Ballesteros García, Carlos: Las cuentas de la vieja. Apuntes para el empoderamiento y la soberanía económicas. San Pablo, Madrid, 2016. 160 páginas. Comentario realizado por Alberto Núñez.
Carlos Ballesteros realiza una reflexión muy oportuna sobre un tema de mucha actualidad, presentado de forma provocativa, desde una perspectiva pluridisciplinar y con un estilo fácil de leer que privilegia más los ejemplos que las formulaciones sistemáticas. El autor realiza una crítica del sistema económico actual, caracterizado por el neoliberalismo, el consumismo, la desigualdad y los grandes problemas de sostenibilidad. A estos elementos añade otro quizá más novedoso: la ruptura de relaciones o la separación que se está dando a distintos niveles de nuestra sociedad: institucional (el desapego hacia las grandes empresas, los partidos políticos), interpersonal o entre los seres humanos y el planeta.
Frente a ello, el autor urge a la necesidad de establecer un nuevo marco de referencia económico, basado en el auténtico bienestar del ser humano, que no puede ser solamente material, sino que tiene que incluir su dimensión espiritual. Esta es otra aportación novedosa: el diálogo de la economía con las principales tradiciones religiosas del mundo. Así, Ballesteros esboza un planteamiento en forma de abanico que liga la economía con la sociología, el medioambiente, la política, la ética y la religión. Se trata de un modelo alternativo de globalización que quiere articular lo global y lo local, poniendo en el centro a las personas y la necesidad de establecer y desarrollar entre ellos relaciones justas, solidarias y medioambientalmente sostenibles. En suma, la economía tiene que estar en y al servicio de las personas, una formulación que deja entrever las raíces ignacianas del autor. Presenta numerosos ejemplos de medidas o planteamientos que en esta dirección se han propuesto o se están ya realizando en distintas partes del mundo.
Nuevos modos de toma de decisiones, donde la confianza y el compromiso personal, en lugar de la rentabilidad, sean los elementos fundamentales.
Nuevo marco de relaciones comerciales, basado en una participación justa de todos los elementos implicados desde la producción al consumo final de un bien.
Nuevo marco financiero, donde el crédito sea un derecho y no un bien al servicio de los que ya tienen dinero.
Para concluir, cabe hacer tres críticas.
En primer lugar, las medidas que en él se proponen son de carácter conductista: actitudes, principios que habría que seguir, por ejemplo, a la hora de establecer el crédito o determinar las transacciones económicas justas. Pero no existe ninguna referencia concreta a cómo cuantificar el beneficio justo de cada participante o cómo relacionar la eficiencia con la solidaridad y la justicia.
En segundo lugar, el énfasis de las propuestas se pone más en lo local que en lo global. El libro está en sintonía con muchas de las propuestas de la llamada “nueva política”. Sin embargo, dejar de lado las consecuencias globales de dichas medidas o su elaboración sistemática impide un verdadero diálogo con el paradigma dominante.
En último lugar, reconociendo el valor de las aportaciones de las principales tradiciones religiosas, la reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia para iluminar los problemas de la humanidad y sus posibles soluciones está infravalorada. Además, no se realiza ninguna mención a las aportaciones de la gran escuela cristiana sobre pensamiento económico moral de los siglos XVI-XVII, que es española: la Escuela de Salamanca. Estos autores, en cuanto teólogos muy rigurosos técnicamente, podrían ayudar a la elaboración de ese marco sistemático alternativo que se echa en falta.
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