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lunes, 19 de octubre de 2020

Albert Camus: La peste. Por Carlos Maza Serneguet

Camus, Albert: La peste. Edhasa, Barcelona, 2010. 351 páginas. Traducción de Rosa Chacel. Comentario realizado por Carlos Maza Serneguet.

Hay libros en los que la metáfora es tan evidente como los hechos mismos que nos cuentan. No se trata solo de narrar una historia con valor por sí misma, sino de que esa historia evoque otra, que es, sin duda, la decisiva. Entonces, el contexto de la lectura se vuelve mucho más importante y moldea para el lector de hoy el significado del libro. Este es el caso de La peste, probablemente una de las novelas más leídas y releídas durante esta pandemia de la Covid-19. Unos tiempos de confinamiento, enfermedad y muerte que nos han hecho asomarnos a estas páginas con una mirada distinta, seguramente mucho más centrada en lo médico y en lo sociológico que en lo político.

Aunque durante estos meses hay quien ha recuperado la retórica de la guerra para dar aliento ante la dificultad, lo que prima facie quedaba subrayado en La peste no era esa metáfora del mal que siempre vuelve, esa especie de virus de la civilización que es la barbarie y la violencia. No aparecían tan claras, como imágenes dibujadas con limón sobre las hojas, las siluetas del nazismo. Lo que se ponía en primer plano al comenzar nuestra lectura eran las calles y las gentes de una ciudad, Orán, que vivía despreocupada y ligera ante la posibilidad de la tragedia, ni siquiera imaginándola. Sensación en la que se incide muchas veces al principio de la

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Shûsaku Endô: Silencio. Por Francisco José García Lozano

Endô, Shûshaku: Silencio. La aventura de los jesuitas en el Japón del siglo XVII. Edhasa, Barcelona, 2009. 253 páginas. Traducción de Jaime Fernández y José Miguel Vara. Comentario realizado por Francisco José García Lozano (Facultad de Teología de Granada. E-mail: franciscojgl@hotmail.com).

La fe ante la barbarie

Silencio, el ansiado proyecto que Martin Scorsese ha tardado más de 25 años en poder hacer realidad, supone una nueva inmersión en la religión, tema que ya había abordado de forma directa en cintas como La última tentación de Cristo (1988) o Kundun (1996). Scorsese ha tomado como base para Silencio una aclamada novela de Shûsaku Endô que aborda la persecución que sufrió el catolicismo en Japón durante el siglo XVII. Sus novelas reflejan muchas de las experiencias de su niñez. Y de hecho, su fe católica impregna muchos de sus personajes que luchan contra complejos dilemas morales y elecciones que a menudo provocan resultados trágicos. El mismo Graham Greene catalogó personalmente a Endo como uno de los mejores escritores del siglo XX.

Silencio está ambientada en la primera mitad del siglo XVII, en plena persecución de cristianos por parte de las autoridades japonesas. Arranca haciendo una declaración de intenciones muy sencilla pero muy efectiva. Pantalla en negro, sonido de la naturaleza. El sonido se convierte en ruido. De pronto, silencio. Y aparece el título en sobrio blanco sobre negro, dando comienzo a la cinta. Y lo hace con el personaje de Cristóvão Ferreira (Liam Neeson). Es él quien guía la historia porque es la excusa argumental para que todo se ponga en marcha primero y para que no se estanque después. Guía la historia pero no porque su voz o presencia nos acompañe (apenas le vemos hasta el tramo final), sino porque su personaje, un sacerdote muy querido y reputado que ha desaparecido entre la barbarie (y del que se dice que ha apostatado), es una suerte de Coronel Kurtz de Apocalypse Now con el que se trazan paralelismos en más de una ocasión. Y, como el personaje de Brando, lleva de la mano el horror y un punto de inflexión para el protagonista como reflejo del suyo propio.

viernes, 3 de junio de 2016

Isaac Asimov: Yo, robot. Por Alonso Cabañero

Asimov, Isaac: Yo, robot. Edhasa, Barcelona, 1950 (1ª edición en inglés). 373 páginas. Traducción de Manuel Bosch Barret. Comentario realizado por Alonso Cabañero.

Comencé a leer este libro por primera vez tras terminar la trilogía de la Fundación (que me fue recomendada por un amigo) y lo primero que hice fue buscar con avidez algún otro libro de Isaac Asimov. Había quedado fascinado con la historia de la Fundación y, al terminarlo, me quedó clara la magnificencia de Asimov y su gran pericia al escribir. La imaginación de Asimov volaba durante la escritura de este libro, pero volaba baja y cercana al suelo de la realidad.

Isaac Asimov es un soviético de procedencia judía que viajaría con sus padres a EE.UU. con tres años de edad. Se crió en Nueva York, en el barrio de Brooklyn, y viviría allí hasta los 72 años de edad, cuando muere de sida. Se crió entre las tiendas de chucherías de su padre y en un quiosco descubrió un cómic de ciencia ficción que lo encaminaría por el resto de su vida. Escribió infinidad de historias relacionadas con la robótica (él mismo inventó esta palabra) y la ciencia ficción.

Yo, robot es una compilación de pequeñas historias asociadas con robots. La variedad no puede ser mayor, puesto que las historias van de robots mudos a robots políticos, pasando por robots humoristas y robots locos siempre acompañados de la mano por la robopsicóloga Susan Calvin. Las historias tienen lugar entre 1996 y 2052. En este libro hay infinidad de problemas de lógica que pueden ser resueltos en mayor o menor grado si se tienen en cuenta las tres leyes de la robótica: