los «thrillers», los relatos románticos, dramáticos o melodramáticos, como acaece en su pariente cercano, el cine.
Pero pocos se enfrentan con el tema a palo seco. María Ángeles López, redactora-jefe de la revista 21RS, ha tenido la valentía de hacerlo desde su calidad de periodista interesada por los temas humanos, como ya demostró en su anterior y primera obra, Papás blandiblup, por el que mereció el título de «autora del año» de Ediciones San Pablo. En este segundo libro, Morir nos sienta fatal, salta el abismo desde su experiencia de madre de familia a reportera de la realidad, del hecho incontestable de la muerte.
Lejos de convertirse ella misma en filósofa, socióloga o psicóloga de ese tránsito capital que nos incumbe, ha optado, con gran sencillez y funcionalidad, por rodearse de dos especialistas, Antonio González Garzón, un médico militar de larga experiencia, y Marta López Alonso, teóloga y enfermera, con los que entabla estos «Diálogos a vida y muerte», como subtitula el libro.
El resultado es una obra de más de trescientas páginas, casi una pequeña enciclopedia sobre la muerte, centrada más en sus aspectos sociopsicológicos que filosóficos o teológicos, aunque estos se hallan también presentes. Parte el libro de que la muerte nos importa, incluso más que el sexo, porque, como diría Séneca, estamos «en la fila». Gran acicate para el pensamiento de la humanidad, es un asunto que hoy se rehúye más que antaño, porque la medicina se está presentando en nuestro tiempo como todopoderosa, aunque al final sucumba, como siempre sucedió, ante la muerte.
Comienza el libro por analizar el delicado tema de cómo comunicar este desenlace al paciente, proceso en el que es imprescindible saber mezclar ambas dosis, la verdad y la delicadeza, en un momento en que la esperanza se limita, sobre todo, a no abandonar a la persona que pasa por ese trance. Una ocasión para poder compartir amor y perdón, un momento para el que hace falta «entrenarse», tomar conciencia de nuestra fragilidad, de nuestra finitud...; algo que tiene sentido en cuanto que nos descubre nuestra identidad y nos transforma como personas. Se trata, pues, de convertir la enfermedad en maestra, en oportunidad para crecer y para ejercer la virtud de cuidar y ser cuidado.
Aborda como de puntillas –no podía ser menos en un libro editado por una editorial confesional– la espinosa y famosa «muerte digna» con una interesante respuesta: evolucionar del concepto de dignidad al concepto de paz: «morir en paz».
Se pregunta, asimismo, qué es realmente la muerte. Biológicamente, todo un largo proceso, más que un instante. Marta, la enfermera, asegura que ha experimentado en los otros la muerte «como liberación», un punto en el que «mi misión termina y da paso al Misterio». Y el médico Antonio habla de una «confesión laica», una especie de balance de la vida que hacen muchos enfermos no creyentes, en el que suele ayudar mucho una actitud de desprendimiento.
Para mí, lo más curioso de las conclusiones de estos especialistas, que recoge María Ángeles, es que el miedo a la muerte no distingue entre creyentes e increyentes. Quizá su respuesta está condicionada por el hecho de que, como profesionales de la sanidad, ellos han tratado con muchos cristianos sociológicos. Mi experiencia sacerdotal al respecto es que la fe, cuando es mínimamente auténtica, ayuda muchísimo a enfrentar ese trance. Desde luego, en su testimonio hay algo incontestable: que el miedo a la muerte existe en todo ser humano. Pero desde otras experiencias que hoy crecen, por ejemplo en muchas tribus indígenas, o profundizaciones desde una espiritualidad transpersonal, la muerte no se viviría tanto como drama, sino como transformación asumida.
Este interesante libro aborda la muerte en su aspecto objetivo, sobre todo desde fuera, desde el entorno. Estudia, por ejemplo, la deshumanización de la asepsia de los actuales tanatorios, la necesidad de humanizar los hospitales, la falta de manos para el adiós, la frialdad de la incineración... Aspectos que conducen también al auténtico sentido de los funerales y, en general, al «envoltorio de la muerte», que revelan una vez más hasta qué punto se muere como se ha vivido, y que el duelo nos es siempre necesario para asumir la muerte de los otros, con justa «licencia para llorar».
En fin, Morir nos sienta fatal ahonda en la necesidad de fortalecer nuestro «yo» durante toda la vida, de rodearlo de amor, que será lo que en definitiva quede de nosotros. ¿Quiénes somos nosotros? «Somos –afirma el libro– lo que hemos sido para otros». Finalmente, aborda el tema de la trascendencia. Frente al concepto de Dios-aspirina, varita mágica o tapaagujeros, vale el Dios amor, que se revela en Jesús, imagen del Dios invisible, para obtener alguna respuesta. Termina el libro con un par de hermosos capítulos sobre el recuerdo como forma de pervivencia y con un canto a la vida, el único que da sentido a toda muerte.
Este apretado resumen no exime de la lectura de una obra singular que, desde «el fuera» de la muerte, conduce al sentido de la vida. Escrita con lenguaje ágil y ritmo periodístico, sembrado de anécdotas, hechos y datos estadísticos, puede ser un buen manual para reflexionar en familia, en la escuela o en círculos de estudios sobre un tema tabú que es necesario abordar como parte esencial de la vida. No busque el lector acercamientos a incursiones más o menos esotéricas sobre la vida después de la vida, la filosofía oriental o la new age o las experiencias con moribundos de Kübler-Ross y sus famosos libros y grupos de ayuda. Mª Ángeles es una periodista con los pies en la tierra que ha escrito un libro riguroso, objetivo, desde la experiencia de unos profesionales. Una aportación valiente, pedagógica y me atrevería a decir que única en su intención de exhaustividad y cercanía.
Cabe solo hacer una pregunta, después de haber disfrutado de su lectura: ¿no ha sido la autora demasiado humilde y respetuosa con sus interlocutores al transcribirlos y digerirlos para el lector en forma de diálogo? ¿No tiene María Ángeles suficiente madera de escritora y gracia en la pluma para recrear ella misma con un texto propio ese interesante contenido? Quizá la respuesta es que la seriedad del tema y la necesidad de ser rigurosa y honesta con sus interlocutores la han conducido a preferir este género, que, por otra parte, tiene una enorme ventaja: solo un libro escrito como un diálogo puede ayudarnos a seguir dialogando con otros –hijos, alumnos, comunidades– sobre un tema como la muerte, que llena nuestra existencia de decisivos interrogantes, algunos sin respuesta, sobre el misterio de la vida.
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