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lunes, 8 de julio de 2019

José María Castellet: Nueve novísimos poetas españoles. Por Víctor Herrero de Miguel

Castellet, José María: Nueve novísimos poetas españoles. Península, Barcelona, 2018. 328 páginas. Comentario realizado por Víctor Herrero de Miguel (Escuela Superior de Estudios Franciscanos, Madrid).


Cierro, casi cincuenta años después de que viera la luz por vez primera, la antología de Castellet y siento el imparable impulso de acudir a un texto mucho más antiguo: el Arte Poética que el poeta romano Horacio escribió a los hijos de un amigo para enseñarles a leer y escribir poesía. Tras las muchas palabras de los novísimos, necesito la serenidad del lenguaje de Horacio: su línea clara de factura simple orientada hacia el bien.

La lectura hoy de Nueve novísimos poetas españoles me parece ocasión de repasar no solo la historia de la literatura actual española (sus rumbos, sus aciertos y desatinos) sino los de la misma sociedad en la que tal literatura se gesta y –como un pequeño reflejo de esta– la propia historia personal: qué soñaba uno hace años y con qué poesía urdía la trama de esos sueños, y comprobar todo ese caudal a dónde ha ido. Siendo estas aventuras el material posible de una tesis doctoral o de un diario íntimo, es mejor ceñirse ahora a los límites de una reseña.

Es un acierto sin duda que la editorial Península incorpore a su colección Imprescindibles una obra de la que, más allá de los gustos, no podemos prescindir. Recordemos brevemente su historia. En 1970, precedidos por un estudio del antólogo y amputados por la censura, vieron la luz en Barral editores los poemas de nueve poetas, tres seniors (Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión y José María Álvarez) y seis, más jóvenes, que componen la coqueluche (Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero). Aupada por un eficiente aparato político y comercial, la obra se convirtió enseguida en objeto de culto y de polémica. La tesis fundamental –la irrupción de una nueva estética– y la vocación destructora hacia las estéticas precedentes fueron objeto de una recepción polarizada: desde el entusiasmo de quienes vieron en la voz de estos poetas la llave de una nueva libertad, hasta la crítica feroz de cuantos no apreciaron aquí sino el juego inmaduro de unos jóvenes arrogantes.