Muller-Colard, Marion: La intranquilidad. Fragmenta, Barcelona, 2020. 96 páginas. Traducción de Helena Cots Webermann. Comentario realizado por Carlos Maza Serneguet.
“Llamo falso cristiano a aquel para quien el cristianismo es una coartada, un refugio identitario, una tarjeta de visita en el vasto mundo de la moral, un confort reencontrado en el nido acolchado del repliegue sobre uno mismo”. Esta provocadora frase extraída del libro de Marion Muller Colard nos ayuda a hacernos una idea de la tesis central de este librito de apenas 90 páginas.
Esta teóloga protestante francesa se ha propuesto recuperar y reivindicar la intranquilidad como categoría fundamental de la espiritualidad cristiana. En principio, nada nuevo, pues el eco de la antigua inquietud agustiniana resuena entre sus páginas. Ella misma se encarga de rescatarla en algún momento del texto. Pero que la propuesta y la experiencia no sean nuevas no impide ofrecerlas otra vez, porque a menudo volvemos a pedirle a nuestras creencias que nos protejan de una vida cada vez más compleja, en la que no es fácil orientarse.
Entrelazando experiencia personal y Escritura, reflexión e imagen poética, Marion Muller-Colard nos cuenta cómo el descubrimiento de la intranquilidad en el centro mismo del Evangelio es, paradójicamente, portadora de paz. “No hay más intranquilo que el que se pasa la vida huyendo de la intranquilidad”, escribe en una de sus páginas. Se intuye la potencia que esta luz ha tenido en su propia vida. Parece como si la intranquilidad ejerciera ahora de enganche y de clave de lectura de lo más fecundo de la Buena Noticia para ella. Lo que deja con hambre del libro es que no hay mucho más, al menos en cuanto a ideas de fondo. La tesis está lanzada ya desde el comienzo, y no hay muchas más intuiciones. Quizá esa en la que la autora reinterpreta lo que sea la esperanza: “Acaso sea esto la esperanza: la posibilidad de vivir sin garantías”. A pesar de la falta de certezas, de verdades absolutas, la vida es posible.
A falta de otros aportes, el elogio de la intranquilidad se aquilata con los ejemplos de personajes centrales del Evangelio. María, sacudida por lo Inaudito en el anuncio del ángel. Zacarías, que acepta la novedad del nombre de su hijo. La sirofenicia, mujer extranjera que convierte a Jesús “a su propia Palabra”. Y, por supuesto, el mismo Jesús, que no tiene dónde recostar la cabeza.
El estilo es agradable, ágil, propio de un libro breve destinado a decir una palabra de ánimo. Una palabra para la vida, más que para adentrarnos en sesudas reflexiones. Unas páginas para decirnos que, si habíamos experimentado que el Evangelio no lograba curarnos del todo de nuestra intranquilidad, es que estamos en el buen camino, porque el Evangelio mismo es intranquilidad. Intranquilidad fecunda, de la que sabe que “la oportunidad del niño es justamente no estarse tranquilo”.
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