Santiago, Miguel de: Contemplar para orar con la naturaleza. Tierra, agua, aire y fuego. PPC, Madrid, 2019. 160 páginas. Colección "Manuales de Oración" 10. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.
¿Habla Dios a través de la naturaleza? ¿Y a través de la belleza? ¿Puede ser la poesía la expresión del misterio inherente a la vida creada por Dios? Estas son preguntas serias, graves, profundas, que nos llevan a una concepción de la vida amplia, serena, universal. Es la visión de San Francisco de Asís, o la misma del Papa Francisco, que continuamente nos está exhortando para que no abandonemos lo que podríamos llamar el centro vital de la vida de Jesús.
Miguel de Santiago, sacerdote y poeta (palabras que, en algún sentido, son sinónimas) está convencido de que a través del arte, en concreto de la poesía, y de la contemplación de la naturaleza, el hombre puede llegar a acceder a Dios. La naturaleza, manifestada en sus cuatro elementos fundamentales clásicos: tierra, agua, aire y fuego, nos muestra su esencia y nos da las claves para captarlas. En este sentido, es decisiva la poesía, pues consigue llegar y expresar lo más auténtico que hay en la realidad, pero también en nosotros.
Entrando en los aspectos formales de esta obra, Herminio Otero, el editor, en la página 13, nos adelanta que cada doble página forma una unidad compuesta por un poema, una imagen relacionada con el poema, y un texto, por lo general un salmo u otra cita bíblica o un fragmento de la exhortación Laudato si' del Papa Francisco. La idea es que los tres elementos pueden ayudarnos a descubrir la creación como poema de Dios y a dejarnos invadir por el estupor ante la belleza del mundo y a convertir esa vivencia en contemplación y oración.
Según Otero, podemos seguir este proceso:
1. Hacer nuestro el poema. Leerlo detenidamente y descubrir la experiencia personal que palpita tras sus palabras: ¿Qué me recuerda? ¿Qué emoción suscita en mí? ¿A qué lugares me lleva en los que he estado antes?
2. Contemplar la imagen. ¿Qué lugares me recuerda? ¿Qué emociones reviven en mí al verla? ¿Qué me revela del poema?
3. Recrear el texto. Dejar que nos hable, repetirlo transformándolo y concretarlo en otras palabras que traduzcan asombro, admiración, alabanza, acción de gracias...
Como podemos observar, todo nos invita a orar y a contemplar a Dios, que nos regala tanta belleza.
Para concluir, libro que debe ser rezado, no leído. Libro que cada uno debe hacer suyo en la medida que lo interiorice. Libro que también es una invitación a que el lector orante pueda ampliar con sus oraciones, poemas, etc. Dios está en la belleza y nos habla a través de ella. Demos gracias a Dios por ello.
Miguel de Santiago, sacerdote y poeta (palabras que, en algún sentido, son sinónimas) está convencido de que a través del arte, en concreto de la poesía, y de la contemplación de la naturaleza, el hombre puede llegar a acceder a Dios. La naturaleza, manifestada en sus cuatro elementos fundamentales clásicos: tierra, agua, aire y fuego, nos muestra su esencia y nos da las claves para captarlas. En este sentido, es decisiva la poesía, pues consigue llegar y expresar lo más auténtico que hay en la realidad, pero también en nosotros.
Entrando en los aspectos formales de esta obra, Herminio Otero, el editor, en la página 13, nos adelanta que cada doble página forma una unidad compuesta por un poema, una imagen relacionada con el poema, y un texto, por lo general un salmo u otra cita bíblica o un fragmento de la exhortación Laudato si' del Papa Francisco. La idea es que los tres elementos pueden ayudarnos a descubrir la creación como poema de Dios y a dejarnos invadir por el estupor ante la belleza del mundo y a convertir esa vivencia en contemplación y oración.
Según Otero, podemos seguir este proceso:
1. Hacer nuestro el poema. Leerlo detenidamente y descubrir la experiencia personal que palpita tras sus palabras: ¿Qué me recuerda? ¿Qué emoción suscita en mí? ¿A qué lugares me lleva en los que he estado antes?
2. Contemplar la imagen. ¿Qué lugares me recuerda? ¿Qué emociones reviven en mí al verla? ¿Qué me revela del poema?
3. Recrear el texto. Dejar que nos hable, repetirlo transformándolo y concretarlo en otras palabras que traduzcan asombro, admiración, alabanza, acción de gracias...
Como podemos observar, todo nos invita a orar y a contemplar a Dios, que nos regala tanta belleza.
Para concluir, libro que debe ser rezado, no leído. Libro que cada uno debe hacer suyo en la medida que lo interiorice. Libro que también es una invitación a que el lector orante pueda ampliar con sus oraciones, poemas, etc. Dios está en la belleza y nos habla a través de ella. Demos gracias a Dios por ello.
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