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miércoles, 27 de noviembre de 2019

Shûsaku Endô: Silencio. Por Francisco José García Lozano

Endô, Shûshaku: Silencio. La aventura de los jesuitas en el Japón del siglo XVII. Edhasa, Barcelona, 2009. 253 páginas. Traducción de Jaime Fernández y José Miguel Vara. Comentario realizado por Francisco José García Lozano (Facultad de Teología de Granada. E-mail: franciscojgl@hotmail.com).

La fe ante la barbarie

Silencio, el ansiado proyecto que Martin Scorsese ha tardado más de 25 años en poder hacer realidad, supone una nueva inmersión en la religión, tema que ya había abordado de forma directa en cintas como La última tentación de Cristo (1988) o Kundun (1996). Scorsese ha tomado como base para Silencio una aclamada novela de Shûsaku Endô que aborda la persecución que sufrió el catolicismo en Japón durante el siglo XVII. Sus novelas reflejan muchas de las experiencias de su niñez. Y de hecho, su fe católica impregna muchos de sus personajes que luchan contra complejos dilemas morales y elecciones que a menudo provocan resultados trágicos. El mismo Graham Greene catalogó personalmente a Endo como uno de los mejores escritores del siglo XX.

Silencio está ambientada en la primera mitad del siglo XVII, en plena persecución de cristianos por parte de las autoridades japonesas. Arranca haciendo una declaración de intenciones muy sencilla pero muy efectiva. Pantalla en negro, sonido de la naturaleza. El sonido se convierte en ruido. De pronto, silencio. Y aparece el título en sobrio blanco sobre negro, dando comienzo a la cinta. Y lo hace con el personaje de Cristóvão Ferreira (Liam Neeson). Es él quien guía la historia porque es la excusa argumental para que todo se ponga en marcha primero y para que no se estanque después. Guía la historia pero no porque su voz o presencia nos acompañe (apenas le vemos hasta el tramo final), sino porque su personaje, un sacerdote muy querido y reputado que ha desaparecido entre la barbarie (y del que se dice que ha apostatado), es una suerte de Coronel Kurtz de Apocalypse Now con el que se trazan paralelismos en más de una ocasión. Y, como el personaje de Brando, lleva de la mano el horror y un punto de inflexión para el protagonista como reflejo del suyo propio.