Castro, Enrique de: ¿Hay que colgarlos? Una experiencia sobre marginación y poder. Popular, Madrid, 2008. 230 páginas. Comentario realizado por José María Vaca Nieto.
¿Hay que colgarlos? es un trabajo que trata de plasmar la difícil situación en la que viven los menores más vulnerables de una sociedad que más que afrontar la realidad pretende protegerse de ellos. El libro está escrito desde la experiencia de un cura de barrio, Enrique de Castro —conocido por su presencia en los medios—, que narra en primera persona tanto las situaciones que conoce, como los intentos, a veces con éxito y a veces fracasados, con los que trata de solucionar los problemas humanos que se le presentan. A través de la narración va descubriendo cómo se va fraguando una respuesta a los chicos desde un aprendizaje día a día con la convivencia de situaciones y personas concretas. Se muestran los descubrimientos y las perplejidades de las personas que se dejan impactar por la realidad de unos menores concretos, los ensayos de respuestas a una realidad desconocida y la implicación vital de aquellos que desde la confrontación con la vulnerabilidad deciden afrontar un reto que no saben dónde les puede llevar.
Aunque el libro está escrito en primera persona, las historias de los menores, que son los verdaderos protagonistas del libro, van pasando sucesivamente al primer plano, con lo que se consigue introducir una nueva visión de la realidad. La propuesta del autor es mirar a la historia desde el otro lado, desde esas historias que no salen en la prensa, desde las situaciones personales que, si bien no justifican determinados hechos, al menos explican la realidad. La situación personal de cada chico con sus contextos, sus deterioros, sus ilusiones y sus penalidades, ponen ante el lector una nueva manera de observar el mundo de la marginación.
La exposición de las individualidades, lleva a que, poco a poco, vaya apareciendo un nuevo sujeto: el grupo. El grupo se convierte así en un lugar de referencia en el que emergen nuevas respuestas. La transición del grupo hacia la comunidad, desde el mero conocimiento del otro por lo que hace hasta su reconocimiento por lo que es, proporciona una nueva clave para superar las situaciones de marginación. Cuando alguien reconoce a alguien se produce una nueva situación que modifica las respuestas individuales... La exposición del proceso permite ver cómo las distintas respuestas, cuando son comunitarias, sirven de nuevo contexto para la reconstrucción de los menores marginados.
Expuestas así las cosas, ante el conocimiento de la realidad de los menores y las experiencias que tratan de dar respuestas a estas situaciones, el autor plantea con dureza el muro con el que se topa todo intento de superación. Es la misma sociedad la que impide la integración cuando, dominada por el miedo, crea unas instituciones que en vez de integrar consiguen perpetuar la marginación de los menores.
El título del libro hace referencia a la expresión popular con la que ordinariamente la sociedad responde a determinados hechos y que es fácilmente manipulable: ¡hay que colgarlos! Según avanza el relato nos expone la actuación de las instituciones, policía, juzgados, centros de menores, desde la perplejidad que causan las experiencias personales del autor.
No se trata de una experiencia de trabajo social perfectamente pensada, planificada y ejecutada, como se relata en otros libros al uso, sino de la relación de una experiencia surgida del aprendizaje en la vida y la historia de los menores más vulnerables de nuestra sociedad, y de las reflexiones que provocan en alguien que por su trabajo se ve involucrado en todo ello.
Una experiencia sobre marginación y poder.
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